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La corrupción acecha al mundo (y no sólo a Brasil)

El aprovechamiento indebido de los dineros públicos (y privados) es un flagelo creciente que convive, curiosamente, con la era de la hiperinformación

30 mayo de 2017

En las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores”. Así define la Real Academia Española (RAE) a la corrupción.

Y el provecho de unos pocos implica, además, el sufrimiento de millones. O incluso billones. “La carga (de la corrupción) recae desproporcionadamente en los sectores marginados. La corrupción drena las arcas del Estado y lastra el crecimiento económico de diversas maneras”, dice un nuevo trabajo del Fondo Monetario Internacional (FMI). ¿Cuántas personas no saldrán del desempleo en Brasil, el país del momento si hablamos de corrupción (aunque lejos de ser el único, obvio), porque no llegarán más inversiones?

Y llega, en varios casos, directa o indirectamente, a la muerte. Sí, como se dijo acá luego de la tragedia de Once, la corrupción mata, y vaya si hay ejemplos, allá y aquí también. Y, así, casi todos los demás argumentos contra la corrupción, que los hay y en demasía, se quedan cortos.

El mundo ha avanzado, y mucho, en diversas áreas, pero la corrupción no ha sido una de ellas. Hay, aún, demasiado por hacerse. Y, acaso, cada vez más. Lo advierte Transparency International en su último reporte. “Durante 2016, vimos que en todo el mundo la corrupción sistémica y la desigualdad

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