L a provincia de Buenos Aires pese a tener el 38% de la población del país y generar un porcentaje similar del PIB nacional es políticamente débil. Sus autoridades tienen poco margen para resolver los problemas de un vasto territorio que tiene en el ámbito del conurbano muchos temas acuciantes. Sus problemas no se pueden arreglar desde La Plata sino desde la Casa Rosada. Eso es consecuencia del déficit estructural de financiamiento que tiene la provincia y la falta de recursos propios llevó a que la principal tarea de un gobernador bonaerense terminó siendo la de construir una buena relación con el Presidente. Cuando ello no ocurre, como pasó con los Kirchner durante buena parte de la gestión de Daniel Scioli, la provincia se paraliza. Se pagan los sueldos, se brindan los servicios esenciales pero no se invierte. Nada fue casual. Luego de la mala experiencia de Carlos Menem con Eduardo Duhlade que le enterró su deseo rereeleccionsita cuando anunció un plebiscito sobre el tema, Néstor Kirchner decidió que Buenos Aires no podía tener autonomía política porque no se puede liderar al peronismo si no se controla al de la provincia de Buenos Aires. Y en los últimos años la provincia fue aún más postergada.
Buenos Aires recibe menos de lo que le corresponde por coparticipación federal. Además, está groseramente subrepresentada en la Cámara de Diputados. Son problemas conocidos y vienen casi desde el nacimiento de la democracia. Claro que los reclamos bonaerenses no siempre son acompañados por otros distritos que consideren que la mayor provincial del país concentra muchos recursos y es compensada porque su territorio es el destino del grueso de las políticas sociales. Esa visión, en muchas oportunidades, convierte a los gobernadores de la provincia en una figura poco simpática para el resto del país y tal vez eso explique porque nunca pudieron llegar a ser presidentes.
El actual gobierno bonaerense ha decidido poner sobre tapete el tema de la distribución de recursos. Y va a recurrir a todas las instancias, políticas, legislativas y judiciales para lograrlo. La oportunidad para avanzar es inmejorable dada la sintonía entre Mauricio Macri y María Eugenia Vidal. El Presidente comparte el reclamo de Buenos Aires y sabe, además, que una buena gestión de Vidal es clave para su gobierno y para el futuro de su partido porque es su figura con más proyección. El escenario electoral en la provincia tampoco es fácil para el oficialismo teniendo en cuenta la fuerza que conserva el peronismo, con sus distintas variantes, en el distrito. En la primera vuelta en 2015, Macri salió segundo con el 33% y fue derrotado por Daniel Scioli en el balotaje. Las autoridades provinciales quieren que les devuelvan ya, al menos, tres puntos de coparticipación y no les preocupa si se hace bajo el fondo del conurbano o por otra figura porque lo importantes es que lleguen los recursos. De todas maneras, Buenos Aires se verá beneficiada por la gran inversión en distintas obras que se harán en su territorio para recuperar su deteriorada infraestructura. En el caso del servicio de agua y cloacas, AySA está realizando una licitación por día y también se registra mucha inversión en viviendas en el territorio provincial.
La buena imagen de Vidal la convierten en la mejor abogada que puede conseguir la provincia para plantear su caso. Pudo reunir a buena parte de los legisladores nacionales del distrito de distintos partidos para que acompañen el reclamo. Puede argumentarse que las cuestiones institucionales no se resuelven por simpatías personales y menos aún cuando hay recursos económicos involucrados. Pero si a un mensaje justo se lo acompaña con la mensajera adecuada, las posibilidades de éxito son mayores.
