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El plan necio de CFK

El plan económico delineado por CFK en su última aparición pública se propone repetir buena parte de los errores económicos que marcaron sus dos mandatos

29 mayo de 2017

Por Gabriel Caamaño Gómez Consultora Ledesma

En su última aparición pública, la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK) dio su visión sobre la realidad social, política y económica de nuestro país e, incluso, de la región (Brasil). Claramente, es al aspecto económico al que humildemente me voy a referir en los próximos párrafos.

CFK se refirió al plan económico del Gobierno de Mauricio Macri como “el del ajuste neoliberal” y hasta se animó a dar algunas “pinceladas” de lo que propondría en cambio: declarar la emergencia alimentaria, tarifaria y laboral; intervenir aún más en las cadenas de valor en cuanto a formación de precios se refiere, en general y en el caso de los alimentos, en especial, vía el dictado de legislación específica y el relanzamiento y profundización del régimen de Precios Cuidados. También condenó el endeudamiento público y se mostró preocupada por la sustentabilidad del sistema previsional.

Y no es por defender el plan económico de la actual Administración, respecto del cual he expresado en más de una oportunidad e, incluso, en estas mismas columnas, diferencias y reservas, pero es evidente que el plan económico delineado por CFK se propone repetir buena parte de los errores económicos que marcaron sus dos mandatos presidenciales (2007-2011 y 2011-2015).

Durante esos ocho años la economía argentina, lejos de crecer sustentablemente, registró uno de los períodos estanflacionarios más largos de su historia (bajo crecimiento entre puntas, con alta inflación e interrupciones continúas). Y, valga la salvedad, a diferencia de los '80, lo hizo en un contexto regional que avanzó en sentido exactamente opuesto y con los términos de intercambios y las tasas de interés más favorables de, por lo menos, los últimos 117 años.

Pero me gustaría profundizar, además, cinco ideas fundamentales y entrelazadas.

El congelamiento y eventual atraso de las tarifas de los servicios públicos fue una de las razones detrás del fuerte y sostenido crecimiento del gasto primario del Sector Público Nacional no Financiero (SPNNF, dados los esquemas de compensaciones/subsidios complementarios). Respecto de lo último, ese sostenido “tirón fiscal” derivó, primero, en un fuerte incremento de la presión tributaria, aún a pesar de los ingresos netos adicionales que supuso el fin de las AFJP y la creación del SIPA a fines de 2008 y, luego, en la pérdida del superávit primario y la profundización del déficit fiscal. Al respecto, en 2007 las transferencias corrientes del SPNNF al sector privado representaron 3,1% del PIB, en 2011 ya equivalían a 4,7% y en 2015 se ubicaron en 5,5%. En esos años la presión tributaria fue de 22,2%, 24,6% y 26,3%, respectivamente. En tanto, el ratio gasto primario del SPNNF versus PIB hizo lo propio en 15,4%, 19,6% y 24,4. El ratio gasto de capital SPNNF vs. PIB mostró un dinamismo bastante menor: 2,2%, 2,4% y 2,7%, respectivamente. Consecuentemente, el resultado primario del SPNNF (sin considerar giro e utilidades del BCRA y rentas del FGS del SIPA) pasó de ser superavitario en 2,9% del PIB en 2007, a ser deficitario en -0,7% en 2011 y en -4% en 2015 (sin contabilizar deuda flotante). Todos esos números ponen en evidencia el sesgo marcadamente expansivo que mantuvo el frente fiscal, especialmente vía gasto corriente, durante sus dos mandatos y sus consecuencias para el equilibrio fiscal y la presión tributaria.

En la medida que el frente fiscal mantuvo e incrementó su sesgo expansivo y el creciente déficit fue financiado cada vez en mayor medida con emisión monetaria (la otra opción era y es deuda, que CFK parece rechazar abierta

mente), la política monetaria quedó subordinada al rol de agente financiero (dominancia fiscal) y el Tipo de Cambio Nominal (TCN) se convirtió en el ancla de expectativas de corto-mediano plazo (tasa de devaluación siempre menor a tasa de inflación, como freno a la misma). La profundización y sostenimiento del proceso inflacionario, en ese contexto, derivó en un sostenido proceso de apreciación real. Entre 2004 y 2007, inclusive, el financiamiento aportado por el BCRA al Tesoro Nacional vía giro de utilidades y adelantos transitorios equivalió sólo 0,6% del PIB. Entre 2008 y 2011 ese ratio promedió un valor de 0,9%. En tanto que en el período 2012-2015 se disparó a 2,8%. Al último periodo hay que sumarle además el uso de reservas “de libre disponibilidad” del BCRA para hacer frente a los vencimientos de deuda en moneda extranjera (a cambio de letras intransferibles). Las tasas de inflación promedio anual para esos períodos fueron de 11,8%, 20,8% y 29,3%, respectivamente. En tanto que el Tipo de Cambio Nominal Multilateral (TCNM) acumuló un alza de 144% entre fines de 2007 y noviembre de 2015, a pesar de lo cual el Tipo de Cambio Real Multilateral (TPRM) se contrajo 44% en el mismo período.

La alta presión fiscal, la congestión de la infraestructura económica y el TCRM apreciado minaron progresivamente el dinamismo de los sectores productores de bienes transables y la inversión productiva que, en un contexto de demanda interna impulsada por el frente fiscal, derivó en una erosión del otro superávit (comercial), vía mayor dinamismo de oferta externa (importaciones) y en la necesidad de cerrar y regular cada vez más la economía, dado el riesgo creciente de volatilidad nominal que suponía la combinación de, por un lado, una oferta genuina de dólares declinante y una demanda especulativa de divisas alentada por las crecientes expectativas de volatilidad macroeconómica (falta de sustentabilidad del ancla cambiaria de cara al no tan largo plazo, dados desequilibrios macroeconómicos crecientes).

El resultado fue una economía cada vez más cerrada, cogestionada, regulada, incierta y cara con un macroestado deficitario y una presión fiscal en máximos históricos que ahogó al sector privado, en general, y al productor de bienes y servicios transables, en particular. En ese contexto, ni la economía, ni el empleo formal en el sector privado crecieron en forma sustentable. Una buena síntesis de la herencia económica que dejó CFK. Al respecto, entre 2007 y 2015 el PIB a precios constantes acumuló un alza de sólo 15,76% (1,8% promedio anual) frente a un consumo público que hizo lo propio en 45,8% (4,8% promedio anual), transformándose en la variable más dinámica por el lado de la demanda. En consecuencia, el PIB per capita a precios constantes acumuló un alza de sólo 5,8% (0,7% anual) entre puntas de los dos mandatos de CFK.

Precios Cuidados y otras medidas de corte adminitrativista fueron parches, a lo largo contraproducentes, que intentaron lidiar con los síntomas (bajar la fiebre) sin atacar la enfermedad: el sostenido sesgo expansivo del fiscal, con su nefasto corolario de creciente déficit y su contraproducente estrategia de financiamiento con emisión monetaria.

Para atrás

Ergo, no sólo perdimos el tren hacia el desarrollo que suponía el francamente favorable contexto externo. Además, en el tramo final de esos dos mandatos nos transformamos en una muy eficiente fábrica de pobreza y desigualdad.

CFK dilapidó, plan económico mediante, una relativamente buena herencia económica a la luz de los últimos 50/60 años y un históricamente buen contexto externo en pos de absolutamente nada perdurable.

Dicho todo lo cual y encarando el cierre de este artículo no puedo más que recordar algo que incansablemente repetía mi abuela: “El sabio aprehende de los errores de los demás. El inteligente, de los propios. El necio, ni de los unos, ni de los otros”. A la luz de lo cual, sin mayores reservas y sin sonrojarme, puedo decir que el plan económico esbozado por CFK es básicamente necio. No hay otra forma de describirlo mejor.

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