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¿Supermercado del mundo o proveedor de materias primas?

El deseo de abastecer al mundo con alimentos elaborados y Made in Argentina tiene varias restricciones

19 mayo de 2017

El lei motiv de convertir a Argentina en el “supermercado del mundo” vuelve a escena de manera recurrente en ciertos intervalos de tiempo.  Esta afirmación no toma en cuenta una serie de factores estructurales y exógenos que no dependen de nuestra toma de decisiones como país periférico. Y tampoco se toman en cuenta los datos objetivos.

La opinión generalizada de los analistas y el consenso general  argumenta que China seguirá dependiendo de Occidente pues no tiene capacidad para producir alimentos para los más de 1.300 millones de habitantes. Sin embargo, el Gobierno chino demuestra que está siguiendo una estrategia deliberada para hacer competitiva su agricultura tanto dentro del país como por medio de empresas chinas en el extranjero. A ello se suma el objetivo estratégico de desarrollar una industria alimentaria propia. Hay muchos indicios de que China busca crear una industria alimentaria propia, integrada verticalmente, capaz incluso de vender al exterior. Dicho en términos concretos, el valor agregado se hace adentro.

Aquí confundimos alimentos con materias primas y no son sinónimos. Basta ver la estructura de las importaciones chinas de los productos comprendidos en los capítulos 1 al 24 del nomenclador arancelario para observar que de los US$ 135.000 millones importados (dato para el 2014). El grueso de ellas se encuentra concentrada en materias primas, y no en alimentos industrializados. Del total antes indicado, el 68% está concentrado en 30 posiciones arancelarias donde todas son materias primas con la excepción del vino y leche en polvo (1% y 2,5% respectivamente del total de las importaciones agroindustriales).

Y es que todos los países en la medida de sus posibilidades tratan de lograr autónomamente su seguridad alimentaria y energética. De producirse este escenario de desarrollo chino en la industrialización de alimentos y que los datos de comercio exterior confirman, los países latinoamericanos podrían encontrarse manteniendo y profundizando el mismo perfil exportador que tuvo hasta ahora como proveedores de materias primas.

Una primarización como rasgo estructural donde la profundización de la asociación estratégica con China, iniciada con el Gobierno anterior, la intensifica. Nada nuevo aparecería en el horizonte.

Se podría argumentar la existencia de nichos de exportación para productos alimenticios manufacturados pero, tarde o temprano, las ventajas de localizarse en “el mercado a abastecer”, terminarían llevando a esa industria a radicarse en China o en algún otro país del sudeste asiático. Ya en su momento lo dijo en un reportaje en el diario La Nación a mediados del año pasado el presidente de Arcor, Luis Pagani, cuando señaló: “Hace tres años dije: tengo el sueño de que cada chino coma un Bon o Bon y dos Butter Toffee por año. En los próximos diez años, tenemos que tener un establecimiento industrial en algún país de Oriente. Es el sueño que tenemos. Y después del sueño viene la concreción del negocio”. Más claro imposible.

Y es que hay un tema central que no se dice y es que uno debe producir cerca de los mercados de consumo. Los aspectos logísticos, de comercialización y de distribución lo exigen más tarde o más temprano.

La relación económica con China con la región seguirá basada desde el lado chino como proveedores de bienes industriales, como importadores de los recursos naturales de la región y por el financiamiento de obras de infraestructura que viabilicen este modelo extractivo y apalanquen el desarrollo de negocios y mercado para sus empresas proveedoras de infraestructura. Una relación similar a la que tenía nuestro país y la región con Gran Bretaña hasta la década del '30.

China se mueve muy rápido en busca de su propio interés de largo plazo, mientras que las economías latinoamericanas ven la escena actual como una fotografía estática. El riesgo es que, a futuro, Latinoamérica podría transformarse en un subsistema económicopolítico conexo e interrelacionado con el Gigante asiático, como lo fue alguna vez de Europa. Más de lo mismo. Las asimetrías de escala entre China y América Latina impiden un modelo de relación alternativo. No sólo con China sino con el mundo. Veamos el mapa, que fue publicado en el Boletin Techint Nº 346 en un trabajo de Andrés Velazco (“América Latina tras el auge de los recursos naturales”), donde se puede observar al mundo ponderado por la distribución del PIB mundial. Las imágenes son más que elocuentes de nuestro lugar en el mundo.

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