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La tasa se mira y no se toca (por ahora)

29 julio de 2016

La tasa de interés volvió a mantenerse sin cambios esta semana. Por tercera licitación consecutiva el BCRA sostuvo en 30,25% la tasa de interés anual para las letras a 35 días, definidas (por ahora) como el instrumento principal para desinflar la economía. A pesar de una inflación objetivamente en baja, aunque a distinta velocidad según la fuente de datos, y expectativas relativamente ancladas, la autoridad monetaria considera que el actual nivel de tasa es adecuado para consolidar la desinflación. No obstante, esta cautela dificulta la reactivación del canal de crédito (todas las líneas cedieron terreno los últimos meses) y complica la recuperación de la economíanacional. En este sentido, si la dinámica observada de la inflación mantiene su tendencia a la baja y las expectativas continúan ancladas deberíamos ver, más temprano que tarde, una relajación de la política monetaria. Esto podría llevar a que la tasa de referencia se ubique alrededor del 25% hacia fines de año, en línea con una inflación esperada de 1,5/1,6% mensual para diciembre y una tasa real objetivo de 4/5% anual.

En el camino hacia un régimen formal de metas de inflación, construir credibilidad es clave. En este sentido, la cautela del BCRA es una cualidad positiva, ya que está en línea con su compromiso de desinflar la economía. La conducción actual está construyendo fama de “halcón” de forma tal de lograr mayor tracción a través del canal de expectativas. El cuadro de situación favorece esta postura: (1) un pasado reciente con instituciones desprestigiadas que minaban la confianza en la política económica; (2) un cambio de gestión como (casi) el único medio para poder reconstruir confianza (al menos hasta que se vean resultados positivos); (3) los desafíos particulares que implica un régimen de metas de inflación; y (4) los problemas de iniciar un proceso de desinflación en simultáneo con un cambio de precios relativos (dólar y tarifas).

Hacia adelante

El BCRA parece entender las complejidades del problema al cual se enfrenta. De allí que mire a ambos lados al momento de tomar decisiones. Hacia atrás, para analizar si la dinámica observada se adecúa al sendero de inflación que tenían en mente y prever posibles impactos sobre las expectativas. Y hacia delante, para ver si las expectativas se encuadran con los objetivos o amenazan con salirse de las metas. Frente a señales ambiguas, inconsistentes o poco contundentes resulta razonable no arriesgar y resguardar una incipiente credibilidad en la lucha contra la inflación.

Precisamente, la credibilidad debe ser el principal activo del BCRA en estos meses. A falta de un acuerdo de precios y salarios que ayude como “muleta” en la coordinación de expectativas y con una política fiscal que no despeja las dudas sobre la sostenibilidad de las cuentas públicas, que el banco central se maneje de forma previsible es una buena estrategia. Sobreactuar los movimientos de tasa (en este caso, a la baja) podría dejar al gobierno a mitad del río en su lucha contra la inflación. Echar por tierra los esfuerzos realizados (pagados, además, con un costo político y económico considerable) no haría otra cosa más que condicionar futuras decisiones económicas. Concentrarse en el largo plazo y no dejarse llevar por la “espuma” de lo inmediato, entonces, parece ser una decisión coherente. Si el BCRA confía en su propio diagnóstico y actúa en consecuencia, el recorte de tasas reclamado fuera y dentro del gobierno llegará más temprano que tarde.

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