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Las inflaciones y la pobreza

Luego de varios momentos olvidables, como la frase de Aníbal Fernández en la que afirmaba que en Alemania había más pobres que en Argentina, el Indec volverá a informar la línea de pobreza y cuánta gente está por debajo de ella, y la novedad es que serían creíbles.

21 septiembre de 2016

por Federico González Rouco (*)

En una semana, estaremos ante el retorno de los datos oficiales de pobreza a nivel nacional. Luego de casi tres años, el Indec volverá a informar, el próximo miércoles 28, la línea de pobreza y cuánta gente está por debajo de ella. La novedad: todo parece indicar que los datos serán creíbles.

Luego de varios momentos olvidables como la publicación de los últimos datos de pobreza del Indec que hablaban de 4,7% de la población en esa condición, la frase de Aníbal Fernández en la que afirmaba que en Alemania había más pobres que en Argentina o la publicación de la proyección (con errores metodológicos muy profundos) que hizo el Observatorio de Deuda Social la UCA.

La semana que viene el Indec publicará qué porcentaje de la población está bajo las líneas de pobreza e indigencia al segundo trimestre del 2016. Todo indica que la medición que se utilizará no incluirá factores que permitan analizar este problema de manera multidimensional, aunque esto no se descarta en futuras publicaciones. Para que las políticas tengan un impacto en la pobreza, tenemos que saber que magnitud tiene, cómo está distribuida a lo largo del país y a qué determinantes responde. La medición multidimensional va mucho más allá del nivel de ingresos de una familia y por eso es que debemos tender hacia eso.

Lo más cercano a los datos de pobreza del Indec son los que publica la Oficina de Estadísticas del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. El problema es que solo se publica el monto al que ascienden mensualmente las canastas básicas alimentarias y totales, es decir, las que sirven para fijar un umbral a la indigencia y a la pobreza. Osea que, solo se conoce uno de los componentes que se requieren para medir. Como dato cercano, puede servir saber que una familia tipo propietaria requiere $12.900 mensuales para no ser pobre y cerca de la mitad para no ser indigente.

Otro punto interesante es que medir mensualmente la línea de pobreza es una forma alternativa de medir la inflación. Así como el índice de precios al consumidor, la canasta básica también es un conjunto de bienes que, medidos mes a mes, permiten analizar las variaciones de precios. La línea de indigencia, así, no ha sentido una desaceleración de la inflación, con aumentos mensuales de entre 3% y 3,5% en el último cuatrimestre, más allá de la caída explicada por tarifas. Por otro lado, la línea de pobreza ha registrado una desaceleración muy fuerte en su ritmo de aumento, pasando de 5,5% mensual en abril a 2,1% en julio (y una caída de 0,8% en agosto, pero explicado especialmente por el factor tarifas).

¿Cómo se explica esto? En definitiva, esta diferencia en las “inflaciones” depende de los componentes de cada una: la línea de indigencia se compone de alimentos que no han sentido tanto la caída de la inflación pero, por otro lado, esta línea no sintió los impactos de precios regulados y servicios públicos, por lo que el aumento fue sostenido. En el caso de la línea de pobreza, los aumentos producidos por servicios públicos o de servicios varios fueron importantes al principio del año pero su incidencia fue cayendo significativamente en los últimos meses, dando lugar a una caída fuerte del aumento de la línea.

La semana que viene se conocerá cuántos pobres hay en Argentina, dónde están ubicados y qué magnitud de pobreza hay. Con suerte, conoceremos también la composición de este problema, es decir, cuáles son los determinantes (salud, educación, empleo, servicios públicos, etcétera) que dan lugar a un entendimiento multidimensional. Los datos que elabora la Ciudad de Buenos Aires sirven para saber qué está impactando en el consumo de los que menos tienen y, por lo visto, están siendo los alimentos, reflejándose esto en la diferencia de “inflaciones”. Después de tres años, tendremos datos y, después de una década, datos creíbles.

(*) Economista con posgrado en Economía Social

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