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¿Crecimiento sin transformación?

Crecer, lo que se dice crecer, y después de los años de estancamiento franco, no es el 0,3%. Y no está bien que ni los funcionarios y los consultores repitan que están en el rumbo apropiado.

Carlos Leyba 23 junio de 2017

 Por Carlos Leyba

El PIB en el primer trimestre de 2017 ha registrado un incremento del 0,3% respecto del mismo período del año pasado. Para el Gobierno y la mayor parte de los consultores económicos, se trata de la confirmación de los “brotes verdes” y de la salida de la economía recesiva.

Es cierto que le agregan información más nueva, aunque menos completa, que pareciera confirmar la modesta coloratura de esos brotes.

Importa analizar la información estadística porque de ella, al menos los lectores honestos, es posible insacular lecciones tan importantes como lo que significa confirmar el rumbo “vamos bien” o preguntarse si realmente vale la pena rectificar o preguntarse al menos por el rumbo porque la verdura es tenue y entonces más que “bien” vamos vacilantes, que no es lo mismo que “bien, bien”.

Ese mezquino 0,3% significa que el PIB por habitante a lo sumo es igual al de un año atrás.  Sabemos, por lo menos desde que leímos “Alicia en el país de las maravillas”, que “para quedarte donde estás tienes que correr lo más rápido que puedas...y si quieres ir a otro sitio, deberás correr, por lo menos, dos veces más rápido”.

Es decir, y no necesita demasiadas aclaraciones, crecer, lo que se dice crecer, y después de los años de recesión y estancamiento francos, no es el 0,3% en un año. Y no está bien que ni los funcionarios y los consultores repitan con ese 0,3% en la mano que están en el rumbo apropiado.

En todo caso, y no pareciera ni siquiera razonable discutirlo, el 0,3% en bruto y el cero por habitante casi es un acomodo estadístico y no puede justificar que alguien diga que es la confirmación que estamos haciendo en política económica lo correcto, lo apropiado, lo necesario. No.

Es lógico aceptar la explicación de tipo “estamos haciendo lo que podemos o lo que sabemos”. Pero ante el resultado (más allá que en la perspectiva del gerundio haya algo “por venir”) lo verdaderamente lógico es cuestionarse el rumbo, el camino, la marcha. O el “dónde vamos”, por dónde lo hacemos o qué ritmo marchamos. Algo hay que cuestionarse.

No alcanza con decir “evitamos ir a Venezuela” porque ?en todo caso? eso ocurrió el mismo día en que María Eugenia Vidal, primero y Mauricio Macri, después, ganaron las elecciones. Y desde entonces el cambio de dirección se ejecutó. El rumbo dónde supuestamente vamos llegó en los últimos 12 a la velocidad de estancamiento de la producción por habitante en un año. Ese es el resultado.

En el análisis del valor agregado comparado del primer trimestre de 2017 en relación al de 2016 ?lo realmente comparable? de los distintos sectores que originan el valor agregado, los sectores productivos tuvieron, en conjunto, una caída significativa.

Si los sectores no productivos de bienes no hubieran crecido como lo hicieron, la caída del PIB habría sido del 0,36%.

Los sectores productivos en conjunto derraparon a pesar del crecimiento del agro, la pesca y la construcción. La magnitud del derrumbe de la industria y la caída en minería determinaron que el primer trimestre de 2017 fuera negativo para el sector productivo. La “transmisión” de la expansión agraria y de la construcción fue nula o en todo caso no sirvió para poner en marcha la actividad industrial, que se contrajo.

Todo el crecimiento derivó del crecimiento del sector servicios.

Y dentro de los servicios los que impulsaron el crecimiento fueron transporte y comunicaciones; actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler, y la infaltable y dinámica intermediación financiera. Ahí está el núcleo duro de la expansión de servicios que ha compensado el derrumbe de la actividad productiva.

Es extraño. En un país en el que los bancos no prestan (sólo el 15% del PIB frente a más del 60% en los países vecinos), estamos desde hace años en una colosal crisis de vivienda. Y cuando millones de celulares (que existen) funcionan con enorme dificultad, y no en todo el país, a pesar de la escasa calidad de los sectores, ellos son los que lideran “la expansión” que permite el estancamiento de la actividad por habitante y después de años de recesión o estancamiento.

Esto es lo que nos dice el Indec y es cierto que hay números mejores que los expuestos para lo que va del segundo trimestre. No son números del Indec, pero puede que señalen mejoras. Para comparar y tener el origen, “el modo”, de crecimiento hay que esperar a esas cifras.

La pregunta que se impone es si es lo mismo crecer por los servicios que hacerlo por la producción.

La respuesta depende de una enorme cantidad de elementos que van desde la “sociedad deseada” hasta la capacidad de dar trabajo de cada “modo de crecimiento” habida cuenta de las habilidades y también de las necesidades de la población.

Lo real es que el “modo y la magnitud” de este crecimiento es el que convive con los siguientes titulares de los diarios de este segundo día del invierno. “Productores de alimentos piden protección por la fuerte suba de importaciones”, “Se encarece la canasta básica”, “Inflación: la expectativa a 12 meses quedó en 27,3%”, “Empleo: se mantiene en 33% el piso de empleados no registrados” y/o “Despidos silenciosos: más empresas anuncian cesantías”.

Y es que del modesto incremento de la oferta global, es decir de la totalidad de los bienes y servicios que ofreció la economía en este primer trimestre de este año, el 80% lo proveyeron las importaciones.

Para tener simplemente una referencia que califica el resto de los datos. Las exportaciones cayeron. Los stocks también cayeron. ¿Alguna relación con competitividad y expectativas?

El crecimiento de las importaciones, respecto del primer trimestre 2016, fue de $10.000 millones de 2004. Ese crecimiento representa 2,5 veces el incremento de $3.800 millones de la Formación Bruta de Capital Fijo y duplica el crecimiento del consumo privado. Es decir los motores de expansión clásicos lo hicieron provocando más importaciones y menos exportaciones.

No se trata de establecer vinculaciones exóticas. Sólo se trata de poner en claro que este escaso crecimiento, que en términos por habitante es estancamiento, genera una oferta de más bienes y servicios importados, y menos exportaciones.

Y el crecimiento de la inversión y el consumo privado, sumados, equivalen al incremento de las importaciones. Lo que crecimos es poco. Y el “estilo” no señala transformaciones valiosas.

Los titulares del día, tres meses después de las cifras analizadas, nos hablan de preocupaciones en el sector productor de alimentos por la competencia importada (¿y el tipo de cambio?), de la incapacidad de generar empleo con capacidad tributaria (empleo formal), el aumento en el costo de vida básico y la expectativa de inflación más cerca del 30%, que se fue, que del 20% que no llegó, mientras los despidos silenciosos avanzan (despacito?despacito).

Muchos analistas insisten en los “brotes verdes”, los llaman “brotes verdes heterogéneos”. La imagen es la de un sembradío en que una planta crece por aquí y otra por allá. Tierra gris, poco fertilizante, siembra mal hecha y la consecuencia es “cosecha pobre”. Crecimiento, real crecimiento, tiene una densidad y una homogeneidad que se vislumbra en la expansión encadenada multisectorial. Al igual que cuando hablamos de “inflación” hablamos de crecimiento sostenido y generalizado de los precios, cuando hablamos de crecimiento pensamos en expansión generalizada y sostenida de la producción con la lógica secuela del empleo y la sana presión de los salarios. No hay inflación cuando es un precio o dos los que suben sino cuando el contagio de los precios se torna en una suerte de epidemia. Para lo malo y para lo bueno lo que cuenta es “la difusión”.

Nos podemos pasar horas inventariando la aparición de un brote aquí y otro más allá, pero hasta que la siembra no ofrezca un escenario sano y parejo de brotes verdes, que hagan posible el meneo del sembradio con el viento no podremos augurar buena cosecha.

Repito, es cierto que algunos consultores identifican tasas ocurridas de expansión, pero también es cierto que el Indec informa que la industria cayó en abril el 2,3%. Y así.

Colocamos un bono al 7,9% a 100 años y consideramos que por esa razón somos un bocado apetitoso para los mercados financieros y a las 24 horas los calificadores  de riesgos financieros nos colocan en la “frontera”, es decir, nos informan que “no somos emergentes”. Lo que están en la frontera están del otro lado y los que no son emergentes, ¿son sumergidos? Puede que no o que sí, pero pagan peaje.

La plata sobra pero para nosotros es cara. ¿Porqué?

Simple. Si Ud. vuelve a analizar los números del primer trimestre “la estructura de la expansión = estancamiento” percibirá que simplemente seguimos profundizando “una economía para la deuda”, y la única diferencia entre Mauricio Macri y Néstor y Cristina Elisabet, más allá de la diversa suerte de los términos del intercambio, es que “Cris” pedía a los chinos plata líquida y “Mauri” se la pide al mercado.

No hay crecimiento generalizado y sostenido sin transformación y no hay transformación sin crecimiento. La vida.

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