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El Gobierno está inquieto porque la inversión no arranca

09 noviembre de 2016

El Gobierno está cada día más preocupado por la economía porque está aún no despega como pensaba que iba a hacerlo. Si bien aún falta mucho para las elecciones, el optimismo (que también comparten economistas y empresarios) sigue presente y las variables se están comportando más o menos como se preveía (nadie, por ejemplo, esperaba una suba del consumo con los niveles de inflación observados en el primer semestre), hay un dato puntual que preocupa en Balcarce 50 y ha motivado varios pedidos (formales, y no tanto) y reuniones por parte del Gobierno con los empresarios, tanto locales como extranjeros: la inversión no despega.

En el primer semestre, cayó 4% interanual y, en todo el 2016, llegará a US$ 80.000 millones (apenas 15% del PIB), un nivel que apenas alcanza para amortizar el capital y está muy lejos del 25% o 30% del PIB deseable. Si bien la inversión extranjera creció, no llega a compensar la caída que tuvo la interna que, por volumen, siempre es más importante.

La inversión será, además, la variable que determine si el crecimiento esperado para 2017 seguirá (o no) en 2018 y más allá y, tal como lo ven en el Gobierno, es un indicador muy fiel de la percepción de los empresarios sobre cómo creen que seguirá la película.

¿Qué pasa? Según el economista Jorge Vasconcelos (foto) del Ieral de la Fundación Meditarránea, hay cinco motivos claves que explican porque la inversión aún no despegó.

“El país está en transición y el futuro no alcanzó a consolidarse”, dice Vasconcelos. Además, “sigue pesando el lastre de la herencia, que se resume en la elevadísima presión tributaria y en las múltiples ineficiencias del funcionamiento cotidiano”. Aún con la eliminación del cepo y la quita de impuestos y restricciones a la exportación, la rentabilidad es acotada en el campo, la industria y los hidrocarburos. Y la caja de las empresas es clave para el autofinanciamiento de las inversiones y para la atracción de nuevos capitales. “Parece inevitable que la economía funcione en 'modo transición' hasta las elecciones de medio término”, agrega y sugiere que el escenario es relativamente optimista. “A juzgar por las encuestas que miden la confianza en el Gobierno y la posibilidad de una recuperación en 2017 de más de 4 % del poder adquisitivo de la masa salarial ampliada (sueldos, jubilaciones y planes sociales), el oficialismo no debería retroceder respecto de 2015”, sostiene. La interesante adhesión al sinceramiento fiscal parece abonar esa tesis también. Con un oficialismo respaldado en las urnas, crecen las chances de que Cambiemos retenga el poder en 2019 y las reglas del juego se mantengan en el tiempo.

“Hay capacidad ociosa, un enemigo de la inversión, potenciada por Brasil”, agrega. La economía de nuestro principal socio comercial cayó 8% ya “y una eventual recuperación de su demanda tendría inicialmente poco efecto sobre la inversión, al ser atendida por la oferta de plantas preexistentes. Los datos no mienten y muestran que los mejores años de Argentina en inversión en máquinas y equipos han coincidido con la menor capacidad ociosa de la industria brasileña. Vasconcelos es optimista con Brasil y argumentan que las medidas fiscales del Gobierno de Michel Temer podrían generar un shock de confianza en caso de ser aprobadas por el Congreso. “El vecino país ha sido un lastre en los últimos dos años, pero esto cambiaría en 2017”, resume.

El déficit fiscal y la deuda pública también importan. Vasconcelos, sin embargo, no adhiere a la tesis pesimista que se fija en el nivel de la deuda bruta, que se acerca a 60% del PIB (si se incluyen pasivos del BCRA, como las Lebac). “Como en todos los debates, el veredicto lo dará la realidad, según las dificultades que aparezcan para seguir colocando deuda pública. Mientras tanto, el Gobierno, apoyado en la credibilidad del BCRA, ha hecho un importante aporte para que las empresas consigan financiamiento a largo plazo en pesos, al fijar un rendimiento de referencia de 15,3% anual para un bono que vence en 2026”, sostiene.

La inserción internacional del país es un tema adicional y aún irresuelto. Pese al discurso oficial más aperturista y la vocación de concretar acuerdos con la Unión Europea (UE) y acercarse a la Alianza del Pacífico, y toda la evidencia empírica que muestra que hay que abrirse al mundo para pasar de ser un país de la clase media global a un rico, no está claro que Argentina pueda dar pasos firmes en ese camino. Ante ese escenario, “su atractivo para las inversiones quedaría restringido a sectores con fuertes ventajas competitivas o en los que subsistan demandas insatisfechas”, tal como parece estar ocurriendo. Un factor atractivo podría ser el aumento de la productividad, un tema que está en agenda.

Por último, Vasconcelos señala que “estamos en un mundo poco desarrollista”. La tasa de interés cero de los países desarrollados refleja que en el mundo son más escasos los buenos proyectos de inversión que el ahorro disponible. Si bien es una etapa difícil para el mundo y hay riesgos, como dice Larry Summers, de un estancamiento secular, eso “podría ser una oportunidad si Argentina es capaz de desplegar un abanico de opciones de negocio en sectores competitivos y en actividades en las que se conectan y complementan los países de la región”.

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