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¿Ante un veranito o un crecimiento sustentable?

El Gobierno puede estar tranquilo: si no hay imprevistos, llegará a las elecciones de 2017 con la economía local en recuperación.

26 septiembre de 2016

por Gabriel Caamaño Gómez (*)

El primer semestre (-1,8% real anual) fue mucho peor que lo que buena parte de los analistas locales y el propio Gobierno habían previsto. Y la recuperación también se retrasó más de lo previsto: hasta el último trimestre. No fue ni el segundo, ni el tercero.

En consecuencia, en 2016 el desempeño del PIB será bastante peor del 0%/-1% inicialmente esperado. Por el contrario, promediará una tasa de contracción real en torno o levemente por de debajo del 2% anual y el producto per capita, la medida por excelencia del ingreso medio, caerá más de 3% en los mismos términos de comparación, retrotrayéndonos a niveles comparables a los de 2010.

En ese sentido, vale pena resaltar que, de cumplirse esas proyecciones, el producto per capita, en 2016, promediará un nivel 6,2% inferior a su último máximo (2011) o, lo que es lo mismo, para retornar a ese máximo per capita será necesario que el PIB experimente un alza de casi 8% anual en 2017, crezca 4,6% anual en 2016 y otro tanto en 2017 o se expanda a un ritmo promedio anual de 3,6% entre 2017 y 2019. En el primer caso, lo alcanzaría en 2017, en el segundo en 2018 y en el tercero en 2019.

¿Piso?

Pero siempre que llovió, paró. Y, además, la esperanza es lo último que se pierde. Por eso, la gran mayoría elige concentrarse en lo que vendrá y, en ese sentido, hay algo que ya nadie discute: estamos tocando piso.

Si no fue agosto, será septiembre. Pero de lo que no hay dudas, es que el último trimestre de 2016 arrojará crecimiento (estadísticamente significativo) respecto del inmediatamente anterior (serie con ajuste estacional)

En tanto, julio de 2016 fue muy malo, casi tanto como junio. Agosto tuvo claras e importantes mejoras, pero en el panel de indicadores primarios de producción los signos siguieron alternándose, aunque muchos de los que continuaron cayendo lo hicieron a menor ritmo que los meses previos.

Ergo, lo más probable es que durante el octavo mes de 2016 la variación respecto del mes anterior seamenos negativa o que estadísticamente no podamos afirmar, con niveles de error aceptables, que sea significativamente distinta de cero. Por eso, aún con septiembre iniciando recuperación, es poco probable que el tercer trimestre arroje variaciones positivas significativamente diferentes de cero respecto del anterior.

En cambio, lo que está en plena definición, es si la tasa variación interanual del PIB recuperará el signo positivo durante el último trimestre. O si, por el contrario, habrá que esperar a 2017.

Los factores

Sin lugar a dudas, el muy mal último trimestre de 2015 juega a favor pues se presenta como un punto de comparación poco exigente. Sin embargo, con eso sólo no alcanza.

La desinflación lograda a fuerza de tasas altas y el cabal compromiso al respecto del BCRA es otro factor clave en ese sentido pues todos esperamos que la misma permita que durante los últimos cinco meses de 2016 los salarios le vuelvan a ganar a los precios, recomponiéndose el ingreso real de los hogares y, consecuentemente, recuperándose el consumo privado. En el mismo sentido juega el gradual recorte de la tasa de referencia aplicado por el BCRA a la par de ese progresivo proceso de desinflación.

Otro elemento a favor es la recuperación esperada en 2017 para nuestro principal socio comercial: Brasil. En tanto que, en sentido contrario, jugaría una Fed retomando el sendero de ajuste de la tasa de interés de referencia post elecciones presidenciales de EE.UU.

En el último mes se sumó un nuevo factor: el proyecto de Ley de Presupuesto 2017 confirmó que el frente fiscal recuperará el signo expansivo en lo que resta de 2016 y que en 2017 el ajuste fiscal volverá ser escaso o nulo.

Léase, el Gobierno ya no se contenta con esperar pacientemente que las reformas introducidas durante el primer semestre de 2016 surjan efecto. Por el contrario, está decidida a apuntalar el dinamismo del nivel de actividad local vía obra pública, transferencias corrientes al sector privado y giros a las jurisdicciones provinciales.

El porcentaje Menos discutible que la recuperación del último trimestre es el crecimiento del nivel de actividad local previsto para 2017. Se puede discutir acerca de la magnitud o el patrón y, consecuentemente, el nivel de sustentabilidad del mismo, pero no acerca de si la economía local crecerá o no en 2017.

Respecto de lo primero, la mayoría de las encuestas de expectativas realizadas entre analistas locales ubican las proyecciones de crecimiento 2017 entre 2% y 4% real anual. Con algunos optimistas apuntando incluso por arriba de 4% anual.

Con lo cual, el Gobierno puede respirar tranquilo. De no mediar imprevistos, todo indica que llegará a las PASO de agosto y a las elecciones legislativas de octubre con la economía local en recuperación.

Lamentablemente no podemos decir lo mismo de 2018 pues, tal cual se desprende de los párrafos previos, en 2017 volveremos a repetir el patrón de crecimiento característico de 2013 y 2015: el mismo tendrá como pilares al consumo privado y la inversión pública. Nada más lejos de la apuesta por el dinamismo de los sectores productores de bienes y servicios transables y la inversión privada en capacidad productiva característica de los primeros cien días del Gobierno.

Más allá del cambio de enfoque o la renuncia por necesidades políticas, lo importante es que, dados los “fundamentals” locales y tal cual lo demuestra el “serrucho” del nivel de actividad de 2012-2016, ese patrón de consumo no es sostenible en el mediano-largo plazo.

Si no queremos seguir perdiendo tiempo o, mucho peor, empobreciéndonos en una visión de mediano-largo plazo, más temprano que tarde deberemos relanzar, por las buenas o las malas, el proceso de ajuste macroeconómico que se insinuó ni bien asumió Mauricio Macri y fue perdiendo impulso a lo largo del primer semestre.

(*) Socio y director de Consultora Ledesma

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