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“Se pueden bajar bastante los costos sin tocar el salario”

Entrevista a Marcelo Elizondo, Director de la consultora DNI.

15 septiembre de 2016

En diálogo con El Economista, en el marco del foro que se desarrolla en el CCK, Marcelo Elizondo, director de la consultora DNI y experto en comercio e inversiones, confía en que la Inversión Extranjera Directa (IED) crecerá en 2017 y 2018. “Hoy estamos cuartos en la región y hace veinte años éramos los primeros. El país tiene que recuperar posiciones”, dice.

El Gobierno ha tomado medidas concretas y ha dado múltiples señales para aumentar el escaso flujo de IED que llega a nuestro país. ¿Qué importancia le asigna al foro en ese objetivo?

Tiene una relevancia muy grande. Acá hay líderes de empresas mundiales y cuando una empresa moviliza a su número uno hacia un país está diciendo mucho. Dice que hay interés en ese mercado y vocación por dejar asentado públicamente. El foro hace explícito que las grandes empresas están interesadas en Argentina. A la vez, es la ocasión en la cual esos empresarios pueden entrar en contacto con funcionarios y con empresarios argentinos. Dentro de ese encadenamiento de eslabones varios, que empezó en el Foro de Davos, siguió por salir del default, el ordenamiento macroeconómico, este es un capítulo muy importante.

Las cifras del BCRA dicen que la IED está creciendo, aunque lentamente. ¿Cuándo se va a aumentar ese flujo y llegará esa famosa “lluvia de dólares”?

Lo de lluvia de dólares es una exageración y no hay lluvia en ningún lugar del mundo. Además, las inversiones siempre son específicas en determinados sectores para negocios concretos. No son indiscriminadas ni caen en todos lados. Las que vienen lo hacen en rubros particulares, como la agroindustria, los servicios vinculados con el conocimiento y las nuevas tecnologías o la infraestructura, que recibirán seguramente más inversión. Las inversiones internacionales requieren su tiempo de maduración. Primero, la decisión, después la obtención de recursos varios para planificar la ejecución, después el inicio de esa ejecución y después la maduración final. Muchos de los anuncios de inversión que se han hecho van a ir concretándose en el tiempo. En 2017 vamos a tener ya un número más elevado y en 2018 mayor aún porque todo esto requiere de decisiones administrativas de las compañías, ingenierías financieras, conseguir proveedores y contratos. Eso lleva tiempo. Entre 2017 y 2018, Argentina estará en el lugar que le corresponde en términos de recepción de IED. Hoy estamos cuartos en la región y hace veinte años éramos los primeros. El país tiene que recuperar posiciones.

¿Qué es lo que más le preocupa hoy a la compañía que piensa en invertir acá?

Hay una sensación de que hay un equipo de Gobierno con más capacidad para recibir inversiones que nunca antes, pero hay problemas que son más graves que los que nunca antes se tuvo. Hay cuatro grandes inquietudes que han surgido de lo que hable con los empresarios. Primero, que todavía hay cuestiones macroeconómicas que resolver y, en particular, la fiscal porque es el antecedente de una alta presión tributaria, inflación y tasas de interés elevadas. El ordenamiento macro que el Gobierno ya puso en marcha, pero aún falta. Segundo, la infraestructura disponible para hacer viables las inversiones. La logística, el transporte y la energía. Ese es un tema que genera inquietud en los empresarios. Tercero, la sustentabilidad política. Hoy, Argentina está abierta a las inversiones, ¿dentro de cinco años va a ser igual? Eso te lo preguntan. Por último, la conflictividad gremial y sindical: muchas empresas con ganas de invertir no quieren generar proyectos en los cuales haya cierto grado de discordia en el ámbito laboral.

Un tema infaltable en estos foros son los costos de producción, que aquí son altos. ¿Se pueden bajar esos costos sin licuar el salario real?

Eso es lo que el Gobierno dice que quiere hacer. Se puede. Argentina tiene muchos de producción que no son salariales. De hecho, buena parte del costo laboral no es salarial. Hay muchos costos de producción que tienen que ver con la tasa de interés, el costo del acceso al capital, el costo de la ineficiencia del conjunto vinculado con el acceso al servicio de logística y transporte o almacenamiento. Hay una burocracia demasiado presente y una economía sobrerregulada que genera costos. Además, hay mucho costo de ingreso en terceros mercados porque las empresas que exportan desde Argentina pagan aranceles mientras sus vecinos no lo hacen porque el país no ha hecho acuerdos comerciales con terceros. Se pueden bajar bastante los costos sin tocar el salario. Dicho esto, vale decir que Argentina nunca va a ser un país que va a competir por bajos costos. Ese no es el proyecto de país que la sociedad argentina. Por eso, no es un país que debería definir una estrategia de competitividad basada en menores costos. Hay que hacerlo por razones vinculadas con la calificación de su oferta, la diferenciación, la innovación y el conocimiento incorporado en el proceso de producción. Lo más probable es que Argentina pueda ser competitiva por razones que no se vinculan con los menores costos. Puede competir en los segmentos en los cuales los mercados pagan la calificación de la oferta y que para eso hay que desarrollar atributos competitivos, buenas arquitecturas vinculares internacionales, buenas estrategias de marketing de las empresas, buenos mecanismos de inserción en las cadenas globales de valor, reputación del producto de las empresas, conocimiento e innovación de la oferta. Por esa vía, uno puede tener éxito sin ser el que menores costos tiene.

Con todo este nuevo clima más aperturista que hay en el país, ¿vamos a ver más empresas locales haciendo un juego global y qué hace falta para tener multilatinas o global players?

Argentina debería tener más global players. Es una condición para la inserción internacional. Los países que mejor se insertan son los que exportan e importan más, reciben más IED y también emiten más IED. Hoy, en el mundo hay una conjunción y un vínculo sistemático de inversión, comercio, bienes y servicios. Todo forma parte de alianzas en las que se intercambian conocimientos y se toman decisiones estratégicas entre distintos socios de manera conjunta. Sería bueno que ocurriera y depende de varios factores. Por ejemplo, la propia vocación de los empresarios. También es necesario cierto ordenamiento macroeconómico. Una parte del déficit de global es que Argentina tiene dificultades para ingresar en los mercados financieros internacionales o dificultades para garantizar cumplimientos a 4 o 5 años para desarrollar proyectos estratégicos en el exterior porque ha tenido obstáculos para el comercio. También porque ha sido un país en el cual se ha alentado a las empresas al mercado doméstico y al consumo, y no a la inversión y al desarrollo estratégico. Si cambia todo eso y hay más vocación por parte de los empresarios, es probable que tengamos más global players. Hay algunas y lo hacen bien, pero deberíamos tener más.

¿Qué reflexiones le genera el proyecto de Sergio Massa y qué dice sobre la forma en que nos vinculamos con el mundo?

Muchos empresarios argentinos se preocupan por competir con productos importados y me parece que el motivo de preocupación es que deben competir contra los entornos desde donde provienen esos productos importados. Son entornos que conceden mejores condiciones de producción que las que tienen los argentinos. Si tengo que competir contra alguien que tiene tasa de interés más baja, menos costo laboral, menos costos impositivos, acceso a mercados a los cuales acude para conseguir insumos o bienes de capital o conocimiento para mejorar su capacidad de producción que son mejores que las mías, mi problema no es la importación per se sino que mi entorno me concede condiciones de falta de competitividad y entonces es más difícil competir. Así entiendo esa conducta más retraída de las empresas argentina. Lo que critico es que, si eso existe, lo que tienen que hacer los empresarios es corregir las condiciones locales y no cerrar el comercio porque, cerrándolo, no conseguimos ni inversión, ni mejora en la calidad de nuestra oferta ni mejores puestos de trabajo ni mayor inserción internacional. Es una locura cerrarse al mundo. Si uno mira lo que el país importa, observa que básicamente importa productos que necesita para producir: máquinas, insumos, piezas y partes, energía y vehículos. El 90% de las importaciones son bienes para producir. Está probado que, cuanto más se cierran las importaciones, más dificultades hay para producir y crecer. Creo que se han encendido luces amarillas un poco exageradas. Las importaciones no están creciendo

¿No hay “avalancha”?

En dólares, las importaciones están cayendo 8% interanual. En cantidades, es cierto, están creciendo 7%, pero aun así estamos muy por debajo de los niveles de importaciones que el país tuvo en los años de mayores importaciones, que son 2011, 2012 y 2013. Aun con el alza en volúmenes de 2016, estamos 5% más abajo que en 2013. Lo que pasa es que nos estamos comparando hoy contra el 2015 y 2014, que fueron años de cepo a las importaciones y la base de comparación es artificial. No generemos luces amarillas exageradas. Lo que hay que hacer es mejorar las condiciones de competitividad interna para que la empresa argentinas pueda competir y no cerrarse al mundo.

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