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La caída de Brasil arrastra a Argentina

Con un frente externo complicado por los problemas de nuestro principal socio comercial, es urgente mostrar progresos en la política económica.

Héctor Rubini 05 agosto de 2016

por Héctor Rubini (*)

La deseable recuperación de la producción industrial y de las exportaciones manufactureras va a tardar bastante tiempo en concretarse. La demanda y la producción de bienes y servicios de Brasil sigue en caída y su efecto negativo sobre la actividad de las terminales automotrices y de las fábricas de autopartes locales no es transitorio, sino permanente y de difícil reversión. El número de empresas que está suspendiendo, o espera suspender personal, sigue en aumento, y se observa ya en firmas de todo tipo de rubro y tamaño. Como observaba ayer Luis Varela en un detallado artículo sobre el sector, parecería que el aumento de las ventas en el mercado interno no logra compensar el impacto negativo de la caída de demanda y de actividad del sector automotriz brasileño.

El país vecino, a su vez, sigue mostrando señales negativas que complican las perspectivas del complejo automotriz autopartista de Brasil y de Argentina. Los datos del mes de julio publicados por la Asociación Nacional de Fabricantes de Vehículos (ANFAVEA) de Brasil en su última carta mensual son preocupantes. Al comparar los datos acumulados de enero-julio de 2016 con los de enero- julio de 2015 se observan las siguientes variaciones interanuales:

Producción automotriz: Cayó 20,4%

Patentamiento de nuevos nacionales: Cayó 22,6%

Patentamiento de nuevos vehículos importados: Cayó 35,2%

Exportaciones de vehículos terminados: En unidades físicas aumentó 20%, pero en dólares cayó 8,1%.

Exportaciones de autopartes: Cayó 19,6% Producción de maquinaria vial y agrícola: Cayó 30,8%

Ventas internas de maquinaria vial y agrícola: Cayó 26,4%

A su vez, al comparar el número de operarios ocupados en julio de 2016 con el de julio de 2015, se observa que el personal ocupado cayó 7,1% en la producción de automotores, 2,6% en la producción de maquinaria vial y agrícola.

Con una concentración de más del 77% de las exportaciones automotrices de Argentina a Brasil era inevitable el impacto negativo sobre la industria local: las exportaciones del sector en los primeros siete meses cayeron 31,9%. Ciertamente nuestra industria manufacturera seguirá afectada por el “desinfle” de la industria automotriz brasileña en la medida en que no se consolide en Brasil un equipo y un programa de medidas sustentables y creíbles que concilien la reactivación de la demanda y de la oferta agregada, con mayor disciplina fiscal y monetaria.

El panorama no es alentador. Ayer la comisión del Senado brasileño a cargo del futuro juicio político a la presidente Dilma Rousseff aprobó por 14 votos contra 15 la elevación de este caso al debate plenario en la Cámara

Recién entre el 29 de agosto y el 2 de septiembre se celebrará un plenario del Senado que establecerá la culpabilidad o no de Dilma Rouseff por alterar las cuentas públicas para ocultar el verdadero déficit fiscal, lo cual habría contribuido a su victoria electoral en 2014. Sobre 81 senadores, el voto favorable de dos tercios es el mínimo requerido, en principio factible, para destituir a Rousseff e inhabilitarla a cualquier candidatura por los próximos ocho años. El futuro de las políticas económicas es, al menos hasta entonces, incierto.

Lo mismo cabe observar respecto del Mercosur. La decisión de Venezuela de asumir la presidencia del bloque sin el consenso unánime de los gobiernos de los demás países miembro, deja congelado el proceso de decisiones en Mercosur hasta 2017.

Conclusión: ni la dinámica descendente de la actividad de Brasil, ni sus efectos derrame sobre Argentina se podrán amortiguar dada la falta de consolidación definitiva de un equipo de gobierno percibido como permanente en Brasil, como por la imposibilidad de coordinar políticas con efectivo “enforcement” por la polémica aún no resuelta, con el gobierno venezolano y su resistida presidencia de Mercosur.

Con este frente externo en contra, se tornará inevitable mostrar progresos en materia de estabilidad de precios. Reducir la incertidumbre, alargar los horizontes de planeamiento, y recuperar la confianza de familias y empresas se torna una tarea ineludible, para recuperar el consumo y la inversión. Diversificar mercados es por cierto lo más recomendable, pero sus resultados se perciben en el largo plazo. En el corto plazo, en cambio, va a empezar a urgir la necesidad política, no sólo económica, de recuperar terreno perdido en materia de actividad y destrucción de empleos. Ciertamente el ajuste tarifario complicó la agenda oficial, pero el sector privado requiere no sólo actualizaciones tarifarias razonables y pagables, sino también menor carga tributaria, crédito más accesible y con tasas activas más bajas, menor inflación, tipo de cambio real alto y competitivo, y recuperación del mercado interno. Caso contrario, al viento en contra que viene del exterior se le sumarán nuevos frentes de tormenta, pero ahora provenientes del propio mercado interno.

(*) Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas. USAL.

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