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“Con el nivel de gasto actual, es default o hiper”

26 diciembre de 2016

Entrevista a Emilio Ocampo, Economista e historiador

“Combinación de tasas altas y dólar alto es poco favorable para los precios de las commodities que exportamos y complica el financiamiento de los proyectos de inversión necesarios para que la economía argentina crezca de manera sostenida”, dice Emilio Ocampo, economista e historiador, profesor de Finanzas en la UCEMA y NYU, miembro del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y, además, autor del Indice de Viento de Cola, que tuvo un retroceso de 9,4% el mes pasado. Además, en diálogo con El Economista, Ocampo ofrece su visión sobre qué lineamientos debería tener la “inserción inteligente” en el contexto global que pregonan el Presidente y su canciller. Además, sobre la posibilidad del país de seguir financiando su déficit fiscal en los mercados globales en 2017, dice: “Indudablemente, habrá ventanas y seguirá habiendo apetito por parte de los inversores pero en un contexto de tasas de interés crecientes”.

El Indice de Viento de Cola, que usted elabora desde UCEMA, volvió a caer en noviembre. ¿Por qué y qué perspectivas se abren para, cuanto menos, el primer semestre de 2017?

El índice cayó reflejando básicamente un empeoramiento en las condiciones imperantes en los mercados financieros internacionales que no fue compensado por una leve suba del precio internacional de la soja. Desde que se supo que Trump era el presidente electo de Estados Unidos, el mercado ha interpretado que vamos hacia un escenario de tasas de interés más altas, un dólar más fuerte y menor interés inversor por los mercados emergentes. El 7 de noviembre, cuando el consenso apostaba a una victoria de Hillary Clinton, el rendimiento del bono a 10 años del Tesoro de EE.UU. era 1,83%. El 23 de diciembre cerró en 2,55%. Esta combinación de tasas altas y dólar alto es poco favorable para los precios de las commodities que exportamos y complica el financiamiento de los proyectos de inversión necesarios para que la economía argentina crezca de manera sostenida.

Hay algunos que sostienen que la mayor hostilidad global (aunque el índice sigue en niveles relativamente elevados) torna inconsistente la intención del Gobierno de abrirse e integrarse más al concierto internacional. “Nos abrimos justo cuando el mundo se cierra”, se suele escuchar. ¿Coincide?

Creo que ese argumento es una falacia. La economía argentina está tan poco integrada al resto del mundo que no tiene sentido. Es claro que la globalización está enfrentando su momento más crítico desde 1990 y es probable que vayamos hacia un mundo más proteccionista y cerrado. Pero es una tendencia que se va a ir manifestando de manera muy gradual y no necesariamente lineal. Creo que en este aspecto el Gobierno está avanzando en la dirección correcta: necesitamos una mayor integración con el resto del mundo.

El Gobierno habla de desarrollar una “integración inteligente”. ¿Qué pilares debería tener esa estrategia hoy, y considerando también las restricciones sociales y políticas? No casualmente somos una economía cerrada?

La economía argentina no sólo es cerrada sino que también es inviable. Es decir, no puede generar las condiciones para un crecimiento sostenido. Este es el gran legado del populismo: hacernos creer que podemos vivir más allá de nuestras posibilidades. Basta ver las series estadísticas de déficit fiscal y el saldo de la cuenta corriente de la balanza de pagos para darse cuenta de que hace más de medio siglo que insistimos recurrentemente con esa fantasía. No se puede abrir la economía sin una reforma del Estado, que es su gran desventaja comparativa. El nivel de gasto público actual es insostenible, básicamente, porque nadie quiere financiarlo. Si seguimos por este camino hay dos opciones: default o hiperinflación. La única “integración inteligente” requiere, o más bien exige, una reforma del Estado, una reducción de la presión impositiva al sector productivo y una reforma laboral.

El financiamiento del soberano en los mercados globales se ha complicado pues la tasa de interés hipotética ha subido y el apetito por los emergentes ha cedido. ¿Cree que habrá “ventanas” en 2017, aunque sean más pequeñas y caras, para volver a emitir deuda afuera, o habrá que recostarse cada vez más sobre las fuentes internas?

Creo que indudablemente habrá ventanas y seguirá habiendo apetito por parte de los inversores pero en un contexto de tasas de interés crecientes. Sin embargo, debemos recordar que el componente más alto del costo de endeudarse en dólares no es el rendimiento del bono del Tesoro de EE.UU. (que representa menos del 30%) sino el riesgo país que, en términos relativos, sigue en los mismos niveles de noviembre de 2015 cuando el mercado ya sabía que el kirchnerismo había perdido las elecciones. El hecho de que la prima de riesgo país siga siendo tan alta (487 puntos básicos al 23 de diciembre) demuestra que los inversores internacionales mantienen cierto escepticismo respecto a la posibilidad de que el Gobierno pueda desmantelar el sistema económico populista y encarar con éxito las reformas estructurales necesarias para que la economía argentina crezca de manera sostenida a largo plazo. Es decir, el país podría endeudarse a tasas mucho más bajas si el Gobierno (o más bien la sociedad argentina y sus dirigentes) tuviera más credibilidad. Por ejemplo, si pudiéramos endeudarnos a la misma tasa en dólares que Perú, nos ahorraríamos prácticamente 3,2% anual. Si tenemos en cuenta que la deuda externa con el sector privado representa casi el 20% del PBI esto significa un poco más de medio punto porcentual por año de sobrecosto financiero. A diez años en valor presente esto representa casi 5% del PIB (y es un cálculo conservador). Es decir, como sociedad nos estamos haciendo un harakiri en cámara lenta porque nos negamos a entender la realidad.

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