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El contexto mundial se torna menos hostil para Argentina

Luego del 1,3% de 2016, el PIB de los socios comerciales del país, ponderado por su relevancia comercial, se expandiría 2,8% en 2017

26 abril de 2017

El autor es investigador del Ieral de la Fundación Mediterránea

El  2016 constituyó una “tormenta perfecta” para el nivel de  actividad de Argentina. En lo interno, dominaron las medidas de salida de la “inflación reprimida” que se había acumulado en los años previos pero, además, el año pasado la economía mundial atravesó por un verdadero cono de sombra, con el  resurgir de los temores al “estancamiento secular”,   presiones deflacionarias que hicieron caer el precio del petróleo al nivel más bajo de los últimos quince años y un comercio global que comenzó a contraerse.

Como parte de estas tendencias, el PIB de los socios comerciales de Argentina,  ponderado por su participación en la canasta exportadora de manufacturas, creció en 2016 sólo 1,3%, el guarismo más bajo desde la crisis de 2009, cuando lo había hecho apenas 0,1 %.

Todo cambia

Afortunadamente, algunas de aquellas amenazas sobre la economía mundial están cediendo, y el PIB de los socios comerciales del país podría expandirse 2,8% en 2017, en un movimiento que tendría continuidad en 2018, cuando podría hacerlo al 3,5% anual, de acuerdo a la última actualización de las proyecciones del FMI.

Cada trimestre de 2016 tuvo sus hitos. Primero se encendieron las alarmas vinculadas con China, después sobrevino el triunfo del Brexit en Gran Bretaña,  en el medio una crisis en Brasil que parecía sin salida y, hacia el final, la elección en Estados Unidos en la que Donald J. Trump ganó con un programa que, en los papeles, habría de poner en jaque la globalización.

Visto en perspectiva, puede decirse que la concentración de malas noticias que caracterizó al 2016 fue la resultante de la sucesión  de decepciones por el magro crecimiento mundial tras la crisis de 2009,  que pusieron al desnudo el deterioro de la distribución del ingreso en un buen número de países desarrollados, y el traslado de ese malestar al plano institucional, que puso en crisis a gobiernos y partidos políticos, todo potenciado por el momento de mayor flujo migratorio hacia la Unión Europea, alimentado por las guerras de Medio Oriente.

Un año después, la presión migratoria es mucho menor, las proyecciones para la economía mundial mejoran ostensiblemente, no sólo para 2017 sino también para 2018, el comercio global vuelve a terreno positivo y los escenarios políticos más extremos parecen ser superados. En un escenario contrafáctico, si el referendo británico se hiciera ahora, muy otro podría ser el resultado.

Noticias positivas

Para Argentina, hay un dato adicional también positivo, que es la esperada salida de Brasil de la recesión. Luego de una caída acumulada de casi 8% del PIB entre 2015 y 2016, el vecino país podría llegar a crecer hasta 1% en 2017, teniendo en cuenta los datos preliminares del primer trimestre, una recuperación que pasaría a ser muy significativa hacia 2018. Dada la incidencia de Brasil en el panel de socios comerciales de la Argentina, el indicador que mide el PIB de esos países, ponderado por su participación en nuestras exportaciones manufactureras, pasaría de un magro 1,3% en 2016 a 2,8% en 2017 y 3,5% en 2018, teniendo en cuenta también las últimas proyecciones del FMI para China, la India, Estados Unidos, eurozona, Chile y México, entre otros.

La “mala suerte” del primer año de gestión del Gobierno quedaría atrás, aunque lejos todavía de la fortuna de la administración anterior en ocasión de las presidenciales de 2011, que se realizaron en el contexto de un crecimiento acumulado de los socios comerciales de 10,5 % entre 2010 y 2011.

Riesgos y capacidades

El hecho que el mundo comience a ser menos hostil promediando el segundo año del actual mandato presidencial no quiere decir que el escenario esté exento de riesgos, tanto políticos como económicos. Las fricciones comerciales no han desaparecido, las tasas de interés en Estados Unidos habrán de seguir subiendo, el rumbo de Brasil no está asegurado.

Además, existen otros dos interrogantes.

¿Qué capacidad tiene Argentina de aprovechar oportunidades de exportación tras la desarticulación de cadenas globales de valor que ocurrieron durante los cuatro años de los cepos?

¿Cómo podrá hacerlo con un peso que hoy luce 30% más apreciado que en 2011, en la medición multilateral?

No puede ignorarse que el aislamiento comercial del país, que tuvo su peor momento 2012 y 2015, ha dejado secuelas y problemas de competitividad que no serán fáciles de superar. No sólo por su impacto en las capacidades productivas de la industria, sino por el hecho que forjar acuerdos comerciales con otras regiones del planeta habrá de implicar hacer concesiones sobre nuestro propio mercado. Las negociaciones con la Unión Europea y la cumbre presidencial de esta semana entre Muricio Macri y Trump darán señales más nítidas en ese sentido.

Respecto del tipo de cambio, hay pocas expectativas de modificaciones significativas, mientras exista financiamiento internacional para el abultado déficit fiscal. Por ende, la agenda de competitividad sistémica vuelve una y otra vez al primer plano. En un reciente seminario de la Asociación Empresaria Argentina (AEA)  se mostró que los servicios asociados a un contenedor de exportación insumen US$ 2.900 en el país y US$ 900 en Chile, una brecha que no debería generar dudas acerca de por dónde empezar a abordar la cuestión del “costo argentino”.

Los acuerdos sectoriales a favor de mayor productividad, que arrancaron para el caso de Vaca Muerta, deberían proliferar a mucho mayor ritmo. Al menos ahora parecen surgir oportunidades para los negocios de exportación, algo que doce meses atrás el mundo estaba poniendo en duda.

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