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“Los economistas deben incluir las restricciones políticas, y viceversa”

Entrevista a Sergio Pernice, Director maestría en dirección de empresas en UCEMA.

08 septiembre de 2016

En diálogo con El Economista, Sergio Pernice, director de la maestría en dirección de empresas en la UCEMA y PhD en física por la Universidad de Pittsburgh, sostiene que “en el mundo real se toman decisiones con información imperfecta y, entonces, se cometen errores”, como le ocurrió al Gobierno en el caso de las tarifas. “No es que le quito dramatismo, es que en la medida en que se entiende que la solución, si existe, involucra mucha información idiosincrásica que no está en los manuales, no queda otra alternativa. Esa información se adquiere en la práctica, mientras se va haciendo. Y entonces es inevitable cometer errores, de los que es fundamental aprender”, explica.

En una columna publicada recientemente (“Modelo M y legado K”), en el portal Infobae, usted sugiere que la estrategia del Gobierno para cambiar el régimen económico es gradualista. Además menciona sus “deseos de ir por el medio”: promoviendo reformas estructurales para apuntalar la competitividad y, a la vez, “sin que esto implique un alto costo social”. Desde la política, esa elección parece lógica, dado el contexto en el que asumió: una victoria ajustada en el balotaje, sin mayorías en el Congreso y un modelo (me refiero al anterior) que suscita adhesión en amplias franjas de la población. Desde el punto de vista económico, ¿también es lógico ese ritmo o debería, como dicen algunos, ir más rápido para que cierren los números?

Interesante pregunta. Efectivamente, muchos separan el aspecto económico del político. Es lo más común, especialmente entre economistas. Es una postura respetable. Yo pienso que esa separación, cuando uno está pensando no en escribir un paper sino en implementar política económica en el mundo real, no tiene ningún sentido. Cuando hay dos variables muy correlacionadas entre sí, como los aspectos políticos y económicos obviamente lo están, no sólo en Argentina sino en todo el mundo, pretender determinar el comportamiento de una variable sin considerar la otra, puede ser un ejercicio intelectualmente interesante, pero de muy poca utilidad práctica. Esto es fuente de tantos malentendidos en la discusión políticoeconómica que, si me permite, creo que amerita hacer una analogía con la medicina, ya que me parece que epistemológicamente ambas disciplinas tienen mucho en común. Suponga que un familiar suyo tiene el sistema inmunológico deprimido y, además, se entera de que tiene cáncer. El cáncer se curaría con quimio, pero la quimio afectaría aún más su sistema inmunológico. Va al oncólogo y éste le dice que tiene que hacer quimio. Su familiar hace la quimio y a las pocas semanas fallece, no de cáncer sino de cualquier infección porque su sistema inmunológico no la resiste. Usted habla con el médico y éste le dice que no cometió ningún error, que al cáncer lo hubiese curado, que él es oncólogo, etcétera. ¿Usted qué hace? Obviamente le hace un juicio por mala praxis. Un médico real no se comportaría como el recién descripto porque su formación lo entrena para entender al cuerpo humano como un sistema complejo con vasos comunicantes. La complejidad hace que existan los especialistas, como el oncólogo, el cardiólogo, etcétera, pero estos, concentrados como están en su especialidad, no por eso dejan de reconocer el impacto de sus intervenciones sobre otros sistemas del cuerpo. En mi opinión, economistas y políticos deberían tener la misma actitud epistemológica que los médicos cuando quieren intervenir en el mundo real.

En la columna, usted le quita dramatismo a la estrategia de “ensayo y error” que practica el Gobierno y que él mismo señala como una virtud. ¿Por qué?

No es que le quito dramatismo, es que en la medida que se entiende que la solución, si existe, involucra mucha información idiosincrásica que no está en los manuales, no queda otra alternativa. Esa información se adquiere en la práctica, mientras se va haciendo. Y entonces es inevitable cometer errores, de los que es fundamental aprender. Pensemos el ejemplo del aumento del gas. Poniéndose en los zapatos del Gobierno, uno ve un agujero fiscal enorme, un precio ridículo que no existe en ningún país serio, un sobreconsumo racional de los argentinos ante ese precio subsidiado (consumimos más del triple por habitante que en países vecinos). De buena fe se quiere llevar la situación a otra más sustentable. Algunos dicen que hay que hacer audiencias públicas y otros argumentan que no. No hay jurisprudencia confiable. ¿Qué es lo racional de hacer? No me parece tan descabellado que se jueguen, aumentando y ver qué pasa. La Corte finalmente sentencia en contra y fuerza a volver para atrás. Podía salir bien, también podía salir mal. Es así en el mundo real. Se toman decisiones con información imperfecta. Entonces se cometen errores. El que no comete errores de acción seguro que está cometiendo errores por omisión, por no hacer lo que podría hacer por ser demasiado precavido. Los errores de acción son noticia, los de omisión no, pero su efecto acumulado finalmente determina el éxito o fracaso.

Algunos colegas suyos advierten que los drivers del crecimiento en 2017 no van a ser virtuosos sino, más bien, los clásicos y que eso es insustentable. Hablan, por ejemplo, del gasto público expansivo, el estímulo al consumo privado y/o el atraso cambiario. ¿Le preocupa eso o, en el largo tránsito hacia el cambio de régimen, pasan estas cosas?

Si todo siguiera igual, excepto por la sustitución del financiamiento inflacionario por deuda, entonces estaría de acuerdo con esa apreciación. Pero no creo que ese sea el caso. Creo que cuando se hace política económica con consciencia de las restricciones políticas, cada acción individual no es motivo de grandes titulares, pero la apuesta es que el resultado acumulativo de las diferentes acciones tenga un efecto real, importante y positivo sobre la economía. Y que de a poco la vaya acercando a un sendero sustentable. Ahora, así como digo que los economistas deberían incluir en sus modelos las restricciones políticas, los políticos también deberían incorporar las restricciones económicas. El ejemplo más obvio de lo que pasa cuando no lo hacen es Venezuela. Y la Argentina kirchnerista estaba muy cerca de colapsar como Venezuela. De hecho, un riesgo país de aproximadamente 450 puntos indica que los riesgos continúan. Si se continuara con el estatismo y falta de competitividad kirchnerista, efectivamente esto no sería sustentable. Por eso no creo que el Gobierno se limite a las clásicas herramientas kirchneristas para estimular la economía. Ahora, volviendo al ejemplo del médico, también hay que tener en cuenta que aún el mejor tratamiento puede fallar si el cuerpo está muy dañado. Puede ser que las restricciones políticas dejen tan poco margen para medidas económicas, que la crisis sea inevitable. De hecho, las crisis sucesivas en los últimos cincuenta años en Argentina pueden ser pensadas así, como estructurales a nuestra sociedad. El ala política, tanto del Gobierno como de la oposición, debería meditar sobre esto. Esperemos que no sea el caso.

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