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El Gobierno debe cambiar la agenda

25 noviembre de 2016

El segundo semestre de 2016 iba a ser el de la reactivación económica, que luego quedó confinada a los últimos meses y que ahora paso definitivamente a 2017. Ojalá no sean necesarias nuevas postergaciones. De haberse cumplido con el pronóstico del Gobierno, en estos días se estaría hablando más de inversiones y de la puesta en marcha de proyectos productivos. Pero no es así, lamentablemente. La agenda, hoy, es otra. A fines de noviembre, de lo que se habla es de emergencia social, de ampliación de programas para asistir a sectores vulnerables y de compromisos para que no haya despidos. Lejos del clima que se generó durante el mini-Davos de septiembre.

El escenario

El miércoles a la noche, el oficialismo consideró un éxito haber logrado un acuerdo con la oposición para tratar en el Congreso el tema de Ganancias, nueva Ley de Emergencia Social y haber desactivado la ofensiva opositora. Y no cabe duda de que logró reducir la tensión política y que se aseguró un escenario de tranquilidad social en el siempre complicado último mes del año.

Pero es también el reconocimiento de que hubo cosas que no funcionaron bien y que deben mejorar.

El deterioro de los ingresos en la primera parte del año fue mayor al esperado y la reactivación económica generadora de empleos se demoró. Y hasta hubo una reversión de tendencias positivas que se estaban insinuando, como reconoció anteayer el BCRA. Frente a esto, el Gobierno dispuso una batería de medidas de contenido social. La reparación de los jubilados, el bono de fin de año, mayores fondos para los programas sociales, la inclusión de algunas categorías de monotributistas en la AUH y la devolución del IVA, entre otros.

El Gobierno salió a comprar gobernabilidad con las organizaciones sociales de la misma manera que antes lo había hecho con los gobernadores. Para sus opositores de la ortodoxia económica, pagó muy caro y la factura se puede ver en el Presupuesto. Los analistas políticos son más comprensivos y entienden que cualquier gobierno no peronista tiene que atender la situación de los sectores populares que, en principio, no le son afines. Es su debilidad de origen, como sostiene el lúcido sociólogo Eduardo Fidanza.

El nuevo modelo de crecimiento que proponía Cambiemos, basado más en las inversiones y las exportaciones, tendrán que convivir más tiempo del que se suponía con el viejo esquema de alentar el consumo en el corto plazo. No se puede cambiar tan rápido luego de doce años de kirchnerismo reconocen ahora en el Gobierno. ¿Le redituará y mejorará la percepción de su gestión en los sectores populares? Lo necesita.

La “gente” La mayoría de la población le otorga crédito al Gobierno y tiene una visión positiva sobre el futuro. Pero la evaluación de lo hecho hasta ahora se ha deteriorado. Una reciente encuesta de Aresco muestra que sólo en tres distritos del GBA los que tienen una evaluación positiva sobre la gestión de Macri superan a los que tienen una mirada negativa. Y cuando menor es el ingreso per capita del distrito, menor es la opinión favorable a la gestión nacional.

El interrogante es si la mejora que pueden recibir algunos sectores se traducirá en una visión más positiva sobre el Gobierno o si hacen falta introducir también cambios en el mensaje oficial.

En los últimos dos meses el grueso de las medidas que tomó el Gobierno apuntó a mejorar la situación de quienes tienen menores ingresos y el desafío es que ahora eso le sirva para modificar la percepción que existe en amplios sectores sociales de que sus iniciativas son para beneficiar a los más ricos.

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