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La inflación y las elecciones

Héctor Rubini 06 febrero de 2017

Por Héctor Rubini USAL

Los comicios legislativos de octubre marcarán un antes y un después para la actual administración. En medio de la campaña electoral, la política económica jugará como siempre un rol central en la formación de las expectativas, dado que los problemas más apremiantes son la inflación, la falta de crecimiento económico y el desempleo. La inflación de 2016 se aproximó al 40%; el desempleo bajó, ayudado por la creación de empleos estatales y el PIB probablemente habría caído entre 2% y 2,5%.

La mayoría de las estimaciones del sector privado indican que a fines de 2016 la actividad económica habría tocado un piso a partir del cual se espera un rebote para el primer semestre de 2017. Sin embargo, también se habría registrado un piso para la inflación que en la segunda quincena de enero habría mostrado signos de aceleración.

Dólares y pesos

A fin del primer semestre el esperable ingreso de agrodólares y divisas por la deuda pública, blanqueo impositivo y capitales privados, culminará un período con fuerte presión a la baja del tipo de cambio, complicando la competitividad de la industria manufacturera ante las subas de tarifas públicas, tasas municipales, salarios y precios regulados. El BCRA tratará de moderar la demanda ajustando las tasas de pases a siete días, sin reducirlas o aumentándolas cada vez que la inflación observada y esperada por el mercado se aleje de la meta oficial entre 12% y 17% para 2017. El efecto inmediato será el enfriamiento de la demanda, la actividad y la inflación esperada, pero no es tan claro su efecto de corto plazo sobre la inflación observada, directamente afectada por las subas de costos salariales, servicios y bienes intermedios.

En el caso argentino, la baja profundidad financiera, y la maraña de costos de transacción torna imposible la rápida transmisión de las subas de tasas de interés de corto plazo hacia la actividad la inflación. La economía K heredada en 2015 no era ni por asomo una economía de mercado y sin rigideces. A nadie le extraña que el costo de capital no baje de manera significativa, y que en la segunda quincena de enero la inflación indicaría un rebote permanente, y no transitorio.

¿Qué ocurre?

Los ajustes salariales, tarifarios y de precios regulados son percibidos como incompletos. Los reclamos de los sindicatos por pérdidas de poder adquisitivo se traducen a fin de cada año en pedidos de “bonos” y pagos de suma fija, que redondean ajustes en los salarios nominales adicionales a los de varias paritarias. A su vez, las empresas que desde 2002 tienen precios regulados trasladan a precios los ajustes de costos salariales y no salariales. Ante una inflación persistente, los sindicatos no pueden sino exigir subas salariales nunca inferiores a la inflación pasada, colisionando con el objetivo de preservar márgenes de ganancia de las empresas y la intención oficial de que tomen como referencia las metas del BCRA.

Como lo ha analizado y demostrado una extensa literatura desde principios de los '80, subyace un conflicto distributivo bajo la apariencia de expectativas e intenciones de pricing incompatibles. Sin contraer la oferta monetaria ni el déficit fiscal de manera significativa, acompañadas por alguna forma de acuerdo al menos transitorio entre Gobierno, empresas y trabajadores, la inflación no va a bajar. Menos sin una baja drástica del déficit fiscal y su monetización, al menos parcial.

¿Y las metas?

Un régimen de metas de inflación, per se, no resuelve esto. Requieren una visible y creíble reducción del crecimiento y del nivel de la base monetaria, y en el caso argentino, la dominancia fiscal es un gran impedimento. Por otro lado, y esto no es un tema trivial, depende de la credibilidad en la meta de la autoridad monetaria. Y todavía no se sabe de dónde surgieron esas metas inflacionarias, ni en base a qué se calcularon.

A nadie le extraña, entonces, la limitada credibilidad en las metas de inflación anual entre 12% y 17% para 2017 ?o, lo que es lo mismo, una inflación mensual promedio entre 0,95% y 1,32%?. Con ajustes de tarifas, salarios, y de precios regulados, no parece factible una inflación mensual promedio en el rango oficial, salvo que el BCRA suba las tasas de interés a niveles que depriman la actividad económica, algo suicida en un año electoral.

Aun así, en algún momento del segundo semestre debería revisarse esta combinación de política monetaria y fiscal expansiva, con anuncios de moderación, incoherentes con los ajustes tarifarios y salariales de impacto directo sobre costos y precios.

Se viene, además, cierto resurgir del proteccionismo, probables subas de tasas de interés internacionales, y una posible apreciación del dólar en el mundo. Si el tipo de cambio futuro no aumenta, resurgirá la demanda especulativa de divisas, complicando la estrategia de estabilizar la inflación vía “persuasión moral” y no mucho más. Esto forzará tarde o temprano al Gobierno a reconsiderar la viabilidad de las metas de inflación anunciadas, e inclusive, la continuidad de la estrategia gradualista elegida para llegar hasta las elecciones de octubre sin sobresaltos, pero hasta ahora insuficiente para volver a crecer, y con estabilidad de precios.

(*) Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas de la USAL.

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