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“No veo crecimiento sostenido con estos precios relativos”

02 enero de 2017

Entrevista a Fernando Navajas, Economista jefe de FIEL

Economista jefe de FIEL hace varios años, miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, profesor universitario en las mejores casas de estudios del país, doctor en economía por la Universidad de Oxford, recientemente elegido presidente de la Asociación Argentina de Economía Política (AAEP) y ganador de Konex de platino en 2016 y, además, un agudo observador de la economía vernácula. Sobran los motivos para tener la visión de Fernando Navajas. Por eso, El Economista lo fue a buscar para hablar de crecimiento, inflación, ajuste fiscal, la concentración de poder en le Casa Rosada y, uno de sus mayores temas de expertise, la energía.

Se espera que la economía crezca en 2017. En primer lugar, ¿coincide? Porque muchos dicen que será un mero rebote cíclico o apenas se recuperará el terreno perdido. Y, en segundo lugar, ¿qué tipo de crecimiento será? ¿Traccionará el empleo y estará difundido sectorialmente o se concentrará en pocas áreas?

Estadísticamente hablando, es difícil no coincidir con la manada: la economía va a crecer en 2017. Ahora, el año 2017 va a dilucidar si lo que ha trabado en 2016 la recuperación y el regreso al crecimiento sostenido de la Argentina es un problema de desfasa o desincronización producto de ajustes, rezagos y condiciones externas (Brasil) o si es un problema más serio y estructural que se vincula con el atraso cambiario que se ha instalado desde hace varios años y que no se ha corregido. Alguien se va a equivocar. Yo no veo un retorno fácil a un crecimiento sostenido con esta configuración de precios relativos.

Tema inflación. Ha bajado notablemente, sin duda, y ahora está en un nivel cercano a 1,5% mensual. Más allá de las variaciones que pueda llegar a tener en el 1° trimestre por algunos ajustes en las tarifas, ¿la proyecta bajando sostenidamente a niveles de 12-17% como pretende el BCRA o la ve más cerca de 20- 25% como el grueso de los consultores privados?

No es cierto que ha bajado notablemente. Sí lo ha hecho respecto de los “picos” de abril que, dicho sea de paso, nunca fueron reconocidos como inflación por el propio Gobierno. Este es otro campo donde ha existido un fenomenal error de diagnóstico y no tenemos una “ecuación de precios” que nos permita hacer pronósticos de la inflación frente a los shocks, menores pero inevitables, que vamos a tener en 2017 en materia de tarifas (si se sigue cometiendo el error de delegar los ajustes en ministerios sin la supervisión de un Ministerio de economía) y tipo de cambio. Entonces, así estamos. Entre las proyecciones voluntaristas del BCRA, que es obvio que quiere marcar la cancha de las expectativas, y otra vez la manada que apuesta, en masa para no quedar off-side, al rango de 20-25%, para no quedar escrachada, como quedó en este 2016. Así vamos mal.

Ahora, el Gobierno va a acelerar el gradualismo fiscal, dar más certezas sobre el sendero de reducción del déficit y, se supone, será más restrictivo a la hora de convalidar subas en el gasto, una táctica muy usada en 2016 para, entre otras cosas, gobernar, pasar leyes y controlar “la calle”. ¿Le parece apropiado y, en ese caso, cuán “rápido” hay que ir?

La dirección adoptada ahora es apropiada, casi diría tautológicamente, porque si uno parte de “cero” cualquier cosa va a ser buena si “cero” no era lo adecuado. Y cero era el esfuerzo que el equipo de Hacienda saliente estaba poniendo en materia de consolidación fiscal. Dicho esto, me parece que el gradualismo va a ser inevitable, no sólo porque los costos económicos de ajustes bruscos van a ser limitantes, sino también por la consiguiente intermediación política requerida. La respuesta a cuán rápido hay que ir depende, además de lo anterior, de otra cosa más profunda y preocupante. Si la economía esta planchada (en cuanto a crecimiento sostenido me refiero) por una cuestión de atraso cambiario, poner toda la carne en la política fiscal no va a ser producente. Es decir, “cero” esfuerzo de consolidación fiscal no era lo óptimo, pero “mucho” tampoco lo va a ser si los otros márgenes de la política agravan el atraso cambiario. Puesto de otro modo, si vamos a resolver la dominancia fiscal sobre la política monetaria, coordinemos mejor (porque coordinar requiere 2 iguales que para bailar el tango) y evitemos la dominancia monetaria sobre la política fiscal. Me parece que alguien que entendía esto acaba de ser echado del Ministerio de Hacienda.

Daría la impresión (certeza para algunos) de que la política económica vuelve (si es que alguna vez se fue) a la Casa Rosada y, específicamente, a la poderosa Jefatura de Gabinete. Nicolás Dujovne se encargará de mirar el gasto, Luis Caputo de conseguir el financiamiento y los demás integrantes del “gabinete económico” de manejar sus áreas. ¿Cómo ve esto?

Lo veo mal. Pero esto es por mi sesgo a la literatura económica que dice que el ministro de Economía es el agregador/coordinador natural de las inconsistencias macro y fundamental para evitar los desbalances, sobre todo fiscales. Por otro lado, uno tiene que entender que estamos caminando en lo que ahora se llama “transición socio-político- técnica deliberativa”, que requiere solidez técnica pero mucha coordinación para llevar adelante una transición de reforma en una democracia deliberativa. La figura del ministro de Economía, como siempre lo entendimos en la Argentina, pasa a ser un poco una pieza de museo en este nuevo contexto mundial. Prefiero conformarme con esta explicación estilizada que con la alternativa de creer, en cambio, que el Presidente y sus “dos ojos” son, en realidad, unos economistas frustrados (y bastante malos) que le tienen mucha envidia y recelo a los economistas profesionales y ni que hablar a los economistas académicos.

Por último, un sector clave y sobre el cual usted conoce mucho: el de oil & gas. ¿Habrá inversiones con un barril criollo a US$ 55, precio estipulado para mediados de 2017?

No, para nada. Hay una contracción de la producción de petróleo, según los datos. Y el shale oil está muerto. El barril criollo fue un fenomenal bleff, que sirvió para facilitar un “ajuste ordenado” del sector petrolero (que no se completó), a costas de cargar sobre la espalda de la economía precios de los combustibles que no permitieron, en medio de tanta presión de ajustes de precios relativos, “ayudarse” con el shock favorable de precios internacionales. Eso no podían, nunca, entenderlo en el Ministerio de Energía y Minería porque no saben macroeconomía, ni tampoco lo quiso entender Hacienda porque perdió el control de la economía y su coordinación, como dijimos antes. Donde sí hay un rebote de inversiones muy promisorio es en el sector de gas natural, hay que decirlo. Y esta es la parte optimista de esta historia. Que se consolide va a depender de cómo se dan señales de precios creíbles para los inversores pero que sean a la vez aceptables para la “demanda” y no recarguen el presupuesto con subsidios. Este “trilema” no tiene solución fácil, si lo tiene, y requiere mucha calidad técnica y capacidad de ejercicio de la economía política.

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