El primer cacerolazo, la CGT sondeando la posibilidad de un paro general y las organizaciones (hoy será Barrios de Pie) empezando a ganar protagonismo en las calles. Y todo indica que la conflictividad crecerá antes de amainar.
El caldo de cultivo, como siempre, es la economía: la inflación no cede, los “brotes verdes” no aparecen y el miedo a perder el empleo crece (más allá de que los fríos números están muy lejos de mostrar una crisis laboral, aunque el sesgo es claramente negativo en sectores “sensibles”).
El tiempo (y, con él, la paciencia) pasa: la luna de miel se agotó y la responsabilidad sobre el estado de situación recae, cada vez más, en el actual Gobierno. Para peor, no se esperan noticias positivas en el cortísimo plazo.
El titular del BNA, Carlos Melconian, matizó el rezago. “Vamos a salir con actividad y menos inflación. Y si es en el cuarto trimestre y no en el tercero, ¿quién se muere?”.
El Gobierno necesita que el puente (endeble, por cierto) que une el complejo presente con ese futuro más venturoso pase, como decía Alvaro Alsogaray, el invierno (y quizás también la primavera).
El Gobierno, más pragmático y menos dogmático de lo que creen sus opositores, desplegó algunas herramientas para fortalecer ese puente, algo que no le gustó a los economistas más ortodoxos: así lo demuestra el dinamismo que ha venido ganando el gasto público primario con el correr de los meses.
Pero, en una economía que aun arrastra grandes desequilibrios todavía, “acelerar” tiene sus costos y el Gobierno deberá tener cuidado mientras recorre ese estrecho desfiladero. Si no lo logra, corre el riesgo de dilapidar un capital intangible pero valioso (la confianza) y alejar esos “brotes verdes” que los economistas, aseguran, llegarán.
Se vienen meses muy importantes para las Macrinomics.
