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Estabilizar expectativas en una economía inflacionaria

El desafío ahora es alcanzar la estabilización permanente de la inflación sin controles de precios, ni de cambios, ni de movimientos de capitales

29 mayo de 2017

Por Héctor Rubini Instituto de Investigación en Ciencias Económicas de la USAL

La inflación no converge hasta ahora hacia la meta oficial, aunque cerraría el 2017 en poco más de la mitad de la de 2016.

La autoridad monetaria necesita y debe construir credibilidad. En cuatro meses, la misma se ha debilitado entre no pocos agentes. Ciertamente, la meta de inflación entre 12% y 17% fue demasiado ambiciosa, pero debe mantenerse. Sin embargo, no habría de descartar alguna complementación con otras herramientas.

El problema de origen es el escenario heredado en diciembre de 2015, con un desorden de precios relativos, donde algunos precios absolutos estaban regulados y mantenidos en niveles inferiores a los de equilibrio. Desde noviembre de 2011, al menos, el tipo de cambio nominal, al igual que el real, mostraban un marcado desalineamiento de cualquier nivel hipotético de equilibrio. Las tarifas públicas, subsidiadas desde 2002, quedaron desalineadas de niveles compatibles con un mínimo de rentabilidad de los servicios públicos que garantice cierto “piso” básico de inversión en mantenimiento de su infraestructura básica.

2016 y 2017

Aumentar el tipo de cambio y tarifas impacta directamente en los precios. La realidad del año pasado refutó a los que  afirmaban que ello no iba a ocurrir. La inflación declinó en el primer semestre del año pasado, pero en el primer cuatrimestre parece rígida a perforar el piso de 2% mensual.

Las autoridades optaron por postergar incrementos tarifarios para el último trimestre del año y suspender, por ahora, incrementos en pasajes. Algunos precios regulados, como el de las prepagas, registrarán aumentos en julio y agosto, meses en los que las subas de salarios, inferiores a la inflación del año pasado, podría contribuir quizá más a la recuperación de las ventas que a nuevas subas de precios.

Todo dependerá también de lo que ocurra con los números fiscales y su financiamiento. La evidencia de este año en materia inflacionaria no puede tampoco desacoplarse de los rojos fiscales del segundo semestre del año pasado y de la combinación de emisión monetaria y baja moderada de tasas de interés de corto plazo en ese período.

¿Podrá reanudarse, y de manera permanente, la baja de la inflación en lo que resta del año? Al menos hasta fin de octubre podría esperarse una inflación más en torno de 1% mensual que de 2%. Sin una sucesión de subas de precios regulados ni de salarios, dado el cierre a este mes de las paritarias salariales, la estabilidad del tipo de cambio y una mayor disciplina fiscal y monetaria tendrán un rol central en el tránsito hasta fin de octubre. Aun sin convergencia hacia la meta de inflación prevista para este año, el BCRA deberá ahora mantener el uso de las operaciones de mercado abierto con

pases y Lebac para contribuir estabilizar las expectativas.

Con las limitaciones ya aprendidas, el mercado financiero entiende también la razonabilidad de moderar las fluctuaciones del tipo de cambio, aun cuando la inflación no convergiera a 17% anual.

¿Podrá coordinarse un esquema fiscalmonetario con otro de reordenamiento de precios relativos vía actualización de tarifas, compensaciones salariales y estabilización de expectativas? En gran medida dependerá de los resultados de las próximas elecciones en octubre. Los ajustes de precios relativos tienen impacto distributivo más que visible, lo cual se expresa luego en conflictos políticos cuya solución exige compromisos incoherentes con metas de inflación razonables y compatibles con un sendero sostenible de financiamiento fiscal y de crecimiento económico.

Lo que empieza a percibirse de manera más explícita es el rol en la fijación y reajuste de precios de sectores no competitivos, que con precios regulados o no, buscan ganar la carrera respecto de otros fijadores de precios de manera permanente. Esto complica toda buena estrategia de metas fiscales y de inflación cuando la economía no crece.

Sin expansión del mercado interno, el que no logra ganar participación de mercado respecto de los competidores (vía nuevos productos, publicidad, u otra circunstancia favorable), tiende a incrementar los precios de sus productos al límite de lo que permite la demanda. Si los costos aumentan, y los demás precios también, el incentivo es a fijar precios en parte por el aumento efectivo de los costos, y en parte de acuerdo a previsiones, expectativas o conjeturas de futuros precios y costos.

Si la demanda cae, los precios no son ajustados rápidamente a la baja. En el caso de empresas no competitivas, y que fijan precios según la regla de un “mark-up” sobre costos, el ajuste de corto plazo para no sacrificar utilidades, es vía reducción de la producción, de costos variables, y suspensión de personal. A nivel agregado y a lo largo del tiempo, esto impide recuperar tasas de crecimiento razonables cuando se reactiva la demanda agregada, o cuando descienden las tasas de interés.

Mirando hacia el futuro, se impone estabilizar expectativas de inflación a niveles inferiores al 1% mensual de alguna forma, y esto va a requerir adecuaciones previas en varios frentes: precios relativos, política de ingresos, impuestos, gasto público, tipo de cambio, acumulación de deuda del BCRA bajo la forma de Lebac y, probablemente, nuevas reglas en materia de comercio exterior y de competencia.

El desafío

La generalización progresiva de ajustes no sincronizados de costos y precios no es causa de la inflación, pero, como se vio en los '80, genera una dinámica de inercia inflacionaria que propaga las presiones básicas de origen monetario y complica las estrategias de estabilización. La experiencia muestra que los intentos exitosos de liquidar esa indexación de facto en los '80 y '90 ha requerido estrategias de shock, con forma de control transitorio de precios o fijación de tipo de cambio. El desafío ahora es el de alcanzar la estabilización permanente de la inflación sin controles de precios, ni de cambios, ni de movimientos de capitales.

Eso exigirá coordinar los programas de reforma fiscal y de política monetaria con la política de ingresos. Esto es, conciliar lo que se debe hacer frente al desorden heredado en materia distributiva, fiscal y de precios relativos, con alguna forma de “acuerdo social” para contener demandas desmedidas. Controlar los rebotes desmesurados de precios evitaría retornar a lamentables experiencias del pasado. Pero esto exige no sólo un programa de estabilización coherente y políticamente sostenible. También una estrategia de crecimiento que torne creíble no sólo las metas de la autoridad monetaria, sino las de cualquier anuncio de efectivo ajuste fiscal. Guste o no, es condición necesaria, pero no suficiente, para cualquier sendero de crecimiento con menor inflación.

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