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Trump no pasó la prueba

21 octubre de 2016

Hillary Clinton calificó a Donald Trump como “un títere de Putin”. Luego Trump dijo que ella “era una mujer desagradable”. Eso son algunas de las cosas que se escucharon en el tercer debate en Las Vegas. Y pese a ello, muchos analistas lo calificaron como el más civilizado de los tres, lo que da la pauta de lo que fueron los dos anteriores. Siguieron las acusaciones personales aunque hubo más espacio para hablar de algunas políticas públicas. Contra lo que suponían muchos analistas, Hillary no mantuvo una actitud defensiva cuidando la ventaja sino que atacó a su rival desde el primer momento.

Trump, por su parte, levantó puntos cuando habló de economía y se mantuvo fiel al credo republicano para asegurarse el voto de la base partidaria. Con ese apoyo, más el rechazo que genera Hillary en algunos sectores, Trump procura lograr un apoyo suficiente como para que la diferencia en cuanto al voto popular no sea muy pronunciada

Lo que más llamó la atención fue la afirmación de Trump de que puede llegar a no respetar el resultado de las elecciones porque hace tiempo que viene denunciando irregularidades. Esa afirmación mereció críticas por parte de todos los sectores. Es la primera vez que un candidato presidencial de uno de los dos grandes partidos hace una manifestación de ese tipo, dado que aceptar las reglas de juego y reconocer a las autoridades electas, más allá de la dureza que pudo haber tenido la campaña electoral, ha sido una constante de la política norteamericana tal cual se lo hizo notar el moderador del debate, Chris Wallace.

Fue la última oportunidad que tuvo Trump para modificar el rumbo de la campaña electoral pero no lo logró. Quedan poco más de dos semanas de campaña y los candidatos se concentrarán en aquellos estados que consideran decisivos. Hillary tiene la posibilidad de ganar en distritos en los que tradicionalmente ganaron los republicanos y si lo hace, se rediseñará el mapa electoral relativamente estable que tiene el país. Un ejemplo es Arizona, que desde la década del ´50 le dio el triunfo al candidato republicano en todas las elecciones con excepción de la de 1996, que podría cambiar de mano por el enorme peso que tiene el voto latino. Mientras que Trump no logra afirmarse en aquellos distritos en los cuales está obligado a ganar, si pretende tener aunque sea una mínima chance, como es el caso de Florida. Pero no cabe esperar ningún acontecimiento significativo los días que faltan para el 8 de noviembre.

Ahora el Congreso En el “círculo rojo” ?versión Washington? no hay casi nadie que le otorgue alguna posibilidad a Trump y en las filas republicanas hay mucha preocupación por el impacto que puede tener su derrota en las elecciones para el Congreso. El dominio republicano de la Cámara de Representantes parece, en principio, correr menos riesgo que el del Senado porque en ese caso deben renovar 24 bancas y con que 6 pasen a manos de los demócratas ?que sólo ponen en juego 10? perderán la mayoría del cuerpo. Es un dato clave para saber la posición de fuerza desde la cual el Partido Republicano deberá comenzar su inevitable reconstrucción. Porque si gana Hillary, los candidatos presidenciales demócratas habrán obtenido más votos que los republicanos en seis de las últimas siete elecciones.

Los republicanos debatirán sobre los errores cometidos y que los llevaron a tener a Trump como candidato. Porque más allá de las preferencias electorales circunstanciales, hay una prueba, que como señaló el columnista de The Washngton Post E.J. Dionne, que Trump no puede superar y es demostrar que está en condiciones de ser presidente de Estados Unidos

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