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La Doble Nelson

06 marzo de 2017

por Juan Ignacio Fernández (*)

Si no llegás a fin de mes, es porque te hicieron la Doble Nelson.

En primer lugar, sos víctima de una presión tributaria récord, superior al 50% para el que está en blanco. Eso te deja con un ingreso disponible sustancialmente inferior al que tendrías si vivieras en un entorno con un Estado menos voraz. En este punto, es menester recordar la ley gravitatoria: cuanto más gasta el Estado, menor tiende a ser tu ingreso disponible. En otras palabras: cuanto más grande el Estado, menos te queda a vos para gastar del fruto de tu trabajo.

Por otro lado, vivís en una economía que no crece desde hace cinco años, y eso implica un empobrecimiento tanto en términos relativos (en la comparación con otros países) como en términos per cápita. O sea, hoy producimos la misma cantidad de bienes que hace cinco años, pero esos bienes los repartimos entre más personas: el crecimiento poblacional promedio se ubica en torno al 1% anual, lo cual implica que repartimos la misma riqueza entre una población 5 y algo por ciento mayor. Resultado global: en promedio, somos todos más pobres.

Es por eso que en realidad el enemigo no es “el tarifazo”, sino el no crecimiento y la presión tributaria actual, que inhibe el despegue de la economía.

Algunos ejemplos

Un ejemplo claro de cómo un menor peso del Estado y menores subsidios incluso pueden implicar una mejor salud de la macroeconomía y mejores condiciones a la hora de generar empleo y mejoras salariales sostenibles es, nada más y nada menos, que el contexto argentino de 2006.

En ese entonces, el peso de los subsidios económicos y del Estado sobre el PIB era sustancialmente menor, y sin embargo el trabajador promedio llegaba mejor a fin de mes, pagando las tarifas sin mayores problemas, a diferencia de lo que sucede hoy en día.

O sea, hace 10 años había menos subsidios que ahora y, sin embargo, las tarifas eran mucho más pagables, todo en un entorno de pleno empleo. Esto demuestra que, “el tarifa zo” no es el problema: en todo caso es un proceso que va a intentar acercar un poco el precio de mercado al costo real, normalizando un mercado que se ha ido desdibujando año a año. Es importante remarcar que, incluso con los ajustes tarifarios previstos para 2017, el precio de mercado quedará sustancialmente más lejos del costo de la generación+distribución que el que había, por ejemplo, en 2006. Es por ello que queda claro que la raíz del problema no está ahí, sino en otro lado. La presión tributaria, por su parte, entre 2005 y 2015 creció para hacer frente al ininterrumpido crecimiento de los subsidios, dado el congelamiento tarifario en un entorno inflacionario crónico de dos dígitos. El problema es que la administración actual pretende ir quitando paulatinamente los subsidios al consumo de servicios públicos -lo cual reduce el ingreso disponible del ciudadano promedio- al tiempo que la presión tributaria -que fue incrementada para costear, entre otras cosas, los crecientes subsidios- quedaría en niveles récord. Todo en un contexto altamente recesivo e inflacionario, con caída del empleo. Un combo explosivo para el trabajador de a pie que, como producto de esta situación, está quedando virtualmente contra las cuerdas.

En síntesis, en 2006 las tarifas con menos subsidios eran pagables porque el Estado le cobraba menos impuestos al trabajador y, además, la economía crecía a un ritmo sorprendente mientras que hoy nada de eso ocurre.

Como resultado global, podemos concluir que el contribuyente está siendo víctima ni más ni menos de una clásica Doble Nelson por parte del fisco, motivo por el cual reina el pesimismo y una sensación generalizada de que hoy no hay ingreso que alcance. Ahora ya sabemos por qué.

Para concluir, no quiero dejar de mencionar que es entendible que la dialéctica “progre” de un Estado presente, que equilibre las oportunidades de todos, puede ser a priori muy atractiva. Esto ocurre hasta que te das cuenta de que el Estado, ahora sustancialmente más grande, no sólo no está dando mejores servicios ?a cambio de ese dinero extra que se está llevando- sino que tampoco ha logrado mejorar la salud de la economía, ni del empleo, ni tampoco de los indicadores sociales más urgentes -como la pobreza e indigencia- que, encima, aumentaron.

Esto no es para nada trivial. Aquí queda demostrado que una mayor presencia del Estado no asegura una mejor resolución de las cuestiones sociales y económicas más prioritarias sino que, a partir de cierto punto ?y como analizamos en la nota?, termina incluso operando como un factor que inhibe el crecimiento económico y el progreso en general, dificultando la vida del trabajador de a pie. Es ahí cuando uno se da cuenta de que está siendo víctima de una Doble Nelson por parte de la corporación política.

(*) Economista de Oikos

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