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El “supermercado del mundo”, con luces y sombras

19 octubre de 2016

por Martín Kalos (*)

Del 16 al 20 de octubre, Argentina participa del Salón Internacional de la Alimentación en París, donde 6.000 empresas, cámaras y gobiernos de casi todos los países buscan expandir sus ventas agroalimentarias al planeta. Argentina, desde hace varios años, se jacta oficialmente de producir alimentos para 400 millones de personas, y en diversos planes de desarrollo sectorial se han trazado perspectivas de llegar a alimentar a 600 millones (casi la décima parte de la población mundial) en los próximos años. Sin embargo, el sector estrella de la reinserción argentina al mundo enfrenta distintos escenarios en su vínculo con el extranjero.

Los sectores

Entre los ganadores de esta etapa se cuentan los pools de siembra y las exportadoras, beneficiadas por la quita de retenciones y la devaluación. También los molinos incrementan su producción de harinas, principalmente de la soja acumulada en silobolsas en años anteriores. Aunque los problemas en el mercado chino (el tercer mayor destino, con el 12% del total en lo que va del año) para el complejo sojero argentino complican el panorama de la molienda, son compensados por la mejora de la cantidad y calidad de trigo que estará disponible en 2017.

También algunos productos regionales mejoraron su performance en el extranjero, como el azúcar (ante un déficit en la oferta mundial, principalmente por India) y los limones (a la UE).

Pero esas ventajas macroeconómicas no alcanzan para compensar los altos costos y fuerte competencia que enfrentan otros alimentos regionales. Por caso, la yerba perdió la mitad de sus mercados mundiales en lo que va del año, y cayeron las exportaciones de peras y manzanas (9% y 16%, respectivamente), cuyas producciones se perjudicarán además en los próximos meses por las recientes heladas. Incluso los vinos sufrieron una mala cosecha y disminuyeron sus ventas al exterior 9%.

Además, la inusitada competencia de alimentos importados está haciendo estragos en muchos productores. Por ejemplo, la compra a Brasil de hortalizas (zanahorias, batatas, cebollas), galletitas, pechugas deshuesadas de pollo (4.000 toneladas, pese a que los productores argentinos no han trasladado plenamente a precios la suba en el costo del maíz local); 3.500 toneladas de naranjas que se trajeron desde España, Chile y México (ante problemas en la oferta nacional por las inundaciones); queso estadounidense (frente a la baja rentabilidad del sector lácteo local y las inundaciones de comienzos de año) y conservas turcas de tomates de Turquía.

Pero, en general, el complejo de alimentos, bebidas y tabaco tiene ganancias: de hecho, fue el sector que más utilidades giró al exterior en los primeros nueve meses del año: US$ 393 millones, el 19% del total. En tanto, las inversiones extranjeras directas en el sector fueron de apenas US$ 189 millones, el 11% del total de IED, según datos del BCRA.

En parte, esto se debe a que muchas empresas del rubro son filiales de firmas transnacionales, como ocurre con 12 de las 14 mayores exportadoras agroalimentarias del país. Esas filiales habían visto reprimida en los últimos años la posibilidad de transferir sus importantes ganancias a sus casas matrices, liberada ahora tras la eliminación de controles por parte del Gobierno. En comparación, en 2015 había registrado IED por US$ 43 millones y giro de utilidades por apenas US$ 10 millones.

Actualmente algunas de esas filiales de semilleras están haciendo lobby por una nueva Ley de Semillas, buscando aumentar sus ganancias al asimilar los desarrollos genéticos (sobre organismos vivos) a cualquier otra patente de propiedad intelectual y permitir a unas pocas empresas extranjeras dominar una cadena productiva que además es tradicional en nuestro país.

En el concierto de naciones, Argentina nunca dejó de ser un proveedor de commodities. La política actual simplemente explicita la orientación hacia ser un supermercado para los alimentos que el mundo demanda. Sin embargo, el éxito de este sector estrella aún es acotado. Entre las empresas que más incrementaron sus ganancias se cuentan por ahora las empresas transnacionales de los alimentos de exportación más tradicionales, que pueden además girarlas libremente a sus casas matrices. Pero el giro de utilidades todavía no incentiva un equivalente en inversiones en el sector de alimentos y bebidas y, mientras tanto, muchos productores regionales continúan perdiendo producción y destinos de exportación.

(*) Director de EPyCA Consultores @martinkalos

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