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¿Fútbol para todos, para pocos, o para nadie?

En el candente debate sobre cómo financiar la transmisión de fútbol por TV, son muchas las variables que deben tenerse en cuenta.

27 julio de 2016

por Pablo Mira

Fútbol para Todos (FPT) es el gran protagonista de la semana. Escuchamos opiniones diversas, pero lo novedoso es que varias contienen discusiones de teoría económica. En efecto, algunos críticos de FPT sostienen que es injusto que la sociedad en su conjunto deba pagar por un servicio gratuito que solo brinda utilidad a una parte de la población. Otros complementan este argumento indicando que FPT es distributivamente regresivo. Los más osados levantan la bandera del esfuerzo personal por sobre el financiamiento social: que pague el que puede, y el que no? que trabaje más.

Ordenemos un poco la discusión. Las opciones extremas que se manejan para la transmisión del fútbol son dos: la actual (financiar con impuestos la transmisión gratuita) o licitar el negocio a la TV privada para que luego ésta decida cómo cobrar el servicio de transmisión a sus clientes. En definitiva, estamos evaluando si es mejor pagar por FPT entre todos o cada uno por separado.

Dos variables sobresalen en esta disyuntiva: quién paga impuestos y qué perfil socioeconómico mira fútbol. Si los impuestos son progresivos y mucha gente (especialmente los pobres) disfruta mucho el fútbol, el financiamiento público es deseable. Si ver FPT es una costumbre de ricos y la estructura impositiva es regresiva, que pague cada uno. Saber quiénes ven fútbol, cuánto lo disfrutan y qué consecuencias positivas o negativas trae sobre su felicidad familiar es difícil. Pero es bastante evidente que, siendo el fútbol un gran negocio, la valuación social implícita es elevada.

Discutamos entonces el financiamiento: ¿es más justo pagar impuestos y ver gratis, o que cada familia pague para ver? La estructura impositiva argentina no es todo lo progresiva que podría ser, pero es indudable que el que más gana más paga. Más aun, esto es cierto también en relación al ingreso. Si un pobre paga X% de su ingreso en impuestos, un rico paga un porcentaje mayor (asumiendo que no evade). El cobro extra por ver fútbol codificado, en cambio, es una suma fija igual para todos, y por lo tanto representa un mayor porcentaje para los que menos ganan. Luego, si el perfil socioeconómico de los que ven fútbol es representativo de todo el país, dejar de cobrar impuestos para cobrar una suma fija empeora la distribución del ingreso. Si el perfil del que ve fútbol es más pobre que el promedio, este empeoramiento será mayor, y viceversa.

Un argumento microeconómico tradicional que propicia el cobro por hogar es que un precio mayor es un incentivo a sustituir un servicio por otro que produzca mayor utilidad: si sube FPT, no lo pago y veo Canal Encuentro. Esto funciona para muchos bienes y servicios, pero no para los más imprescindibles. Y el fútbol, se enoje quien se enojare, es uno de ellos. La suba del precio de un servicio que igual se utilizará golpea directamente sobre los ingresos y se transforma en más excedente para quien lo vende. Una forma de evitar esta inequidad es que se cobre FPT de acuerdo al nivel socioeconómico del usuario, por ejemplo introduciendo una suerte de “tarifa social del fútbol”, pero seguramente varios sectores de la sociedad reaccionarían con indignación frente a esta propuesta.

Hemos hablado de solo dos variables, pero hay muchas más en discusión. Por ejemplo, ¿qué podría hacer el Gobierno con el dinero que se ahorra si no gasta en FPT? ¿Cuál será la política tarifaria de las empresas que compren los derechos de FPT? ¿Logrará el gobierno extraerles toda la renta de este bien público? ¿Son más efectivos los medios privados para vender publicidad que el Estado? ¿Es el fútbol un servicio socialmente deseable como lo es la cultura o el arte? A diferencia de las que tienen que ver con el financiamiento, estas preguntas son difíciles de enmarcar y responder con certeza. Lo único sobre lo que podemos tener alguna seguridad, entonces, es que terminar con FPT impactará negativamente sobre la distribución del ingreso y el humor social.

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