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Economía y cambio climático en un nuevo año

03 enero de 2017

por Pablo Mira

Varios continúan repitiendo la frase según la cual existen países desarrollados, no desarrollados, Japón y Argentina. Las particularidades argentinas son innegables, pero aun cuando el mundo conozca argentinos famosos como el Papa o el mejor jugador de fútbol del mundo, nuestros dilemas están lejos de ser una prioridad global.

El año que comienza verá entrar en acción a uno de los personajes más peligrosos de la historia contemporánea: Donald Trump. El presidente electo de los Estados Unidos reúne un conjunto de características que estremece. Propone recuperar empleos reduciendo impuestos a los más ricos. Ganó las elecciones denostando a Wall Street y quiere eliminar las redes de contención social. Detesta la ciencia y abona a teorías absurdas de grupos de interés siempre y cuando lo apoyen. Tampoco duda en trasladar sus vicios personales al ejercicio de la política interior y externa: maltrata por igual a mujeres, inmigrantes y países. Estos rasgos son de por sí impropios para una persona pública, pero siendo el hombre más poderoso de la Tierra, su postura más peligrosa es negar el cambio climático, porque pone en riesgo la propia supervivencia de la especie. Sus desatinos cruzaron un límite cuando acusó a China, uno de los mayores polucionadores del mundo, de inventar el calentamiento global para perjudicar a Estados Unidos.

¿Cómo entienden y cómo estudian los economistas el problema del calentamiento global? Afortunadamente hay un consenso sobre la importancia del problema, ya que el 90% de los economistas considera que si no se hace nada las consecuencias serán serias.

Sin embargo, las contribuciones de los economistas académicos para diagnosticar y solucionar el cambio climático no han sido suficientes. En 2011, el Instituto Ambiental de Estocolmo publicó un informe en el que recriminó a los economistas por no seguir el ritmo en el análisis de los avances científicos en otras áreas. El destacado economista Robert Pindyck, escribió recientemente un paper criticando duramente las técnicas utilizadas por los economistas para estudiar el cambio climático. Considera que estos modelos producen una percepción de precisión y conocimiento que es totalmente ilusoria, y que puede inducir a errores graves de política. Pindyck prefiere un enfoque más transparente y simple para analizar esta cuestión tan crucial.

Hay dos aspectos en los cuales los economistas han sido escuchados. Uno es la propuesta de gravar con un impuesto al carbón a los que polucionan, en función del costo social de esa polución. Hay cierto consenso sobre la efectividad de la medida, pero desacuerdos sobre el monto óptimo. El otro punto donde se consulta a los economistas es acerca de la “tasa de descuento”, es decir, la relación óptima entre crecer (y polucionar) hoy frente a hacerlo en el futuro. Aquí el desacuerdo sobre cómo encarar este cálculo es total, y no hay consenso ni sobre cómo descontar, ni sobre cuánto debe ser ese descuento.

Mi impresión es que el problema del cambio climático es demasiado importante para dejarlo únicamente en manos de los economistas. La teoría económica está repleta de modelos complejos con resultados contraintuitivos, de teorías falsadas una y otra vez, y de una confianza exagerada sobre la capacidad de los mecanismos automáticos para resolver todo. Estos modelos y teorías pueden ser terreno fértil para comprender algunos fenómenos puntuales, pero extenderlos a temas que comprometan la supervivencia de la especie implica un riesgo demasiado alto. Ya bastante tenemos con Trump.

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