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Problemas sectoriales para pasar el invierno

Para muchos sectores, el desplome del mercado interno augura que la temporada de vacas flacas continuará por unos meses.

24 agosto de 2016

por Martín Kalos (*)

Mientras la economía argentina comienza a dar las primeras señales de reactivación, algunos sectores presentan hoy situaciones críticas, con cierres de establecimientos y despidos de trabajadores.

La protesta de los productores de peras y manzanas llegó a su pico de visibilidad ayer al regalar diez toneladas de frutas en Plaza de Mayo. Su estructura de costos supera el precio interno, que no pueden subir debido a la competencia de frutas importadas, sobre todo de Chile. Difícilmente pueda hablarse de poca competitividad en un país que ha sido en los últimos años el segundo exportador mundial de peras y membrillos y se ubica en el top ten de vendedores de manzanas y jugo de manzana. Y que además, en 2014 y 2015, abrió mercados adicionales importantes como India o China.

Sin embargo, el aumento de costos internos (transporte y mano de obra), la escasez endémica de financiamiento (que intentó compensarse hace pocos meses con créditos subsidiados de bancos estatales, que llegaron poco a los pequeños productores) y la reducción del consumo interno desvirtuaron la cadena productiva. Hoy, los supermercados obtienen ganancias por la venta de frutas, pero sus productores van a pérdida y no tienen espalda suficiente para aguantar la situación. Por eso en la última temporada siquiera les fue rentable recolectar casi 200.000 toneladas de fruta de las plantas y en esta temporada la producción continúa su derrumbe.

Esto se reproduce en otros sectores primarios destinados eminentemente al mercado local como el lácteo, que continúa reduciendo su producción mientras cierran tambos, se faenan vacas lecheras y el precio internacional deprimido no ayuda a compensar una estructura de costos interna también perjudicial para el productor.

Otras economías regionales sufren las crisis de sus mercados de destino, como ocurre con la cadena olivícola y la grave recesión brasileña. O problemas sanitarios, como el caso del picudo que diezma la producción algodonera y se suma a los problemas en la cadena textil. Por supuesto, hay sectores agropecuarios en auge: el trigo y el maíz (y, en menor medirda, la soja) disfrutan de menores impuestos y trámites burocráticos sobre su comercio exterior y elevan sus exportaciones, y eso les permite también encarecer sus precios internos (que son, a su vez, un costo en la cadena de valor ganadera), incluso pese a los problemas meteorológicos en esta temporada.

En la industria de electrodomésticos (sobre todo, en la línea blanca), se acumulan stocks tanto en comercializadoras como en depósitos, y ya han efectivizado suspensiones de trabajadores en varias provincias. También acumuló stocks y redujo su demanda de trabajo el sector automotriz, que pese a las mayores ventas internas (más focalizadas en vehículos de alta gama y utilitarios, y menos en familiares medianos y pequeños) no puede compensar su menor intercambio con Brasil.

El menor consumo y más importaciones llevaron a una merma del 25% en la actividad textil, que en muchos casos afectó a empresas que habían concretado inversiones importantes en los últimos años para aumentar gradualmente su productividad ?pero que no pueden competir con los bajos precios de países con estructuras de costos radicalmente distintas a la argentina-. En cambio, la industria de juguetes recurrió a planes de financiación (Ahora 12 y privados) y a convenios con supermercados para no reducir su producción y sus ventas internas mientras acechan los juguetes extranjeros (con aumentos de importaciones del 20% interanual en lo que va del año). También la monopólica producción de aluminio argentina logró compensar en estos meses la menor demanda interna, con mayores exportaciones.

La trama común a casi todos los sectores es que el desplome del mercado interno augura que la temporada de vacas flacas continuará al menos por unos meses. Con un ajuste del cinturón en el consumo de los hogares, con un gasto público que se concentra en sus erogaciones corrientes pero recién comienza a atender a los gastos en obra pública, y con inversiones que aún no llegan más que a cuentagotas (en parte, por la falta de perspectiva de mayores ventas y ganancias futuras), hoy en día no hay demanda interna que avale la capacidad productiva instalada en el país.

La disyuntiva reside en si se recuperará esa demanda local o se buscará incentivar un aumento de la productividad que en el mediano plazo se concrete en más ventas al exterior o si, por el contrario, esta crisis se resolverá (una vez más en la Historia Argentina) con el cierre de empresas y un aumento estructural del ya elevado desempleo.

(*) Director de EPyCA Consultores. @martinkalos

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