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Tipo de cambio y crecimiento: una relación delicada

16 agosto de 2016

por Pablo Mira (Economista)

Cuál es la relación entre tipo de cambio real y crecimiento en Argentina? La aclaración “en Argentina” es fundamental, porque nuestro país es especial y requiere estudiar esta interacción con una perspectiva idiosincrática.

La volatilidad cambiaria que vivimos nos permite identificar con bastante claridad que las apreciaciones más o menos abruptas provocan una expansión rápida de la demanda interna y de la producción y, del mismo modo, fuertes devaluaciones inducen contracciones lo mismo de enérgicas. La razón más probable de este comportamiento es que la apreciación induce una mejora en los salarios reales, en pesos y en dólares, lo que enciende el motor de la demanda interna y lo multiplica a toda la economía.

¿Significa esto que el país debe apreciar al máximo su moneda para crecer? Como hemos experimentado, las apreciaciones veloces (por ejemplo, a un ritmo de 15% o 20% al año) suelen ser transitorias.

La fuerte mejora de los ingresos en dólares se transforma con rapidez en mayores importaciones y eso, sumado a la pérdida de competitividad en algunas industrias sensibles al tipo de cambio, nos hace perder reservas apresuradamente.

En algún momento, a esta presión se suma la creciente sensación del público de que el dólar está “barato” y que en algún momento deberá corregirse, lo que induce la compra de divisas con fines especulativos, acelerando la operación de la restricción externa. Esta dinámica se produce mucho antes de que la expansión de la demanda interna pueda crear las condiciones para mejorar la competitividad estructural de la economía.

Al mismo tiempo, varios economistas han destacado la necesidad de contar con un tipo de cambio real alto y estable como condición para el desarrollo. La razón principal es que es difícil mejorar la competitividad “sistémica” de nuestra industria para competir y que, por lo tanto, debemos descansar en la competitividad basada en salarios bajos en dólares.

Pero esta perspectiva tiene limitaciones. Una es que la evidencia a su favor, al menos en nuestro país, es escasa. La segunda es que competir con salarios más bajos en dólares significa una distribución del ingreso más regresiva, con los costos políticos y sociales que esto conlleva. La tercera es que, como la percepción social es que la economía funciona mejor con las apreciaciones cambiarias y sufre con las devaluaciones, lograr una situación de tipo de cambio real competitivo se vuelve un objetivo resistido.

Esto no significa que la relación positiva entre tipo de cambio real y crecimiento sea falsa sino que es una apuesta difícil y que no está libre de riesgos. Lo que sí sabemos es que, mal que nos pese, las experiencias de apreciación real terminan casi siempre en el mismo ciclo de decepción económica.

Este es otro de los dilemas que debe enfrentar el país, y que no debe ser tratado con suficiencia o desdén. El esfuerzo intelectual y social para superarlo puede requerir escapar a las alternativas simplistas de liberalismo e intervencionismo en su forma pura.

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