Como se preveía, el Senado de Brasil aprobó que se inicie juicio político a Dilma Rousseff. Y lo hizo con una mayoría holgada de 59 votos a favor y 21 en contra. Esa diferencia anticipa, en buena medida, cuál será el desenlace de esta crisis que ya lleva varios meses. El 25 de agosto empieza el juicio y seguramente pocos días después Dilma quedará definitivamente destituida e inhabilitada de ocupar cargos durante ocho años. Para que ello ocurra, la Constitución requiere una mayoría de dos tercios de los 81 senadores, es decir 54, cinco menos de los que habilitaron el impeachment. Por eso, la consultora de riesgo político Eurasia Group estima que existe un 90% de probabilidades de que Dilma sea destituida.
A partir de septiembre, después de dos períodos de Lula, uno completo de Dilma y otro inconcluso antes de llegar a la mitad, el PT dejará la Presidencia. Se abrirá un nuevo ciclo político mientras que Michel Temer completará el actual periodo presidencial que concluye el 1 de enero de 2019.
Durante más de dos años Brasil tendrá un presidente que comenzó su gestión con muy poco apoyo popular. Pero la mejora en los indicadores económicos que es tenue pero constante, puede darle algún margen de maniobra. Luego de dos años de recesión, la economía volvería a crecer 1,1% en 2017 y la tasa de inflación tendría un sendero descendente.
Mientras tanto, los mercados financieros seguirán de festejo porque la crisis política está evolucionando en la dirección que esperaba el mundo de los negocios. Muchos analistas creen que volverá el apetito por los activos de los mercados emergentes, y en ese caso, Brasil puede resultar un destion atractivo para los capitales de todo el mundo.
Por ese motivo, el real se sigue revalorizando y ayer cerró a 3,13 por dólar, su valor más alto en trece meses. Incluso, durante algunos momentos de la rueda, llegó a operarse a 3,11.
El real es la moneda del mundo que más subió contra el dólar este año: 26%. Además, la Bolsa de San Pablo subió 68% en dólares en 2016 encabezando el ranking mundial. Los analistas políticos estiman que Temer se manejará con mucha cautela hasta la destitución de Dilma y que luego enviará una serie de reformas económicas al Congreso.
En la medida en que avancen esas medidas que apuntarán aponer en caja la situación fiscal, de los operadores financieros entienden que el ciclo alcista para los activos brasileños puede continuar.
Pero no todos comparten ese optimismo. Sostienen que en la medida en que no se renueve el liderazgo político con elecciones presidenciales será difícil encarar las necesarias reformas estructurales. Y muchos macroeconomistas advierten que no está claro cuáles serán los motores del crecimiento de Brasil dado que la tasa de desempleo es alta, las familias están endeudadas y los precios de las materias primas impiden pensar en una recuperación centrada en las exportaciones. En cualquier caso, lo que es seguro es que lo peor de la crisis economía quedó atrás y que es una buena noticia para su vecinos.
