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La recuperación ¿será transitoria o permanente?

25 octubre de 2016

por Pablo Mira

Varios analistas están esperando atentamente la aparición de brotes verdes, es decir, de algunos resultados positivos de indicadores adelantados de la actividad económica. La recesión que vivimos se parece mucho a la que sufrimos en 2014, y si esta semejanza dinámica continúa, entonces estaríamos a las puertas de una recuperación.

Si bien la política monetaria ha sido claramente contractiva, la política fiscal no se ha direccionado en el mismo sentido, al menos comparativamente. Las urgencias políticas y la alternativa de financiar el déficit con deuda permitieron sostener el gasto público al tiempo que algunos impuestos fueron eliminados. Para algunos economistas del mainstream, esta es una receta cortoplacista que no dará los resultados esperados. La persistencia del déficit fiscal, dicen, traerá problemas a la macroeconomía tarde o temprano, ralentando las tendencias de la inversión privada.

Sin embargo, con una economía todavía desendeudada, el recorte del déficit público tiene todavía algún camino por recorrer, y si la economía no arranca lo más probable es que no suceda todavía. La alarma, en todo caso, se producirá dentro de unos años, cuando sea la solidez fiscal intertemporal de las cuentas públicas lo que se ponga en tela de juicio. En lo inmediato, lo que podría suavizar el resultado de las finanzas públicas es una recuperación de la actividad que potencie la recaudación. Y no sería raro que dentro de algunos meses los indicadores empiecen a dar algunas señales positivas si la inflación cede, el tipo de cambio nominal se plancha, la política fiscal se sostiene y los salarios reales se recuperan. Pero no es obvio que la inflación desaparezca con las perspectivas macroeconómicas que hoy se perciben, y que opere la magia monetarista únicamente por la vía de la contracción de la base monetaria. Por eso, será difícil distinguir en esta transición si la recuperación es estacional y consecuencia de las diferentes fechas de ajuste de precios y salarios, o si se trata de un crecimiento sólido y duradero.

Para transformar una expansión transitoria en una permanente es necesario que algo importante haya cambiado en la economía argentina en estos pocos meses. Pero alterar las condiciones estructurales de la economía es mucho más difícil de lo que normalmente se piensa. Así como en la experiencia anterior el proceso de industrialización no ocurrió y la restricción externa apareció en toda su dimensión, las políticas actuales de eliminación del cepo, ajuste de tarifas y adopción de metas de inflación están lejos de ser la receta automática para una expansión duradera.

La clave para una menor inflación, sin embargo, está muy probablemente en el sostenimiento de un tipo de cambio estancado. Y si la inflación tarda un poco más en ceder (algunos analistas hablan de 25% para 2017), el atraso cambiario real será un obstáculo para el crecimiento de mediano plazo. Argentina necesitará en el futuro repagar los dólares de su nueva deuda con exportaciones para evitar tener que ajustar importaciones o provocar una devaluación brusca.

El “multiplicador” de nuestra economía cuando no la abruman los problemas de divisas es enorme, como lo prueban los años de altos precios internacionales con reestructuración de la deuda, que permitieron políticas sociales expansivas y un fuerte crecimiento del mercado interno y la industria. Sin esa condición, todo se vuelve muy cuesta arriba, y no es claro que la estrategia actual nos lleve hacia ese destino.

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