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¿Y si hablamos de productividad?

Hay ciertos temas inconducentes que van y vienen todos los años, y varios otros que nunca aparecen en la discusión, y deberían hacerlo.

22 marzo de 2017

Existen ciertas situaciones que se repiten año tras año en nuestro país, sin que se les encuentre una solución. Seguimos utilizando soluciones viejas que no funcionaron en el pasado y que tampoco lo hacen en el presente.

En estos días, hay discusiones entre los sindicatos por un lado y empleadores (empresarios y/o Gobierno) por el tema de las paritarias salariales. Desde el lado de los sindicatos, se busca recomponer el duro golpe al bolsillo de los trabajadores que significó la elevada inflación de 2016 (superior al 35%). Como contrapartida, quienes deben abonar dichas remuneraciones sostienen que lo que debe mirarse es la inflación proyectada hacia adelante y no la que ya es historia pasada. En base a esto, se busca utilizar como referencia el objetivo superior del BCRA de inflación en 2017 que fue establecido en el 17%. Y ante la amplia brecha existente entre las posturas, el conflicto no cesa, dejando al trabajo en un segundo plano y disminuyendo las probabilidades de mejoras en el futuro. El caso más difundido en estos días es el de la paritaria docente, que está negando la posibilidad de una correcta educación para quienes tienen en sus manos el futuro de nuestro país.

Más allá de que los aumentos estén por debajo de la inflación o no, los sueldos argentinos en dólares son caros comparados con los del resto del mundo que ofrecen productos (o materias primas) iguales a los nuestros. Sin ir más lejos, con un dólar casi planchado en el último año y los aumentos salariales que se están concediendo, la mano de obra en argentina es hoy cerca de 20% más cara en dólares que un año atrás. Pero, claro, los otros países no tienen los niveles de inflación que tenemos en estas tierras y estos aumentos tan elevados comparados con los de ellos no alcanzan a mantener el poder adquisitivo de los trabajadores.

Sigue girando

Pero este no es el único problema que se repite todos los años, con respuestas similares. Por el lado de empresarios y economistas, muy frecuentemente se habla del atraso cambiario y de cómo esto mina la competitividad de nuestra industria. Todos los gobiernos, sin importar el color político, les gusta utilizar al dólar como ancla inflacionaria. Sin embargo, el uso de esta herramienta termina impactando en un menor nivel de competitividad.

Obviamente también la diferente carga impositiva tiene su alto impacto. En este aspecto, en principio, comenzaría a avanzar el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, en algún momento de 2017 (antes o después de las elecciones según la conveniencia política, ya que lamentablemente el cortoplacismo seguirá primando, pero al menos aparece en agenda).

Pero algo que nadie pone nunca en discusión (más allá de hacerlo en conferencias y charlas de café que solucionan los problemas del mundo pero que no son puestas en práctica en nuestro país) es el tema de la productividad.

Es casi un tema que se considera como tabú para gran parte de la sociedad. Pensar que un incremento en la remuneración deba estar vinculado a una mejora en la productividad, consiguiendo, por ejemplo, producir más unidades en una misma hora de trabajo, es algo que nadie pone en la mesa de discusión. De la misma manera, que empresas dejen de ver al tipo de cambio como un obstáculo y que produzcan una innovación en la modalidad de producción o un producto innovador que no dependa sólo del tipo de cambio, es otro tema alejado de las reuniones y discusiones en nuestra sociedad.

Asimismo, los reclamos de la sociedad hacia el Gobierno de mejoras en la infraestructura, medios de transporte y reducción de la burocracia administrativa son prácticamente inexistentes.

Sin embargo, si miramos la evolución que han tenido en la productividad distintos países, claramente Argentina se ha quedado rezagada. En el gráfico podemos observar la evolución de la productividad desde el año 1950 de cinco países: Alemania, Argentina, Chile, Gran Bretaña y Estados Unidos.

Allí podemos observar que tanto Chile como Alemania se encontraban con una productividad inferior a la de nuestro país al comienzo de la serie histórica. En el caso de Alemania, recordar que en ese momento se encontraba dividida luego de la Segunda Guerra Mundial.

Si la comparación la efectuamos con Gran Bretaña, de tener una productividad de la hora de trabajo 22% mayor que la de Argentina en 1950 pasó a ser 114% más en 2016.

Y mucho se habla de la diferencia en el precio de los productos existentes en Estados Unidos (Miami lleno de turistas argentinos es una prueba de ello). Más allá de la importación de productos asiáticos de menor costo (en disputa en este momento por las políticas de Donald Trump), el nivel de productividad de una hora laboral en Estados Unidos (tecnificación e innovación mediante) fue 402% más que en Argentina. En algún momento deberemos empezar a incluir ese tipo de temas en agenda de la opinión pública si deseamos que nuestra sociedad comience a mejorar en su calidad de vida y que dejemos de tener los mismos problemas sin solución, año tras año.

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