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Conflicto en ascenso y una dinámica imprevisible

07 marzo de 2017

La relación entre el Gobierno y la CGT tuvo hasta aquí sus matices, pero fue cordial en términos generales. De negociaciones abiertas y de acuerdos mediados por la buena voluntad de las partes. La necesidad de establecer un esquema de gobernabilidad básico para una alianza como la de Cambiemos con minoría en el Congreso y la predisposición para que no se viera en la central recién unificada actitudes contrarias a ese proceso generó condiciones para ello. Aun cuando se criticara cierto desdén para encabezar reclamos por el deterioro del poder adquisitivo de los salarios en un año de alta inflación o se cuestionaran actitudes prescidentes frente a los despidos en algunas ramas de actividad.

Esto parece haber sufrido un quiebre en estos días. Por la presión de las propias bases de algunos sindicatos para endurecer las posiciones de la central ante una situación económica que no muestra indicadores de recuperación palpables. Y por la propia actitud del Gobierno, que mostró poca decisión de hacer cumplir lo acordado en aquellas mesas de diálogo (se cuestiona, especialmente, el incumplimiento empresario al compromiso de evitar despidos), exhibió escasa inclinación para tender nuevos puentes o apuntalar los ya deteriorados y se detuvo en un discurso de confrontación más acentuado con eje en la disputa con el kirchnerismo y en clave de campaña. La propia lógica interna de la central (sin liderazgos consolidados y con varias líneas internas)

La perspectiva, entonces, es hoy la de una conflictividad en ascenso y una dinámica que resulta imprevisible. La multitudinaria marcha de los docentes de ayer presagian la convocatoria de la CGT de hoy, con la posibilidad concreta de que el triunvirato se vea desbordado por la acción en las calles. Mientras que la posibilidad de un paro general (el primero al gobierno de Mauricio Macri) podría salir de sus entrañas. Más allá de que tenga o no fecha concreta, o que también esté sujeta a negociación.

En ese contexto, el Gobierno tendrá que mostrar mayor densidad política para evitar una espiral conflictiva en ascenso, con menos márgenes para negociar y una confluencia mayor en su contra. Más allá o más acá de qué haga en términos concretos para revertir el cuadro de situación adverso. Es posible que cuente con algunos gestos de buena voluntad de una central sobrepasada por las demandas y temorosa de perder el control de las acciones. Pero también es posible que la propia dinámica no le permita atajos.

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