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El socio silencioso

24 octubre de 2016

por Miguel Zielonka (*)

Continúo con la saga de artículos en relación a las variables que afectan al déficit fiscal. Nuestro país se debate (o al menos debería hacerlo) entre bajar el gasto público, mejorar la recaudación y/o aumentar el endeudamiento. No es tan simple el asunto y, para colmo, también hay que elegir entre shock y gradualismo.

El Gobierno ya se decidió por la gradualidad y lo viene demostrando con hechos y palabras. Y en cuanto al trío deuda-gasto-ingreso, hasta ahora la jugada del Gobierno fue empezar con el endeudamiento y dejar para el postre subir impuestos o bajar gasto. Pero la hora del postre se acerca. Todo llega...

Se escucha cada vez con más fuerza en los medios una iniciativa oficial de incrementar la alícuota marginal del Impuesto a las Ganancias para personas humanas al 45%. Reconozco que no he tenido oportunidad de leer el proyecto de ley ni sus considerandos, pero ruego que la iniciativa no vuele porque creo que conceptualmente sería un error grave.

El hombre es un animal de costumbre y la ciencia económica sabe que también es un animal que responde a los incentivos. El Gobierno pretende, y nuestro país lo necesita, forjar una clase empresarial nueva, más innovadora, que nos inserte inteligentemente en un mundo que nos necesita, siempre y cuando hagamos delivery de nuestros productos y servicios a costos competitivos.

Viajemos entonces al interior del cerebro de nuestro emprendedor. El está dispuesto a tomar riesgos, hacer algo revolucionario, pero sabe que la “mortalidad infantil” de nuevos proyectos es alta, que lo más probable es que sólo uno de cada diez proyectos sobreviva. Si el impuesto a las ganancias que enfrenta su proyecto es de 45%, nuestro héroe tiene delante suyo una lotería en la que pierde el 100% de su capital si se queda por el camino (una probabilidad de 90%) o retira como flujo anual el 55% de lo que logre ganar neto de gastos y otros impuestos (una probabilidad de 10%). El socio silencioso (el Estado) se lleva 45% de las ganancias pero no pone capital. Y si las pérdidas voltean al emprendedor, el crédito fiscal por la pérdida no lo cobra nadie

Enfrentados a este bingo, los emprendedores racionales sólo se van a tirar a la pileta en unos pocos casos. Estamos obligándonos a emprender los proyectos que a priori tengan una muy alta probabilidad de ser exitosos o con un altísimo esquema de repago de la inversión. No hay zanahoria. Sin zanahoria no va a moverse al burro. Será preferible vivir más tranquilo, pastar cerquita y no tirar del carro. Ni subir a otros al carro para movernos todos juntos.

Espero haber podido graficar que con este tipo de incentivos, seguiremos teniendo baja inversión, menos emprendedores que los que necesitamos, y estaremos compitiendo en condiciones desventajosas contra otros países. No será magia.

(*) Director Asociado en Econviews

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