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Según el Gobierno, el gradualismo pasó la prueba en el CCK

El equipo económico sintió que hubo un apoyo al ritmo gradualista que le está imprimiendo a la recuperación de los equilibrios macro.

19 septiembre de 2016

El Gobierno cree que el mini- Davos fue un éxito, y no sólo porque se cumplió el motivo primario del evento: colocar, como dijo Francisco Cabrera a modo de corolario el jueves, a Argentina “en el tablero de las inversiones internacionales”.

Los funcionarios creen que el evento servirá para apuntalar la Inversión Extranjera Directa (IED), una variable que viene creciendo y en la cual el país tiene mucho catch-up para realizar dado que fue una cuestión muy desatendida durante la larga década kirchnerista. Sin inversión, todo proceso de crecimiento de la economía se acaba rápidamente y aparecen los cuellos de botella que, como en el caso de la energía, adquirieron importancia macroeconómica.

Pero también fue un espaldarazo puertas adentro del Gobierno, que seguramente los funcionarios buscarán capitalizar durante varios meses. El equipo económico sintió que hubo un apoyo al ritmo gradualista que le está imprimiendo a la recuperación de los equilibrios macroeconómicos y, sobre todo, al déficit fiscal y la tasa de inflación.

Si bien se escucharon algunas críticas de CEO's y economistas locales con orientación más ortodoxa a esa cadencia y no cayó nada bien el hecho de que el Presupuesto 2017 contemplara un rojo primario superior al que prometió Alfonso Prat-Gay en enero pasado ni incluye una reducción de la presión impositiva, la gran mayoría de los hombres de negocios sostuvieron que un programa de shock hubiera sido políticamente impracticable en el país. Lo importante, decían en los pasillos del CCK, es mantener una tendencia, marcar un rumbo y no cambiar las reglas del juego en el proceso.

Eso interpretan desde el Banco Ciudad también. En su último informe coinciden en que “la principal inquietud” es la dinámica futura de las cuentas públicas pues es “un elemento clave para consolidar un escenario de mayor estabilidad macroeconómica”. Pese a ello, dice el informe, “se observó cierto consenso en torno a convalidar un mayor gradualismo fiscal que el previsto originalmente, en la medida en que ello garantice la viabilidad política de la recomposición presupuestaria, sosteniendo así el actual proceso de reformas”.

Asimismo, en el Gobierno creen que el evento servirá también para apurar la inversión de capitales locales, que son mucho más relevantes en términos agregados. Ya lo había advertido el propio Prat-Gay hace unos meses cuando les advirtió a los empresarios locales que si no apuraban el hundimiento del capital serían los extranjeros los que acapararían su market share. Ahora, creen en el Gobierno, la presión es real y muchos capitales locales se contagiarán del entusiasmo que vino del extranjero.

El mini-Davos también asiste a la pretensión oficial de cambiar la agenda. Así lo señala Alejandro Catterberg (Poliarqruía) en una breve columna publicada ayer en La Nación. “El foro contribuye sustantivamente a la narrativa del macrismo. El vocabulario del nuevo tiempo económico (inversión, innovación, productividad, infraestructura, negocios) reemplaza a los vocablos característicos del kirchnerismo (cepo, consumo, subsidio, protección, retenciones), cimentando el cambio cultural que Macri considera indispensable para el éxito argentino”, escribió.

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