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Argentina, Brasil y una agenda con desafíos pendientes

No hay duda de que la dinámica con Brasil es un dolor de cabeza para la macro argentina, pero no debemos creer que la relación es perjudicial

20 junio de 2017

Por Pablo Mira Economista

Los potenciales beneficios de la liberalización del comercio con Brasil parecen ser en la actualidad una discusión lejana y poco relevante. El entusiasmo con la idea de que el libre comercio traería múltiples ganancias gracias a la especialización o al aprovechamiento de economías de escala se fue diluyendo, y hoy casi no ocupa espacio en la agenda del desarrollo de la región.

Y muy por el contrario, para muchos analistas Brasil se ha convertido para Argentina en un problema. Los desvaríos macroeconómicos que soportó Brasil en los últimos años constituyeron una pesadilla para nuestras exportaciones industriales y para la dinámica toda de nuestra economía. Devaluaciones desincronizadas, crecimiento errático y una situación política inestable definen hoy una relación societaria que dista de ser la respuesta para lograr una expansión sostenida en el mediano plazo.

Este cambio de foco la relación desde la “micro” a la macro, sin embargo, no debe tomarse con un escepticismo exagerado. Ciertamente, los riesgos en la región siguen latentes, pero todo riesgo lleva implícito algún beneficio esperado potencial. Las oportunidades para recolectar estos dividendos surgirán con mayor naturalidad si existe un lugar para una coordinación macroeconómica efectiva entre ambos países.

Lo primero que debemos tener en mente es que Brasil, pese a sus problemas recientes, sigue siendo líder y locomotora en la región. Argentina debe priorizar el diseño de mecanismos de política coordinada con los vecinos que le aseguren aprovechar al máximo los buenos momentos y minimizar los costos de la recesiones. Es cierto que hoy no es claro cuál es la estrategia de nuestro socio para desarrollarse, pero debemos estar preparados para cuando se produzca al menos un breve período de bonanza. Esto incluye preservar nuestra incipiente estructura productiva industrial, y sostener los lazos de colaboración bilateral en materia comercial para tomar ventaja de una eventual recuperación.

En cuanto a la minimización de riesgos, el desafío es también mayúsculo. Deberíamos intentar progresar en una agenda de colaboración en temas macroeconómicos destinada a contrarrestar el ciclo e impulsar políticas coordinadamente, sobre todo cuando los países son afectados por un shock externo negativo común a la región. En estas cuestiones, queda casi todo por hacer.

Otro aspecto que no debemos pasar por alto en el análisis de la relación con Brasil es el creciente rol de China en la economía global. Nuestro posicionamiento económico con el gigante asiático no es hoy el más efectivo para el desarrollo de largo plazo. Nuestras exportaciones son predominantemente primarias y nuestras importaciones contienen en cambio un altísimo valor agregado. Lo interesante es que Brasil, pese a ser considerado un país “industrial”, tiene una composición de su comercio bilateral con China casi idéntica a la nuestra, lo que confirma que para nuestros vecinos Argentina sigue siendo un destino más que deseable para la colocación de valor agregado.

Del lado de la cuenta financiera del balance de pagos, si bien Argentina no ha sido un destino particularmente relevante aun para las inversiones chinas, si sumamos los destinos de Argentina y Brasil los números son mucho más promisorios. Esta puede ser una buena oportunidad para concertar con nuestro socio principal las condiciones para el establecimiento de las firmas asiáticas en la región, de modo de incrementar los beneficios esperados y evitar situaciones del tipo race to the bottom en la disputa por el capital extranjero.

No hay duda de que la dinámica reciente de Brasil ha constituido un dolor de cabeza para la macro argentina, pero no debemos caer en la falacia de que la relación con Brasil es, finalmente, perjudicial para el país. Implementar políticas que ignoren la relevancia de la relación comercial y retrasar la agenda de coordinación con nuestro socio principal sería un severo paso en falso en la consecución del desarrollo argentino.

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