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El fenómeno de los trabajadores pobres

Cerca del 70% de los jefes de hogares con ingresos inferiores al valor de la canasta básica se encuentran ocupados

16 mayo de 2017

La idea generalizada que asocia la situación de pobreza con el desempleo o la inactividad puede ser puesta en discusión a la luz de ciertos datos oficiales. Según los resultados de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) correspondientes al tercer trimestre del 2016 casi la mitad de las personas que viven en hogares pobres están ocupadas. La diferencia fundamental con aquellas personas que también trabajan, pero no son pobres, se encuentra en las condiciones laborales: entre los primeros predomina el trabajo asalariado no registrado y el cuentapropismo, que suele ser más propenso a generar ingresos insuficientes para cubrir el valor de la canasta básica.

Según detalla un estudio publicado por la economista especializada en mercado de trabajo Roxana Maurizio (Instituto Interdisciplinario de Economía Política/Conicet), cuando se analiza la situación laboral de los individuos en edad activa que residen en hogares pobres se observa que alrededor del 46% de ellos están ocupados, 11% desocupados y 43% inactivos. En el caso de los adultos que viven en hogares fuera de la pobreza estos guarismos son 70%, 4% y 26%, respectivamente. “Aun cuando, como era esperable, entre los hogares pobres hay una sobrerrepresentación de adultos sin empleo, en casi la mitad de esos hogares éstos se encuentran ocupados. Más aún, alrededor del 70% de los jefes de estos hogares tiene un empleo mientras que un porcentaje significativamente menor, 11%, está desocupado”, apuntó Maurizio.

Si se observa la situación de los individuos en particular y no de los hogares se advierte que el 16% de las personas ocupadas es pobre de acuerdo a los datos oficiales. Dentro de este grupo el 50% del total lo representan los asalariados no registrados en la seguridad social, el 40% los cuentapropistas y algo menos del 10% los asalariados registrados. “Surge de ahí que lo que se vincula fuertemente con la pobreza es la informalidad”, sintetizó la investigadora.

Los asalariados no registrados reciben salarios netos significativamente más bajos que los registrados. Por ejemplo, mientras el salario mensual medio de los asalariados formales era en el tercer trimestre de 2016 de $13.500, el de los informales era de menos de la mitad, de $6.000. Según Maurizio, es discrepancia se debe al menos a dos factores.

El primero de ellos se vincula a ciertas características diferenciales de estos trabajadores en relación a los formales: suelen tener un nivel educativo más bajo y una proporción mayor de jóvenes y mujeres. Asimismo, están sobrerrepresentados en ciertas actividades económicas como el comercio, la construcción y el servicio doméstico. El segundo de los factores refiere a la existencia de brechas en las remuneraciones a favor de los asalariados registrados que no son explicadas por los atributos de los trabajadores ni de sus ocupaciones. Maurizio lo llama la “penalidad” de ingresos mensuales por informalidad: la brecha de ingresos entre dos trabajadores iguales pero en diferente situación de registración es de alrededor del 60% en Argentina (superior al 30% de Perú o el 25% en Brasil).

“Teniendo en cuenta la relevancia de los ingresos laborales en los recursos monetarios totales de los hogares, resulta alta mente dificultoso reducir significativamente los niveles actuales de pobreza e indigencia sin una baja también importante de la no registración laboral”, concluyó la investigadora.  Sin embargo, la formalización no resulta una tarea sencilla porque no sólo requiere políticas diseñadas a medida de la problemática sino también un contexto de crecimiento económico y demanda laboral laboral sostenida.

“Hoy estamos en el 30% de informalidad, pero a principios de la década del 2000 estábamos en 40%. Después de esa reducción importante que se produjo, queda una informalidad que posiblemente implique mayores esfuerzos para poder revertirla”, señaló Maurizio y explicó que aproximadamente un cuarto del total de asalariados informales trabaja en el servicio doméstico y el  65% se concentra en micro establecimientos. “Hay qué pensar que políticas aplicar ahí ?añadió?, porque probablemente no sean las mismas que para las grandes empresas. Se necesita una política más integral y más profunda que pueda darle a esos establecimientos mayor productividad y mayores niveles de inversión, para que de esa manera puedan mejorar las condiciones laborales”.

Otro aspecto que surge de la investigación es la muy elevada incidencia de la pobreza en hogares con presencia de menores. De aquí se desprendería la necesidad de ampliar la cobertura y el monto de programas como la Asignación Universal por Hijo.

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