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“No hay recetas mágicas: cada país debe encontrar su modelo”

Carlos Magariños, Embajador en Brasil y coautor de "Llegar al futuro", analiza los desafíos de los tiempos que vienen

09 mayo de 2017

Entrevista a Carlos Magariños Embajador de Argentina en Brasil

El diplomático Carlos Magariños se alió con el empresario Darío Werthein para escribir “Llegar Al Futuro” (Sudamericana, 2016), en el que condensan y bajan al papel largas conversaciones, debates, propuestas e ideas para enfrentar los desafíos de los tiempos que vienen. Un escenario que interpela a la sociedad, el Estado y las empresas. En diálogo con El Economista, Magariños (con un largo y rico CV: fue secretario de Industria, representante económico en Washington DC, director general de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial y hoy representa al país en Brasil) nos habla de esos desafíos, la forma de enfrentarlos y, de yapa, de la situación económica y política en el principal socio comercial de Argentina.

Se suele mirar el futuro como una fuente más de amenazas que de oportunidades. ¿Es correcto? Me refiero, por ejemplo, a los avances de la robótica y la automatización como reemplazantes de la mano de obra humana?

Es correcto ver que tenemos una situación muy turbulenta en materia de las calificaciones que el empleo del futuro le va a demandar a los trabajadores. Probablemente sea un mal momento de la Historia para tener habilidades muy generales y un buen momento para tener habilidades singulares y mucha especialización. Eso no quiere decir que inevitablemente la gente que no tenga habilidades correctas se vaya a quedar afuera del mercado laboral. Significa que va a haber un desajuste entre oferta y demanda que los gobiernos y las empresas van a tener que enfrentar y sobre el que van a tener que trabajar. Se calcula que en el 2020 va a haber unos 70 u 80  millones de personas con habilidades que habrán desarrollado durante su vida adulta y que van a tener problemas para colocarlas en el mercado laboral. Pero al mismo tiempo va a haber unos 80 o 90 millones de puestos de trabajo que la industria va a demandar y que no van a ser provistos por el sistema tradicional de educación terciaria. Son puestos de trabajo nuevos. Si uno mira la estadística del mercado de trabajo americano, los puestos más demandados el año pasado no existían hace 7 u 8 años. Entonces hay un tema de reentrenamiento y calificación laboral, sobre el que hay que trabajar mucho y poner mucho esfuerzo.

¿Qué pueden hacer los gobiernos para facilitar ese matching y que haya menos desempleo eventualmente hacia futuro?

Las políticas públicas tienen que enfocarse mucho en encontrar los puntos de intersección con la demanda del sector privado. Actualizar los programas de entrenamiento y enfocarse en las habilidades más que en el conocimiento enciclopédico. Es decir, trabajar en una combinación de elementos. Nosotros proponemos algunas cosas en el libro. Pero, obviamente, no somos especialistas en educación así que lo planteamos desde el punto de vista de la experiencia de mirar estos números agregados que muestran la diferencia entre lo que se demanda en términos de habilidades y las habilidades que normalmente provee el sistema educativo. Es decir que ahí hay un desafío sobre el que hay que trabajar mucho, con un concepto de educación moderno, basado en el desarrollo de habilidades más que en el desarrollo de conocimiento enciclopédico.

¿Cómo se está preparando Argentina para este futuro que ya llegó?

Yo soy parte del Gobierno, represento al Gobierno ante Brasil y estoy convencido de que Argentina está tomando un rumbo moderno, constructivo y productivo. Me parece específicamente que en el área de educación ha empezado por donde tiene que empezar, que es reconocer los problemas y las dificultades de aprendizaje de los estudiantes y tratar de modificar esa realidad con trabajo a largo plazo. Construyendo sobre la capacidad de los estudiantes de desarrollar nuevas habilidades. Más cercanas a los requisitos de una economía moderna.

En cuanto a las relaciones internacionales, vemos a una Argentina que quiere integrarse más al mundo. ¿Eso también ayuda en ese sentido?

Formar parte de la economía global no es una opción. Es más bien un mandato. Lo que los países tienen que decidir es cuál es la estrategia más apropiada para insertarse en esa economía global, de manera de proteger el empleo nacional, de ayudar al proceso de transformación de la industria, de generar empleo de mayor calidad. Tu pregunta es muy pertinente y se relaciona con lo que hablábamos al principio. La formación de los trabajadores de la próxima generación va a estar muy relacionada con las necesidades de la industria, que va a demandar habilidades nuevas y modernas en tanto y en cuanto participe de las cadenas mundiales de valor. De las redes globales de producción. Eso le va a permitir su demanda de habilidades y las características de su tecnología. Va a permitirle sobre todo trabajar sobre este concepto moderno de innovación disruptiva, que genera empresas muy valiosas no sólo por los productos que generan sino por el valor que crean en la comunidad. ¿Quién hubiese pensado que una empresa como Mercado Libre podía ser la empresa más valiosa de Argentina? Y, sin embargo, así es. Por eso participar de la economía global es importante. Es una decisión estratégica que tiene que ver con perfilar un sistema productivo de generación de empleo y atracción de inversiones que permitan asegurarle prosperidad a los argentinos. Mejores condiciones de vida. Creo que el Gobierno hace un esfuerzo grande en ese sentido. En retornar al mundo. En volver a participar de una manera responsable y ser un ciudadano global responsable. Es muy provechoso para consolidar el desarrollo productivo y la estructura productiva del país.

El vínculo bilateral con Brasil es un capítulo importante, imagino. ¿Cómo está ese vínculo?

Las economías argentina y brasileña están profundamente integradas. Entre el año pasado y el que viene se celebran treinta años de los procesos de integración que iniciaron Alfonsin y Sarney, con la firma del Acta de Integración y del Tratado de Desarrollo y Cooperación en los años '86 y '88. La verdad es que hemos progresado mucho. Argentina tiene como principal destino de exportaciones industriales a Brasil. Y Brasil a Argentina. Brasil es el cuarto inversor en Argentina. La economía está fuertemente integrada y hemos logrado un nivel de complementación verdaderamente importante. Hay que continuar en ese proceso y enfrentar los nuevos desafíos. Los temas relacionados con los fundamentos técnicos. Las regulaciones sanitarias y fitosanitarias. La integración de estos mecanismos va a facilitar y promover mayores flujos de comercio. Sobre todo con las economías regionales, con las pequeñas y medianas empresas. Es muy importante trabajar con Brasil en esos temas concretos de la relación bilateral. Más allá de lo que siempre decimos acerca del carácter estratégico de la relación entre los dos países, es importante mover hacia adelante en términos prácticos la solución de problemas concretos.

¿Cómo está la crisis en Brasil? Siempre aparece un capítulo nuevo?

Lo que está demostrando la volatilidad económica y política de Brasil es que es un país que ha desarrollado instituciones fuertes. Ha enfrentado un tsunami económico y financiero en los últimos tres años y una situación de crisis política de la que ha salido y está saliendo con la fuerza de sus instituciones. Sin tratar  eludir ni hacerle un bypass a los problemas, sino enfrentándolos con la fuerza de la ley y con la esperanza de aclararlos y removerlos del escenario público. Por la vía de que cada uno de los actores asuma sus responsabilidades y pague los costos de cualquier equivocación y de cualquier actitud incorrecta o deshonesta que hayan tenido. Lo principal que uno tiene que mirar es que es una de las principales diez economías del mundo. Hace varias décadas que ocupa esa posición. Y siempre se lo ha visto como un país sobrerregulado, con una regulación complicada y difícil de penetrar. Lo que está mostrando es que las instituciones funcionan. Y que la solución se encuentra por esa vía. Y ese es un mensaje muy fuerte y muy bueno para Argentina, que tiene que continuar por el camino de fortalecer sus propias instituciones. Y eso va a generar en esta parte del mundo el poder proyectar una área atractiva para las inversiones, para el comercio, la producción y el desarrollo de unas habilidades y recursos humanos capaces de participar productivamente en la economía global.

¿Hay algún modelo a seguir o encontrar el propio? Ustedes en su libro hablan mucho del israelí, el Gobierno habla del australiano?

Cada país tiene que desarrollar su propio modelo. Tratar esos modelos en el libro tiene como propósito mostrar casos que puedan inspirar. Pero cada país tiene que desarrollar su propio conjunto de políticas. No hay recetas mágicas, no hay fórmulas salvadoras o atajos. Hay que trabajar en la construcción de un cambio cultural que permita el desarrollo a largo plazo.

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