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Ante el desafío de exportar más en un mundo complejo

21 diciembre de 2016

Argentina exporta muy poco. En los primeros meses de 2016, las exportaciones apenas llegan a US$ 48.314 millones. Supongamos que, si llegaran a US$ 58.000 millones en todo el año, apenas llegan a US$ 1.310 per capita anuales, muy lejos de posiciones expectantes en el ranking global. Apenas superan el 10% del PIB, uno de los guarismos más bajos del mundo.

Con abundantes recursos naturales, recursos humanos interesantes y escaso comercio intrarregional, el potencial es alto. Sin embargo, seguimos en el terreno de las promesas. Por ejemplo, en el primer semestre, 75,9% de las exportaciones salieron desde la región pampeana y menos del 25% del resto del país. Además, las empresas que exportan son pocas, y casi 50% del total son oleaginosas y cereales.

Eso explica porque alguna exportación no tradicional que se concreta, por más nimia que sea, amerita una nota en un diario y el empresario que lo logra es casi un héroe nacional. No está mal, pero estamos para más. “La canasta exportadora argentina presenta una clara concentración tanto en términos de productos como en su origen”, sostienen Mariano Luis Barrionuevo, María Florencia Iborra y Gabriel Michelena en la revista del Centro de Economía Internacional.

Un tema clave

“Para rebalancear nuestras cuentas externas y garantizar su sostenibilidad futura no queda otra vía que proponernos aumentar vigorosamente nuestro superávit comercial. Dado que una reducción del coeficiente de importaciones no es compatible con un crecimiento sostenido, si se descarta el camino del sobre-endeudamiento cuyo desenlace ya conocemos, la generación de divisas deberá provenir centralmente de un incremento sostenido de nuestras exportaciones. La Inversión Externa Directa puede contribuir complementariamente a esa fuente de generación de divisas pero no puede sustituirla”, escribe Guillermo Rozenwurcel en un informe publicado hace pocos días por el área de Desarrollo Económico de CIPPEC.

No es chauvinismo sino aritmética pura y dura. Endeudarse más puede ser peligroso y cerrar la economía todavía más, suicida.

“Habrá que diseñar y comenzar a implementar una estrategia de desarrollo productivo, que tenga como objetivo agregar valor a nuestra producción de commodities y permita diversificar nuestra oferta exportable de bienes y servicios transables. Apuntar paralelamente a la diversificación de nuestros destinos de exportación y, sin desatender los mercados donde el país ya está posicionado, poner en el centro de ese objetivo a la India y los países de Africa (con Sudáfrica como puerta de entrada), donde a mediano plazo es previsible un fuerte crecimiento y un igualmente importante aumento de la demanda de alimentos y todo tipo de bienes manufacturados y servicios”, sugiere Rozenwurcel.

El impulso

El Gobierno reconoce el desafío y ha hecho varias cosas para encender el motor exportador. El próximo mojón será la famosa ventanilla única de comercio exterior “para simplificar el comercio y hacer que las Pymes tengan menores costos a la hora de exportar”, tal como anticipó el secretario de Comercio, Miguel Braun, en el reciente encuentro del Consejo Federal de Comercio Exterior. Pero no será fácil en un mundo en el que sobran stocks y falta demanda, y no será lo único que debe hacerse: hay que trabajar para bajar costos tanto adentro como afuera de las fábricas, mejorar los recursos, abrir mercados y varios etcéteras. Más en un contexto internacional en el que nadie regalará nada. Por más difícil que sea, es un partido que hay que jugar.

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