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Las reformas, en suspenso

21 febrero de 2017

“El año pasado la economía nacional se contrajo por cuarta vez en los últimos ocho años llevando al PIB en términos absolutos al nivel de 2010, y, en términos per capita, al de 2008”, dice Gustavo Reyes en el último informe del Ieral de la Fundación Mediterránea. Como yapa, el nivel de inflación volvió a acelerarse fuertemente y alcanzó el cuarto lugar entre las economías con mayor inflación según los datos que monitorea regularmente el FMI en su base de 190 países. Además, se perdieron más de 100.000 empleos y el salario real se desplomó más de 5%. Pero todo lo que sube baja, y viceversa. A no perder la paciencia.

El dato alentador es que la sacamos barata. En criollo: si ganaban Daniel Scioli y Carlos Zannini, iba a ser peor. “El 2016 para Argentina representó el fin de ciclo de un gobierno populista de casi trece años. El cambio en las políticas económicas logró evitar que la economía colapsara como los clásicos ciclos populistas vividos en la región tanto en el pasado como en los últimos años”. El innegable malestar del 2016, sugiere Reyes, era inevitable. “En economía nada es gratis”, dice. Y el mundo, además, tampoco ayudó (Brasil, soja y demás). En la vida hay que elegir.

La estabilización

Más allá de los contrafactuales (el remanido “con el kirchnerismo íbamos camino a Venezuela” y el “nada es gratis”), el dato negativo, dice Reyes, es que “con respecto a las reformas estructurales, el Gobierno avanzó muy poco en 2016”. La economía se estabilizó (o está en proceso de) y los mayores temores, como un overshooting del dólar a $20, no se concretaron, aunque no se encararon las reformas de fondo. Aun.

Los principales problemas estructurales, enumera Reyes, están relacionados con la presión impositiva, las regulaciones en el mercado laboral, el grado de apertura comercial, la falta de infraestructura, las trabas administrativas que complican el clima de negocios y el eterno problema del desbalance de las cuentas públicas. “En la mayoría de estos problemas no se registraron avances significativos”, dice, taxativo, Reyes. Aunque admite, claro, mejoras varias también: holdouts, tarifas, Indec, relación con el FMI y demás. ¿Hay un plan más allá de la estabilización de “la macro”? Cada vez más, los economistas señalan que hace falta más: un plan más agresivo y coordinado que apuntale la producción y la economía real. Las elecciones juegan en contra: el Gobierno tiende a la procrastinación y a no hacer olas.

Vale la penar mirar la inversión, acaso la variable testigo del pálpito empresario sobre las perspectivas económicas. “El lento avance en las reformas estructurales, si bien permitió una caída en la prima de riesgo país, se reflejó en un muy pequeño aumento en los niveles de inversión, que terminaron muy por debajo de los requeridos para un crecimiento económico sostenible en el mediano plazo (las tasas de inversión de las economías con procesos de alto crecimiento sostenido prácticamente duplican a las que actualmente presenta Argentina)”, dice Reyes. En números: debajo de 18% del PIB. ¿No ven un consumo pujante? ¿Sale muy caro producir? ¿Prefieren el pedal financiero? ¿No saben qué pasará en las elecciones?

La vuelta

Pese a esa agenda sin saldar, los números empezaron a mejorar hacia finales de 2016 y todo indica que esas mejoras (en el frente nominal y real) se irán consolidando, pero no como deseó Cambiemos. Hoy, los drivers que avizora Reyes, y comparten en el gremio económico, son el consumo y el gasto público vía un aumento del salario real y una “explosión” (Frigerio dixit) en la obra pública y la inyección de fondos hacia los jubilados.

“Las dudas aparecen por el lado de las inversiones y las exportaciones”, dice Reyes. Precisamente, los motores virtuosos que Cambiemos intentó (infructuosamente) encender. “En 2017, vamos a crecer un poco con el modelo kirchnerista y un poco con el nuestro”, dice un diputado oficialista ante El Economista.

La inversión privada se ve obstaculizada por un par de factores. “Por un lado, a mediados del año pasado las autoridades económicas relajaron la meta de déficit fiscal prometida para el 2017 (de 3,3 puntos del PIB a 4,2 puntos del PIB) generando dudas sobre la dinámica de mediano plazo de este desequilibrio. Por otro lado, el escenario externo con la llegada de (Donald) Trump no sólo ha aumentado el costo del financiamiento de las inversiones sino también ha generado incertidumbre sobre la profundidad de su política proteccionista. Todos estos factores debilitan el proceso de inversión en mercados emergentes incluido nuestro país”, dice.

“Con respecto a las exportaciones, hay factores a favor y otros en contra. En el primer grupo se encuentra que la economía de Brasil dejaría de caer en 2017 luego de dos años de fuertes contracciones. A este factor se sumaría un mayor dinamismo en el crecimiento de la economía de Estados Unidos (Trump está impulsando importantes obras de infraestructura y rebajas impositivas). Por el lado negativo, se encuentran los problemas de competitividad que comienzan a afectar a algunas economías regionales (encarecimiento de los costos internos), el riesgo del creciente proteccionismo en las economías más avanzadas (Estados Unidos y Europa) y el posible contagio negativo que puede tener el precio de las commodities como consecuencia del fortalecimiento internacional del dólar debido a la suba en las tasas de interés en Estados Unidos”, grafica Reyes.

¿Cómo sigue? Sin dudas, todo indica que el 2017 que acaba de arrancar será más positivo, y eso no es poco. Quebrar la tendencia animara a varios, tanto grandes como pequeños y medianos, a animarse a consumir, invertir o pensar un poco más allá. ¿Cuánto mejor? Se verá. Pronosticar es difícil en el mundo, y casi imposible en Argentina.

Las expectativas se han deteriorado algo en el margen, pero tampoco puede descartarse que la recuperación sea más potente y expansiva que lo imaginado hoy. Es cierto: hay menos espacio que en otras fases de despegue y siquiera los más optimistas imaginan un crecimiento acelerado.

Aparece una gran duda en el horizonte y es la elección legislativa de octubre. Si gana Cambiemos, es decir, si sale primero en la provincia y/o en el promedio nacional, recibirá un gran respaldo para encarar un agenda más agresiva que genere crecimiento genuino, y alimentará el ciclo virtuoso. Si pierde, todo va a ser más difícil. Por eso, varios han desensillado hasta que aclare. El cambio está en suspenso.

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