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¿Cómo alimentar a 9.700 M de personas? Más productividad

01 febrero de 2017

por Rabah Arezki (*)

Los mercados agrícolas y alimentarios están plagados de ineficiencias que tienen consecuencias dramáticas para el bienestar de las poblaciones más vulnerables del mundo. En términos globales, los subsidios agrícolas ascienden a más de US$ 560.000 millones por año, lo que equivale a casi cuatro veces la ayuda concedida a los países en desarrollo por partes de los países más ricos. Los principales mercados emergentes han aumentado rápidamente los subsidios, incluso mientras los países ricos han reducido drásticamente los suyos. Mientras tanto, los aranceles sobre los productos agrícolas siguen siendo un importante punto de discusión en las conversaciones comerciales mundiales.

A los números?

Un tercio de la producción mundial de alimentos va a la basura mientras que la inseguridad alimentaria sigue en aumento en los países en desarrollo. Incluso con la explosión de la productividad agrícola desde mediados del Siglo XX, la seguridad alimentaria sigue siendo un desafío para gran parte del mundo en desarrollo. La producción de calorías alimentarias tendrá que expandirse 70% ciento para 2050 para mantenerse al día con una población mundial que se pronostica que crecerá a 9.700 millones desde los 7.300 millones del 2016. La inseguridad alimentaria puede conducir a la violencia y los conflictos que pueden traspasar más allá de las fronteras.

¿Cómo pueden los policy-makers hacer frente al desafío? La eliminación de las distorsiones del mercado, aunque no es toda la respuesta, contribuiría en gran medida a reducir la inseguridad alimentaria en los países en desarrollo. En primer lugar, todos los países deben realizar un esfuerzo concertado para desmantelar los obstáculos directos e indirectos al comercio. Eso ayudará a las naciones de bajos ingresos a desarrollar sus sectores agrícolas. Al mismo tiempo, los países de bajos ingresos también deben tomar medidas para aumentar la productividad mediante la eliminación de los obstáculos a la inversión, atrayendo así el tan necesario capital extranjero.

Tierra, productividad y potencial

Poner en servicio todo el territorio no utilizado del mundo, suponiendo que todo lo demás permanezca inalterado, sólo bastaría para alimentar a 9.000 millones de personas. Por supuesto, este cálculo aproximado no tiene en cuenta los avances en la tecnología o las reducciones en los residuos de alimentos y la degradación de la tierra, pero ilustra las dimensiones del problema.

La respuesta, entonces, es la mejora de la productividad. Hay un amplio margen para aumentar la producción en las tierras agrícolas existentes: en Africa subsahariana, por ejemplo, los rendimientos están actualmente 50% por debajo del potencial. Sin embargo, las barreras a la inversión transfronteriza hacen más difícil financiar la adopción de nuevas tecnologías que podrían aumentar los rendimientos. Estas barreras incluyen infraestructura inadecuada, riesgos de expropiación y cuestiones de tenencia de la tierra o, más generalmente, derechos de propiedad opacos. Después de la crisis alimentaria de 2007-2008, el aumento de los negocios transfronterizos de tierras en los países en desarrollo ha disminuido desde entonces, planteando interrogantes sobre la sostenibilidad de tales inversiones.

Como resultado, mientras que la demanda de alimentos ha cambiado de oeste a este como resultado de un ritmo diferente de crecimiento demográfico, las economías avanzadas todavía representan la mayor parte de las exportaciones.

Desafíos por delante

La rápida urbanización y el crecimiento galopante de la población, especialmente en Asia y Africa subsahariana, no han sido acompañados por aumentos locales en el suministro de alimentos, y eso ha llevado a una creciente dependencia de las importaciones. Desde 1990, 27 países han pasado de ser exportadores netos de alimentos a ser importadores netos, incluyendo a Honduras, Filipinas, Zimbabwe y Vietnam.

La comida ha sido durante mucho tiempo un punto crítico en las conversaciones comerciales internacionales, a pesar de que representa sólo el 8% del valor del comercio mundial. Los desacuerdos sobre la agricultura torpedearon la Ronda de Doha de negociaciones comerciales mundiales en 2008, por ejemplo. Todos los países continúan teniendo un fuerte sesgo anticomercial en la estructura de la ayuda a sus agricultores, manejando instrumentos de política ?como aranceles y cuotas? que tienen serias consecuencias para los consumidores. Los mercados especialmente distorsionados incluyen los de soja, azúcar, arroz, trigo y carne.

Eliminar las barreras ayudaría a vincular a los países de bajos ingresos con el comercio mundial. Paradójicamente, las políticas destinadas a estabilizar los precios y la disponibilidad de alimentos pueden tener el efecto contrario. En 2008, por ejemplo, los rápidos aumentos de precios obligaron a los exportadores a imponer restricciones a los envíos de alimentos en el extranjero para aumentar los suministros internos mientras los importadores de alimentos redujeron las barreras a las compras del extranjero. En conjunto, estas dos políticas exacerbaron la subida de los precios de los alimentos.

Existen formas más eficaces de reducir la volatilidad de los precios en los países de bajos ingresos, donde los alimentos representan más de la mitad del consumo total. Los picos de los precios de los alimentos pueden verse atenuados por medidas que incluyen garantizar una mayor productividad agrícola, mejores cadenas de suministro y coordinación regional para mantener y gestionar las reservas de cereales.

Y el clima?

El cambio climático plantea otro reto a la seguridad alimentaria. En algunas regiones, los cambios en las temperaturas medias y los patrones de precipitación, junto con fenómenos meteorológicos extremos como las olas de calor, reducen los rendimientos de los cultivos y la productividad del ganado. En otras regiones, los aumentos moderados de la temperatura promedio podrían aumentar los rendimientos. Los países menos desarrollados más cercanos al ecuador son los más vulnerables. Etiopía, donde las dos estaciones lluviosas principales abastecen más del 80% de sus rendimientos agrícolas, recientemente experimentó algunas de las peores sequías en décadas.

Se espera que estos fenómenos meteorológicos extremos empeoren y su frecuencia vaya en ascenso. Medidas como la agricultura “inteligente para el clima” pueden aliviar el impacto del cambio climático al ofrecer a los pequeños productores oportunidades de producir cultivos más nutritivos de manera sostenible y eficiente. Sin embargo, los desafíos planteados por el cambio climático sólo aumentarán la presión sobre los policy-makers para formular políticas para desmantelar las barreras al comercio y la inversión que restringen las ganancias de productividad en la agricultura.

(*) Jefe de la Unidad de Commodities del Departamento de Research del Fondo Monetario Internacional (FMI)

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