Faltan dos semanas para las elecciones presidenciales en Estados Unidos y hasta el propio Donald Trump empieza a caer en la cuenta de que el resultado que le será adverso. Ayer hizo declaraciones contradictorias en distintos medios pero en alguno casos aceptó que viene detrás de Hillary Clinton en la intención de voto.
En el círculo rojo de Washington, se descuenta que ganará Hillary. En el promedio de encuestas que elabora RealClearPolitics lleva una ventaja de 5,5 puntos pero el sondeo de la cadena ABC, realizado este fin de semana, le otorga una diferencia de 12 puntos. Sin embargo, la mayor diferencia se dará en el Colegio Electoral porque Hillary ganará en todos los estados decisivos y en los que aportan más electores con excepción de Texas.
En este momento el mayor interrogante es sobre la magnitud de su triunfo y las consecuencias que puede tener en la integración del Congreso. La mayoría de los analistas considera que los demócratas pasarán a tener el control del Senado pero los republicanos seguirán al mando de la Cámara de Representantes. Y las características de eventual gobierno de Hillary variarán mucho de acuerdo al apoyo que tenga en el Congreso.
El futuro del partido
Por otra parte, la magnitud de la derrota republicana será clave en el debate sobre la reconstrucción partidaria. Si pierde Trump, será la sexta de las últimas siete elecciones presidenciales en la cual el candidato republicano obtiene menos votos que el demócrata.
El Partido Republicano conserva una importante base lectoral, que aún con candidatos muy controvertidos (Trump) o sin carisma (Romney), asegura el triunfo en varios estados. Pero así como no se podían ganar elecciones sólo con el apoyo de las minorías como en algún momento intentaron los demócratas en los años ´70 y ´80 tampoco se pueden ganar ahora casi sin apoyo entre las minorías como les ocurre a los republicanos en los últimos diez años. Y por eso la reconstrucción republicana deberá empezar por prestarles atención a los latinos.
