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Superar los dilemas de la política económica

13 marzo de 2017

por Pablo Mira

La estrategia de “liberación de las fuerzas productivas” de la primera etapa del nuevo Gobierno probó ser ineficaz, y los efectos recesivos de las medidas tomadas se hicieron sentir. Tal como marca la historia local reciente, las liberalizaciones cambiarias, el ajuste de tarifas y la apertura comercial suelen afectar negativamente la actividad en el corto plazo, y esta no fue la excepción.

Aun cuando las autoridades priorizan la lucha contra la inflación a la actividad, los datos de febrero y marzo apuntan a un rebote en los precios que pone al Gobierno en una encrucijada: con expectativas de inflación renovadas, las negociaciones salariales difícilmente se moderen. Una actividad que se rehabilita demasiado lentamente más una inflación que no cede es la receta perfecta para un panorama político de descontento. Este es el primer dilema que enfrenta la política económica: cómo convencer a los agentes de que se saldrá rápido de la estanflación.

Una segunda encrucijada se emparenta con la sustentabilidad externa. Un tipo de cambio real en continuo deterioro puede facilitar una mayor demanda agregada en el corto plazo, pero desestimula la producción de transables que Argentina necesita como agua para funcionar. El agro mostró cierta recuperación, pero las exportaciones industriales sufren doblemente el atraso cambiario y la recesión brasileña. El dilema es que un tipo de cambio flotante con expectativas de apreciación no es compatible con la capacidad de generar incentivos a la exportación.

La tercera encrucijada es fiscal. El gasto público mostró por ahora rigidez a la baja, y la obstinación por ejercer una dominancia monetaria extrema obliga al endeudamiento continuo, que crece a tasas que pronto se pueden tornar preocupantes para la sostenibilidad de las cuentas públicas.

Seamos claros. Los dilemas macro son moneda corriente en la economía argentina desde hace varias décadas y algunos de ellos se gestaron durante la administración anterior. La diferencia es que un conjunto de políticas basadas en reglas duras y puristas, en lugar de resolver los problemas, los agudiza. Encaminar los dilemas requiere de flexibilidad de políticas, del anuncio de metas creíbles con alta probabilidad de cumplimiento, y de un gradualismo paciente.

hTomemos como ejemplo la contienda contra la inflación. Argentina parte de una situación de inflación moderada con elevada inercia. Se trata de un fenómeno que, si bien no contribuye al crecimiento de largo plazo, tampoco lo anula de manera permanente. Esto significa que se puede vivir perfectamente con una inflación que tienda lentamente a la baja sin sacrificar demasiada actividad económica. El gradualismo es necesario porque la desindexación de la economía requiere coordinación, y una coordinación efectiva y duradera lleva tiempo.

La historia de las desinflaciones exitosas en América Latina es contundente respecto de la necesidad de manejarse progresivamente y con cautela. Chile sufrió, casi como nosotros, de 12 años de inflación moderada, y Colombia experimentó una situación similar durante 26 años. Ambas economías requirieron de una década y media para converger a una inflación aceptable y con baja inercia. Durante todo el proceso, los salarios reales no fueron la variable de ajuste y las economías lograron crecer razonablemente al tiempo que moderaban la suba de precios.

En América Latina, enfrentar los dilemas de la política económica requiere de una buena dosis de pragmatismo, pluralismo teórico y una revisión de experiencias locales similares, y no una fe hipnótica en modelos teóricos que aplican a países que no comparten nuestros problemas.

(*) Economista

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