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Recesiones gemelas, ¿modelos gemelos?

06 diciembre de 2016

por Pablo Mira

En una nota anterior mostrábamos que los datos de las recesiones de 2014 y de 2016 se parecían mucho y nos preguntábamos si la razón de la coincidencia si las políticas habían sido supuestamente tan diferentes. ¿Y qué pasa si miramos los dos procesos en un plazo más largo? Quizás las diferencias entre las buenas y las malas políticas saltan a la vista después de un tiempo. Miremos entonces la variación anual del PIB de dos modelos que no pueden ser más contrapuestos: la Convertibilidad (1991-2014) y el modelo K (2004-2014)1. El Gráfico 1 revela que, otra vez, las dinámicas se parecen.

Lo mismo sucede si comparamos los niveles de PIB real partiendo de 1990 (línea punteada) y de 2004 (línea llena), como se observa en el Gráfico 2. Modelos en teoría incompatibles y contradictorios dan resultados similares. ¿Qué hacemos con esto?

Algunas hipótesis singulares

Estas similitudes plantean un dilema. ¿No son reales los contrastes entre equipos económicos y políticas? ¿No estábamos ante modelos económicos disidentes e irreconciliables? ¿Acaso no nos desangramos en cada debate sobre industrialización y desindustrialización, cepo o libertad cambiaria, estructura tributaria y formas de financiamiento del déficit? Lo cierto es que los datos, los desagradecidos datos, se niegan a dar razón a una de las partes. Dos aclaraciones pertinentes. Primero, soy consciente de que siempre será posible encontrar desagregaciones suficientes con diferencias. Segundo, los indicadores sociales que dejaron los modelos son bien distintos.

Pero lo central es que, finalmente, las variables macro principales no capturan estas diferencias con claridad y contundencia. ¿Qué podemos inferir del comportamiento gemelo de los resultados de políticas económicas tan diversas y contrapuestas? Propongo algunas conjeturas (levemente extravagantes) sobre qué puede estar pasando.

Hipótesis A: insuficiencia macro. Quizás hay variables claves que se mantienen iguales en ambos modelos, y las transformaciones observadas no son las esenciales. Esta es una hipótesis esencialmente “macroeconómica” y en ella se enmarca por ejemplo el reclamo de que Argentina “nunca tuvo un tipo de cambio estable y competitivo”, o el de aquellos que propugnan que “el origen de todos nuestros males es el déficit fiscal”.

Hipótesis B: insuficiencia estructural. Quizás todos los esfuerzos por diseñar políticas económicas en uno u otro sentido no nos han permitido despegar porque hay estrategias más profundas que seguir para alcanzar un desarrollo sostenido y estable. Hemos estado preocupados y ocupados en temas de corto plazo que no hacen la diferencia en el largo. Aquí entran los argumentos de que Argentina “necesita un cambio estructural”, y que se requiere trabajar sobre la educación o sobre la modificación del sistema productivo.

Hipótesis C: Random walk. Esta es la hipótesis más dramática. Que la economía argentina haya ingresado en una lógica cíclica propia independiente de las decisiones de política económica. Es bien sabido que para afectar la economía es menester afectar las expectativas de los agentes, pero si las creencias se sostienen ante cualquier con texto, poco podrá cambiar.

Hipótesis D: Falso patrón. Quizás estamos siendo exagerados y ansiosos, y todo esto no sea nada más que una gran casualidad. Si uno observa de manera suficientemente detenida los datos, finalmente aparecerán diferencias claras en las lógicas de crecimiento en uno y otro caso.

Con la información disponible, mi jugada hoy oscila entre las hipótesis A y C. Es posible que la alineación de las variables macro principales exijan una configuración diferente a la que observamos en las últimas décadas. Pero el verdadero problema es que hoy no sabemos cómo alcanzar esa alineación supuestamente ideal. Por eso, en la práctica, nos encontramos frente al escenario C, presos de una dinámica propia y fantasmagórica del ciclo económico. En cuanto a que esto no es más que un espejismo, me rendiré, como corresponde, ante las evidencias correspondientes.

(*) Economista

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