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Donald J. Trump versus los Estados Unidos Mexicanos

Héctor Rubini 16 febrero de 2017

Por Héctor Rubini (*)

Donald J. Trump ha más que confirmado que no va a dejar de lado sus promesas electorales, al menos con respecto a México. Su actitud se puede sintetizar en la figura de muros contra México y puentes con Canadá. Resultado: el NAFTA no sólo sería renegociado sino que probablemente estemos asistiendo a sus últimos meses de vida. Al menos del tipo de Area de Libre Comercio como hemos conocido en los últimos 25 años, y después de que tres grandes automotrices optaran por retirar sus inversiones en México tras las amenazas de un impuesto del 35% a empresas que no fabriquen en Estados Unidos. Ya Ford optó por registrar millonarias pérdidas por la cancelación de la nueva planta que tenía proyectado instalar en México.

Luego de la tensa comunicación con Trump, en la que este amenazó con una eventual invasión, el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, y su gabinete deben enfrentar un largo periodo en el que el buen clima para los negocios bilaterales ya no volverá. Además, la fobia de Trump no se limita a expulsar inmigrantes indocumentados, sino que se espera que se extienda a nuevas barreras comerciales a productos de origen mexicano. Ya el 25 de enero anunció un arancel de 20% sobre las importaciones de México para financiar la construcción de su polémico muro fronterizo. En la visión de Trump sólo se perjudicarían los mexicanos. Los estadounidenses, en su extraño diagnóstico, no pagarían más caro los productos importados del país vecino?.

El Gobierno mexicano no se va a quedar con los brazos cruzados. Ya el secretario de Economía del Gobierno de México, Hildefonso Guajardo, ha dado a entender que tienen pensado iniciar una rápida sustitución de alimentos y otros productos importados desde EE.UU. por productos de Brasil y Argentina. Además, el senador Armando Ríos Piter está por enviar un proyecto de ley para que México deje de comprar maíz de origen estadounidense y pase a sustituirlo de inmediato por importaciones desde Brasil y, eventualmente, de Argentina. Un primer paso para comenzar a sortear el “factor Trump”, y evitar un rápido deterioro de su posición externa, pero de futuro incierto.

Probablemente no sea la única medida defensiva. No prospera la inversión, los controles fronterizos pueden complicar la estabilidad y sustentabilidad fiscal de México. En un informe de una semana pasada, la calificadora de riesgo Moody's mantuvo la nota A3 para la deuda pública mexicana, con perspectiva negativa. En 2016 las cuentas fiscales cerraron con un déficit equivalente al 2,9% del PIB, superando el nivel de 2015 (2,8%) y al pronóstico de Moody's para el año pasado de 2,5% del PIB, y la deuda pública trepó de 34,1% del PIB en 2015 a 36,8% en 2015. Ciertamente, se torna inevitable la reducción del gasto público en el transcurso del año, algo que se dificultará notablemente en 2018, año de elecciones presidenciales.

Mientras tanto, las perspectivas de crecimiento de ese país lucen sombrías. El mes pasado el FMI redujo 0,6 puntos porcentuales las proyecciones de crecimiento del PIB mexicano a 1,7% para este año y 2% en 2018. Algo que podría agravar las tensiones internas luego de la decisión de liberalizar los precios de los combustibles en enero pasado, con un alza abrupta entre 14% y 20% que provocó disturbios y protestas callejeras.

En este escenario, es más que oportuno que los gobiernos de Brasil y Argentina aceleren las tratativas para estrechar los vínculos comerciales con los países de la Alianza del Pacífico, y en particular con México. De todas formas, si bien podrían proveer un alivio parcial a la economía mexicana, no serían una solución contundente en el corto plazo. La diversificación de destinos de exportación llevará bastante tiempo, dado que el 80% de las exportaciones mexicanas están concentradas en Estados Unidos y Canadá. Nadie duda de que sería México el gran perdedor de una reestructuración, y eventualmente, una ruptura del NAFTA, dado que se verían afectadas también las remesas de emigrados a Estados Unidos y los ingresos por exportaciones de la principal petrolera (PEMEX).

En definitiva, un escenario muy complicado frente a una verdadera guerra comercial que Trump quiere iniciar contra este país. Algo que, dado su inestable humor, sería el inicio de un proceso que nadie sabe hoy cómo puede terminar.

(*) Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas de la USAL.

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