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Argentina debe exportar US$ 26.600 millones más

Si no lo logra, “no podrá sostener un crecimiento que permita generar empleo y reducir la pobreza”, dice Rodrigo Alvarez

26 mayo de 2017

El principal problema económico de Argentina en los últimos cincuenta años es la “restricción externa”. Tal es así que varios la han apodado la “restricción eterna”. La idea es simple: si toda la economía exporta US$ 100, y no ingresa ningún otro por financiamiento externo, entonces sólo se puede importar la diferencia entre esos US$ 100 y los dólares que tengan que usarse para pagar deuda. Y, “teniendo en cuenta que la producción local es muy dependiente de importaciones, si no suben las exportaciones, no podrá aumentar la producción”, dice Rodrigo Alvarez, socio y director de Analytica Consultora.

¿Cómo estamos hoy? Actualmente, el saldo entre exportaciones, importaciones y pagos netos de intereses es deficitario en 3 puntos del producto (alrededor de U$S 15.000 millones). “Esa brecha se cubre con ingresos netos de capitales, fundamentalmente por emisiones de deuda en moneda dura del sector público. Si bien el stock de deuda todavía se encuentra en niveles bajos, el ritmo de endeudamiento en dólares es una de las variables clave a monitorear. En un contexto de crecimiento, con mayor demanda de importaciones e intereses de deuda, generar las divisas para crecer requerirá de un dinamismo exportador mayor que el registrado hasta el momento. Además, si tenemos en cuenta que el tipo de cambio no acompañará en los próximos años otros factores de competitividad están obligados a entrar en juego para que el crecimiento sea sostenible”, describe Alvarez.

Los números simulados no mienten. “Como forma de testear la sostenibilidad planteamos el siguiente ejercicio de simulación: supongamos que la economía crece en torno a su producto potencial, en torno a 3% anual, con un tipo de cambio real y precios internacionales estables. Además, los requerimientos de importaciones se mantienen dentro del promedio histórico: cada punto de crecimiento de la actividad requiere de un alza de 3% de las importaciones, por lo que las compras al exterior treparán a un ritmo de 9% anual. Por último, supongamos que el Gobierno cumple las metas en materia fiscal y el ratio de deuda externa sobre PIB se estabilizaría en  torno a 43% del PIB en 2019. En ese marco, para que la economía tenga capacidad de pago de los intereses que devenga esa deuda y la mayor demanda de importaciones producto del crecimiento, las exportaciones de bienes y servicios deberán saltar U$S 26.600 millones (+37,7%), un nivel similar al alcanzado en 2011 (record histórico)”, dice Alvarez. Recordemos que, en 2016, Argentina exportó apenas por US$ 57.733 millones y 2017 no será demasiado mejor.

¿Cómo?

Ahora sí, la pregunta del US$ 1.000.000. O de los US$ 26.000 millones, en rigor. ¿Cómo obtener alcanzar el salto exportador? “La primera respuesta sería una mejora en la competitividad”, dice Alvarez. “Sin embargo, la dimensión cambiaria y fiscal de la misma se encuentran comprometidas debido a la estrategia macroeconómica del Gobierno”, advierte. El tipo de cambio real no mejorará y “a su vez, la estrategia fiscal gradual hace inviable una agresiva quita de impuestos al comercio exterior”. Por acá no.

¿Existen otras formas de mejorar la competitividad externa? El informe de competitividad global que elabora el World Economic Forum registra doce pilares sobre los cuales se construye la competitividad. Allí se encuentran variables como instituciones, entorno macroeconómico, infraestructura y eficiencia del mercado de trabajo. ¿Y ahí cómo venimos? Mal. En repechaje, como la Selección. En la posición 104 sobre 140 países relevados.

En los doce pilares, Argentina se encuentra muy rezagada contra sus pares en seis dimensiones: entorno macroeconómico, infraestructura, calidad institucional, actualización tecnológica, desarrollo del sistema financiero, eficiencia en el mercado de bienes y eficiencia en el mercado de trabajo.

Alvarez destaca que “algunas de las principales políticas del gobierno apuntan a corregir este atraso relativo” y menciona, por ejemplo, que desde el Ministerio de Producción se ha avanzado con programas de reconversión productiva y financiamiento que apuntan a mejorar la actualización tecnológica y lograr mayores grados de eficiencia en ramas de la producción rezagadas de la competencia internacional.

“Asimismo, los acuerdos sectoriales entre sindicatos, los representantes patronales y el Gobierno son la base para alinear incentivos y lograr crecimiento con equidad que mejore las condiciones de todas las partes”, amplía. Asimismo, “y aunque con costos, el combate a la inflación reduce la volatilidad macroeconómica y la incertidumbre, dando lugar al desarrollo de un mercado financiero que canaliza el ahorro interno hacia la inversión a la vez que extiende el horizonte de planificación de las empresas y las familias”.

En materia laboral, agrega, “también hay avances aunque acotados”. Programas como el Plan Empalme y Empleo Joven, dice, dan incentivos a la contratación de mano de obra. “Sin embargo, los niveles de litigiosidad laboral e impuestos al trabajo siguen siendo muy superiores a los de otros países de Sudamérica”, advierte.

Son los plazos

Pero el principal obstáculo de la agenda de la competitividad está en los plazos. “El sendero que se trazó el Gobierno es el correcto pero el margen de maniobra es acotado. Corregir los retrasos en materia institucional, regulatoria e infraestructura requiere de mucho tiempo”, dice.

El salto exportador necesita que el Gobierno logre avances en materia de competitividad a una velocidad mayor. “Si no se logra mejorar sustancialmente la eficiencia de la economía doméstica, no se podrá sostener un ritmo de crecimiento que permita generar empleo y reducir la pobreza, la vara con que el Gobierno pidió ser evaluado”, concluye Alvarez.

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