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Inflación 2017: ¿la bala de plata?

24 enero de 2017

por Pablo Mira

En una nota publicada en El Economista a mitad del año pasado hicimos predicciones de inflación subyacente (core) e inflación total (headline) para el IPC CABA. La inflación core, es decir, la neta del aumento de tarifas, se suponía que culminaría el año con valores de entre 32% y 35%, pero nos quedamos cortos: los números finales fueron 38,1% (promedio de 12 meses) y 35,3% (punta a punta). En cuanto a la headline, nuestra presunción era que, asumiendo una desaceleración optimista a fines de 2016, el año terminaría con una suba general de precios de 35,3% (punta a punta) y 37,5% (promedio contra promedio). Los resultados fueron 41,4% y 41%, respectivamente.

El pronóstico confió demasiado en el poder de la política económica para controlar los precios y, finalmente, nuestra estimación de inflación quedó relegada entre 3 y 5 puntos porcentuales. Nuestra proyección fue decididamente mala, pero bastante mejor que la que practicaron las autoridades al inicio de la gestión.

Pero estos datos ya son historia, y no nos permiten entender la dinámica de corto plazo de los precios. Observemos ahora los datos oficiales publicados por el nuevo índice de precios del Indec para 2016. Hay una percepción de que la inflación está cediendo en los últimos meses, pero esta es una visión que hay que matizar, al menos cuando se observa la evolución de la inflación core mensual anualizada.

La baja más pronunciada de este indicador fue de junio a julio, cuando pasó de 43% a 25%. Pero desde allí en adelante el progreso fue lento, y en diciembre la inflación mensual anualizada (siempre hablando de la core) es 22,4%, mismo dato que en noviembre. Una cuestión a analizar es la discrepancia con la core de CABA de diciembre, que fue de 17,3%.

Comparemos esta dinámica con la ocurrida en enero de 2014. En ese año, la inflación core (CABA) trepó hasta cerca de 74% mensual anualizado en febrero, y luego fue desacelerando hasta llegar al 20,7% en diciembre de ese año. La dilución de la tasa de inflación, sin embargo, resultó transitoria y el 2015 mostró, hasta noviembre, una tasa mensual anualizada que promedió 27%.

La bala de plata del Gobierno, por lo tanto, es que en 2017 no ocurra un rebote semejante al de 2015. En un contexto de debilidad del consumo interno, apertura de importaciones y control de la demanda agregada, esa aceleración no sucederá. Pero lo que no es para nada obvio es que, si se asume una recuperación de la actividad del 3%/3,5%, se produzca una desaceleración inflacionaria consistente con las proyecciones monetarias del BCRA.

Efectivamente, las principales consultoras calculan que la inflación difícilmente se sitúe en 2017 por debajo del 20%, lo que significaría una inflación que mantiene el ritmo actual.

En mi opinión, en 2017 regirá una suerte de Curva de Phillips tradicional. Si el Gobierno actúa decididamente recortando el déficit fiscal y logra paritarias de 18%/20%, la inflación podría acercarse al techo de la meta del BCRA (17%), pero al costo de una actividad que podría crecer la mitad de lo previsto. El otro escenario, mucho más probable en un año eleccionario, es que se demore el ajuste, se negocien subas salariales superiores, y la economía recupere lo perdido en 2016. Será difícil, en estas circunstancias, que la inflación se sitúe debajo de 23%.

(*) Economista

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