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“En la calle, los brotes son amarillos”

"Cuando los salarios le empiecen a ganar a los precios y se acentúe el crecimiento del empleo, los brotes empezarán a sentirse", dice J. Francisco Campodónico

12 abril de 2017

Entrevista a Juan Francisco Campodónico Ieral de la Fundación Mediterránea

En diálogo con El Economista, Juan Francisco Campodónico, investigador del Ieral de la Fundación Mediterránea, ofrece su visión sobre la marcha del nivel de actividad, los precios y opina sobre la paradoja que genera una economía que, lentamente y con vaivenes, mejora y unas expectativas que se deterioran.

¿Cómo arrancó el nivel de actividad de la economía en el primer trimestre?

Si bien faltan publicarse algunos datos, gran parte de las cifras de marzo confirman que el rebote se mantiene, cerrando un primer trimestre posrecesión bastante más sólido que otras experiencias como la del 2015. Los patentamientos de 0 KM cerraron en +41,8% interanual, los despachos de cemento crecieron 6,1% (anotando un record en marzo) y las escrituras en CABA (hasta febrero) ascendieron 53,8%. Digo gran parte de las cifras porque algunos indicadores todavía muestran un rezago en la recuperación a causa de la “inflación correctiva” del 2016: de alguna manera, las medidas necesarias y urgentes que se tomaron el año pasado tienen un costo que todavía están sintiendo algunos sectores, como la industria, que no repunta. Por ejemplo, la producción de autos cayó 7,4% interanual en el primer trimestre, generando una brecha con los patentamientos explicada en cierto modo por importaciones. Otra variable que sigue en terreno negativo es el consumo. Esto se ve evidenciado en la recaudación asociada al consumo interno, en el que todavía no logra ganarle a la inflación, aunque desde octubre del año pasado viene desacelerando la caída (marzo cerró -1% interanual). Sin embargo, que el consumo todavía no rebrote no debería sorprendernos. El nuevo modelo económico prioriza otras variables, como las exportaciones y la inversión, y recién como resultado surge el consumo. Una vez analizado el panorama puedo contestar que, evidentemente, el nivel de actividad arrancó bien respecto al cuarto trimestre del año pasado y al compararlo con otras salidas de recesiones. Igualmente no quiero dejar de aclarar que el exitoso blanqueo de capitales, captado en la recaudación de marzo, está ayudando a la transición (de manera temporal) mientras que el BCRA siga con su actitud conservadora.

¿Ve factible un crecimiento de 3,5%, como plantea el Gobierno? En el REM, el consenso está debajo de 3%...

En primer lugar, no creo que sea tan relevante la discusión sobre si vamos a crecer 2%, 3% o 5% en 2017. Tras un 2016 para el olvido, cuando el Gobierno tomo costosas medidas, en comparación, en el 2017, vamos a crecer por encima del 2% para recién retomar el nivel del PIB de 2015. Te podría decir que nuestras estimaciones dan entre 2,5% y 3%, sin embargo, esas proyecciones pueden variar constantemente por múltiples razones. Como piso, según el EMAE, tenemos un arrastre estadístico de 1,3%. Ojalá sirva el punto de partida. Por eso, repito, discutir los decimales está bien, pero se lo dejo a los especialistas de Cuentas Nacionales. Lo que sí me parece interesante analizar es si la economía crecerá de manera no volátil en 2018, que será un año no electoral. Eso es algo a lo que no estamos acostumbrados.

El presidente del BCRA, Federico Sturzenegger, dijo hace unas semanas que se venían tres meses “delicados” en lo referido a precios. Febrero dio 2,5%, marzo 2,4% y en abril veremos una cifra similar. ¿Ve factible que la meta del BCRA para 2017?

En mi opinión, las metas para el 2017 son ambiciosas pero no son imposibles. Justamente, son metas. En el día a día nos ponemos objetivos difíciles, pero nos sirve como guía u horizonte. Es decir, si el BCRA quiere lograrla puede hacerlo, pero para eso debería descuidar otros indicadores, como la actividad económica y el tipo de cambio. Entonces, para mí, la pregunta es si conviene que el BCRA logre la meta o no. Creo que lo más importante es cómo se comportan los precios en el segundo semestre de 2017 respecto del mismo período del año anterior ya que, para lograr la meta hoy, se necesitan variaciones del 1% mensual de aquí en adelante, siendo un objetivo difícil. De esta manera, no creo que la credibilidad del BCRA corra peligro este año. El escenario que veo más factible es el de una inflación acumulada por encima del techo de la meta (17%), cercano a lo que espera el mercado (21,2%), pero con un fuerte proceso de desinflación para el segundo semestre de 2017. Será un éxito comparado con la inflación de 40,6% de 2016.

¿Serán solo tres meses “delicados”, o podrían ser más? Me refiero a la inercia, la indexación de hecho y los famosos efectos de “segunda ronda”?

En mi opinión, después de abril comenzará con más fuerza un sendero de desinflación. Sin embargo, considero que recién en julio comenzaremos a ver guarismos que lo confirmen. Cuando tenés inflation targeting, todos los meses son delicados dado que constantemente el BCRA debe comunicar sus errores y hazañas y con qué instrumentos lo hace. Es un sistema que, para el BCRA, le permite actuar más discrecionalmente en el corto plazo, pero siempre con un objetivo de largo plazo. Es por eso que el presidente del BCRA debe estar preparado para endurecer la regla mientras haya discrepancias significativas entre las expectativas del mercado (REM) y las metas. Evidentemente, la política monetaria no va a ser la que reactive la economía en este semestre.

Pese a los brotes verdes, el repunte aún no se siente en “la calle”, tal como muestran diversas encuestas. ¿Qué motiva esa desconexión y cuándo, si es que lo hace, se saldará?

Sí, sin dudas, más que brotes verdes, en la calle hay brotes amarillos. Esto se ve reflejado, por ejemplo, en los indicadores de confianza que releva la UTDT. La confianza del consumidor se mantuvo estable en marzo, pero la del Gobierno marcó su mínimo en la era Cambiemos. Lo más cercano a “la calle” es “el bolsillo”. Cuando los salarios le empiecen a ganar, en el margen, la carrera a los precios, y cuando se acentúe más fuerte el crecimiento del empleo registrado, los brotes empezarán a sentirse. Pero no por eso se puede decir que seguimos igual que el año pasado. Muchas veces a los economistas nos tildan de “fríos” porque reducimos todo a los números y no tenemos en cuenta lo que se percibe en la calle. Sin embargo, una visión sesgada no puede valer más que los datos objetivos. Por eso, nuestro desafío profesional es, sin dudas, no olvidar que detrás de los números hay personas.

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