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“Será difícil que el IPC suba menos del 25%”

01 marzo de 2017

Entrevista a Ramón Frediani, Economista (UNC)

En diálogo con El Economista, Ramón Frediani, profesor de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y analista de larga trayectoria, pide que el Gobierno ponga un “plan de crecimiento económico” sobre la mesa. No cree en los brotes verdes, aunque reconoce que el PIB podría subir entre 2% y 3%, apenas para recuperar el terreno perdido en 2016. “Lo único en auge y rentable es la inversión financiera y, dentro de ella el 'carry- trade', lo que un par de décadas atrás se llamaba “la patria financiera” y que beneficia a menos del 1% de la población”, dice Frediani, quien pide que se mida el déficit agregado, incluyendo, además de la Nación, a las provincias, los municipios, las empresas estatales y el déficit cuasi fiscal del BCRA. Ese rojo, dice, “sigue próximo al 8% del PIB (casi US$ 40.000 millones)”.

¿Está creciendo la economía o simplemente se está estabilizando el nivel de actividad?

Aún no hay un plan de crecimiento económico sino que prosigue en ejecución un transitorio plan de ordenamiento económico, indispensable como paso previo para que, luego de un par de años (2016 y 2017), se pueda implementar aquel recién a partir del 2018. Con lo que dejó el kirchnerismo, hubiera sido imposible iniciar inmediatamente con un plan de crecimiento económico por el gran desorden de toda la estructura macroeconómica del país y que aún no ha sido totalmente ordenada.

¿Qué perspectivas hay para 2017? Todavía hay varias incógnitas a develar: la inflación, las paritarias, la fortaleza de la recuperación en Brasil, las tasas de la Fed, Trump y demás?

El 2017 será complicado tanto internamente como por el panorama internacional. Con suerte, la luz del túnel se verá en el 2018. Podrá haber una leve mejora en el consumo interno en los tres meses previos a las elecciones gracias a múltiples medidas (anabólicos fiscales) que se tomarán, pero nada que signifique un crecimiento de la economía más allá de 3%, apenas para compensar la caída del año anterior. Y eso sin restarle el 1% anual de crecimiento poblacional para expresarlo en términos per capita.

¿Le parecen cumplibles las metas fiscales que anunció Nicolás Dujovne en la semana que pasó? Descansa sobre dos grandes apuestas: congelamiento del gasto real y crecimiento de 3,5% en 2017, 2018 y 2019?

El gasto público no está congelado y esa afirmación del ministro es para la tribuna pues hasta octubre tendrá una obvia prioridad electoral, y menos aún el déficit fiscal total del Estado, sumando Nación, provincias, municipios, empresas estatales y el déficit cuasi fiscal del BCRA, que sigue próximo al 8% del PIB (casi US$ 40.000 millones). Las provincias y los municipios no están haciendo esfuerzos para bajarlo. Salvo Santiago del Estero y San Luis (únicas con presupuestos superavitarios), todas las demás provincias tienen elevados déficit fiscales, hoy financiados con emisión de deuda en dólares a entre el 8% y 10% de interés anual. En materia de crecimiento, no hay condiciones objetivas para que la economía crezca más allá de 2% o 3% en el 2017 porque los dos motores más importantes de una economía de mercado están prácticamente apagados: la inversión productiva y las exportaciones. Será apenas una recuperación del 2,5% negativo que tuvimos en el 2016 (-3,5% si la caída la expresamos per capita). Lo único en auge y rentable es la inversión financiera y, dentro de ella el “carry- trade”, lo que un par de décadas atrás se llamaba “la patria financiera” y que beneficia a menos del 1% de la población. Todo lo demás está en punto muerto y a la espera de tiempos mejores.

¿Cómo está viendo la inflación? Hay algunos que tienen una fe ciega en la política monetaria como la salvadora y otros que, aun sin desmerecer su rol, operan otras fuerzas también?

La meta de inflación fijada por el BCRA es voluntarista y no realista. Nos recuerda lo que dijo el ex ministro de Economía, Juan C. Pugliese, en vísperas de la hiperinflación de 1989: “Les hablé con el corazón y me respondieron con el bolsillo”. Con las subas de tarifas, combustibles, salarios y el alto costo financiero y tributario que enfrentan las empresas, será difícil que este año termine con una inflación menor al 25% , aunque estimo no mayor al 27%. Aún así, habría que evaluarla como un gran progreso respecto al 41% del año anterior.

Cada modelo económico tiene ganadores y perdedores. En el actual modelo, uno de los ganadores, como dicen todos, es la agroindustria (se le quitó presión impositiva, se devaluó, hay algunos reintegros y demás). ¿A qué sectores les costarán más éstos años?

Una cosa es la actividad agropecuaria y otra la agroindustria. La primera ?que sólo representa 6% del PIB? es rentable y tiene mucho futuro porque tiene alta competitividad en términos internacionales, pero la agroindustria (el 7% del PIB) es diferente pues sus empresas sufren baja productividad, conflictividad laboral que no tiene el campo, atraso tecnológico, altos impuestos y logística y tipo de cambio no competitivos. De todas maneras, ambos sectores llegan al 13% del PIB. Lamentablemente hemos pasado de una economía de la producción a una economía de la renta. Pierden todos los que producen algo pues sobre ellos recae toda la presión fiscal y, por el contrario, ganan todos los que especulan con activos financieros pues no sufren la conflictividad laboral ni la deficiencia de la logística de la economía real y casi no pagan impuestos o lo hacen marginalmente.

Mirando un poco el mediano plazo (o largo plazo para la cortoplacista métrica criolla) aparecen las elecciones legislativas. El resultado no será neutral para la economía. ¿Qué pasa si Cambiemos gana y qué pasa si pierde?

Cualquiera sea el resultado, a partir de noviembre próximo el Gobierno sí o sí deberá pasar del actual plan de ordenamiento de la economía a un plan de crecimiento, con énfasis en la inversión productiva y en las exportaciones. Ordenar no garantiza necesariamente crecer. Una cosa no necesariamente implica la otra y el ejemplo más evidente es Japón: una economía y una sociedad ordenada, pero aún así pasó 23 años sin crecer desde 1992 al 2015. Durante ese lapso sólo tuvo especulación financiera, revaluación de su moneda frente al dólar y mucho “carry trade”. ¿Similitud con nuestra situación actual? Sugeriría al Presidente y su equipo meditar sobre esto.

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