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Un análisis sobre la competitividad sectorial

Tras doce años de presunta reindustrialización, la industria local no ha logrado recuperar competitividad, la impericia nos condenó a la pérdida del autoabastecimiento energético y la producción de alimentos sigue siendo el único sector en condiciones de competir globalmente.

10 junio de 2016

por Federico Muñoz (*)

La difusión de los datos del comercio exterior por sectores para 2015 nos permite actualizar nuestro habitual análisis de competitividad sectorial basado en el Indice de Ventajas Competitivas Reveladas (IVCR). Este IVCR de nuestra autoría coteja el saldo de la balanza comercial de un sector con el comercio exterior total del mismo de acuerdo a la siguiente fórmula:

En aquellos sectores en los que el ratio se aproxime a 1, la casi totalidad del comercio sectorial se explica por exportaciones, lo que daría la pauta de una elevada competitividad sectorial. Cuando el IVCR se acerca a -1, el volumen de comercio se corresponde casi enteramente con las importaciones, lo que sería un indicio de la baja competitividad del sector.

Al analizar el ranking del IVCR para 2015 (Gráfico 1), podemos derivar las siguientes conclusiones. 1 De los seis sectores con IVCR positivo, cinco son de base agrícol-ganadera; además, todos ellos presentan un índice mayor a 0.70. Claramente, el campo sigue siendo nuestra plataforma exportadora y competitiva por excelencia. 2 En oposición, la totalidad de los once sectores que componen las MOI presentan un IVCR negativo; señal inequívoca de su baja competitividad. Salvo excepciones contadas y más bien aisladas, a la industria nacional le cuesta alcanzar el umbral de productividad necesario para competir en los mercados mundiales. 3 En cuanto a los sectores relacionados con la explotación del subsuelo nos encontramos con un resultado dicotómico. El capítulo “Oro y otros metales preciosos” presenta un elevado IVCR, mientras que el sector Productos Minerales, (esencialmente compuesto por hidrocarburos), muestra un índice inferior a -0.50, reflejando la dependencia externa en lo que respecta al abastecimiento energético. Si el análisis estático del IVCR deja un sabor amargo, el dinámico (su evolución entre 2007 y 2015) es decididamente frustrante (Gráfico 2). Apenas dos sectores presentaron una leve mejoría, en tanto que trece capítulos mostraron un retroceso.

El creciente retraso cambiario, las dificultades para acceder a financiamiento, la política comercial errática y la exacerbación del “costo argentino” explican la pérdida de competitividad de la casi totaldad de los sectores de la economía nacional.

En definitiva, el Indice de Ventajas Competitivas Reveladas nos ofrece una ventana elocuente para evaluar el desempeño económico nacional en la era kirchnerista (Gráfico 3). Vemos que al cabo de doce años de una presunta estrategia de sustitución de importaciones y reindustrialización, la industria local no ha logrado recuperar competitividad (más bien, se ha deteriorado).

A su vez, la impericia oficial nos condenó a la pérdida del autoabastecimiento energético. Finalmente, pese al destrato oficial sistemático al que fue sometido, el de producción de alimentos sigue siendo el único sector nacional en condiciones de competir con éxito en los mercados internacionales.

(*) Titular de Federico Muñoz & Asociados.

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