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Los primeros 150 días

Reparen el pasado pero, si la estructura no es rediseñada, se repetirán las mismas crisis. No hay rediseño posible sin consensos de largo plazo que brinden horizonte. El PRO tiene que aprenderlo. El tiempo no sobra y las medidas, hasta ahora, fueron insuficiente.

Carlos Leyba 03 junio de 2016

Por Carlos Leyba (*)

El Gobierno se abocó a resolver problemas heredados. Sistema de precios relativos insostenible y salida de un default innecesario. Propuesta para la solución de la deuda con los jubilados y, además, la recuperación de parte de los tributos evadidos, instrumentada por blanqueo y moratoria, y el eventual retorno de excedentes fugados. Todo esto era y es necesario, pero absolutamente insuficiente.

Nuestra historia de acomodamiento de precios relativos ha sido tumultuosa. Particularmente desde el célebre Rodrigazo. También lo ha sido la repetida tarea de resolver el problema de la deuda externa. Al igual que el reiterado intento de arreglo de la cuestión jubilatoria. Y ni hablar de blanqueos y moratorias que suman demasiados intentos vanos.

Muchísimas veces acudimos al mismo mecanismo actual de reparaciones. Las necesarias reparaciones de entonces ?todas fueron gravosas? pocas veces, por sus resultados, fueron acertadas. Desde el punto de vista del futuro fueron insuficientes como lo demuestra donde estamos.

Los sistemas

Es que los sistemas no se reparan. Se rediseñan. Si no se modifica la estructura que dio lugar a esas alteraciones es inexorable que se produzcan los mismos daños. Las reparaciones son necesarias. Pero si, una vez realizadas, lo que domina es la continuidad de las estructuras previas, el retorno de los daños es inexorable.

Aclaremos que más allá de lo mal, desprolijo o insensato de la búsqueda ?por parte de Mauricio Macri? de la solución de los problemas heredados, tal cuál estaban las cosas, la continuidad sin reparación auguraba un colosal colapso. Ni qué dudarlo.

Néstor y Cristina Elisabet Kirchner nada hicieron en materia estructural. La economía para la deuda ?a pesar de la quita? se reavivó: la tendencia a la deuda externa recaló en los acuerdos con Venezuela y la República Popular China. Ambos caros. El último tan gravoso como para incluir las represas La Barrancosa y Cordón Cliff a las que este Gobierno ?con modificaciones para paliar daños ambientales? les ha dado continuidad. Es una consecuencia de las condicionalidades, esta vez chinas, de la economía para la deuda que se suma al carácter de economía de mercado con que Néstor le abrió la puerta al festival de importaciones chinas.

Cristina Elisabet, en su primera presidencia, posibilitó la fuga de US$ 20.000 millones por año; profundizó el descalabro de la estructura de precios relativos, incluidas tarifas y tipo de cambio, y contribuyó al desbalance previsional por el uso de esas cajas para otras finalidades por más justificadas que fueran.

Las repeticiones

La gestión kirchnerista construyó los problemas que Macri aspira a reparar. Nada hizo para rediseñar la estructura que los producía. ¿Lo hará Macri?

Lo grave del presente es que estamos abocados a la reparación de los daños y alejados de la idea de rediseño estructural o de futuro. El Gobierno está entrampado en el pasado. ¿Repiten estos jóvenes que desprecian la política y que sobreestiman su experiencia como gerentes de intereses privados, el estado de abismo acerca del futuro que viene alimentando la mismas crisis desde hace cuarenta años?

Jean Tirole ?premio Nobel 2014? acaba de publicar “La economía del bien común”. Más allá de doctrinas y argumentos, sostenidos a lo largo de más de 600 páginas, lo relevante de esta obra es que recuerda que no es posible pensar la economía si no lo es a partir del “bien común”, y el “bien común” no es tal si no incluye de manera dominante la dimensión del futuro, que no es sólo lo que pensamos sino lo que estamos haciendo ahora. Henri Bergson dijo: “El futuro no es lo que va a venir, sino lo que nosotros vamos a hacer”.

De eso se trata “la política” que la gestión PRO ha decidido ignorar. En subsidio acaban de crear una “subsecretaría” para “pensar estratégicamente”. ¿La estrategia detrás de los hechos, tres escalones abajo?

Las decisiones sobre el pasado, aún si fueran soluciones, nada dicen acerca del futuro. Lo que está detrás de la ausencia de definiciones para el futuro es la idea de que a partir de la existencia de un orden la economía (y la sociedad) por sí solas se pondrán a marchar.

Esa es la ideología del “estado de confianza” de Macri, Marcos Peña y el espantoso gurú.

La respuesta al futuro, hasta ahora, es que reparados los problemas heredados se habrán instalado las condiciones de confianza. Y a partir de ellas el prado volverá a florecer. Las inversiones llegarán incitadas por la confianza. Y la confianza terminará abatiendo la inflación. ¿Qué o quién creará la confianza?

En razón de esa expectativa “la práctica de la reparación” ha sido excluyente de todo otro proceso político. La doctrina es: nada de largo plazo, ni de consensos ?sin los que el largo plazo es una quimera? ni de acuerdos globales.

La idea motora es reparar el desorden heredado y, una vez instalado ese orden, lo demás llegará por añadidura. Eso es construir el “estado de confianza”. Punto.

Los problemas

¿Será por eso que no hay nada que se parezca a una política consistente contra la inflación y a favor de la inversión real? ¿Ni nada que responda a la cuestión central de una economía que hoy profundiza su estado de estanflación, con una tasa de inflación de más de 40% en 12 meses y una caída vertiginosa de la actividad industrial y de la construcción?

Con el blanqueo posholdouts apuestan a la llegada de miles de millones de dólares y a fuertes impactos en la recaudación para 2017. Por ahora, “la confianza” está relegada al colosal pedal financiero montado sobre las tasas de interés de las Lebac y el tipo de cambio en retroceso, el que genera una tasa de rendimiento en dólares que llena de confianza a la especulación y que, lejos de alentar exportaciones, alienta el proceso importador. Es decir, contribuye a la economía de la deuda y así?

Todo este enfoque elemental aviva la idea del derrame que, finalmente, es la doctrina del mercado. Una doctrina que deja al “bien común” como un resultado, y no como una búsqueda. En esa visión, parangonando a Alfonso “El Sabio”, sólo hay cuestiones que el mercado ha arreglado y otras que el mercado arreglará.

El “estado de confianza” ?lo que propone Macri? es eso. El mensaje PRO es: arreglamos los precios relativos (¿qué set de precios relativos?), el default, la cuestión jubilatoria y el blanqueo y ?en esas condiciones? la confianza edifica una nueva economía. Creen eso.

Frente a esa visión lo realmente nuevo, como siempre, es algo que se ha olvidado. Algo que esta nueva gestión o desconoce o ha olvidado y que la anterior, para no ir más atrás, ignoraba o había olvidado: el “estado de animación”.

Una propuesta

El “estado de animación” tiene que ver con el futuro y la estructura, “lo que nosotros vamos a hacer” (Bergson dixit), con el qué y el quién. Está claro: el Estado es quién anima.

Primero, la estructura de precios relativos debe ser tal que anime la producción, la creación de trabajo, el desarrollo del interior y la multiplicación de las exportaciones. La presente tasa de interés desanima la inversión y revalúa el tipo de cambio. Estos precios relativos, reparados, no van por el buen camino. ¿Es acaso racional combatir la inflación con la locura de las tasas de interés de las Lebac? ¿Qué oferta se puede alentar? ¿Qué presión a la baja genera en el tipo de cambio real? ¿Con qué plan de largo plazo es compatible esta estructura de precios relativos? ¿Y la inflación? ¿Política de ingresos sin consenso? ¿O acaso procuran bajar la inflación con apertura importadora? Alianza del Pacifico o Unión Europea. ¿Midieron las consecuencias? ¿Cuál es el grado de consenso para la continuidad? ¿Quién puede construir “confianza” sin consenso?

Segundo, la cuestión de la deuda. Si la tasa de interés de la deuda es mayor que la tasa de crecimiento de la economía en dólares, es inexorable el crecimiento del peso de la deuda sobre el PIB. ¿Qué proyectos de balance comercial positivo hay detrás de cada esquema de financiamiento? ¿Cuál es el papel de la industria? ¿Qué política industrial se financiará? ¿Qué y cómo es lo que el Estado va a animar?

Tercero, la cuestión jubilatoria. Con este nivel de empleo real, con esta escasa participación de la población económicamente activa en la fuerza laboral, con este nivel de trabajo asalariado en negro y con esta estructura de empleo, ¿es imaginable un sistema previsional sano? No hay solución a los pasivos sin una solución al sistema laboral de los activos. ¿Cuál es la estructura y la dimensión del empleo que el Estado va a animar?

Y, finalmente, la cuestión del blanqueo. Sin duda, esta vez las probabilidades de éxito son muchas. No por las normas locales sino por las decisiones internacionales. Se acabaron las guaridas. Los US$ 400.000 millones fugados equivalen a 2 millones de puestos de trabajo nuevos con un capital de US$ 200.000 cada uno, o a US$ 130.000 para cada hogar pobre tipo, o a 13 veces las reservas del BCRA, o a 4 veces los depósitos en el sistema financiero local. No todo lo fugado es negro. No todo genera impuestos por el blanqueo. No todo volverá. Lo que pone en evidencia el tema del blanqueo es que la fuga es una medida del atraso de nuestra economía. Atraso basado en la ausencia de una moneda nacional, en una inestabilidad de precios relativos que inhibe el ánimo inversor, una economía para la deuda incapaz de generar una industria autosuficiente, un sistema social insostenible sin creación de empleo. ¿Cuál es la animación del Estado para invertir la corriente de fuga? La fuga, en términos de crecimiento, no es sólo la expatriación o el atesoramiento, sino también la cultura del cemento que hace que desde 1960 vivan en Buenos Aires 3 millones de habitantes y crezcan las torres de fuga?del proceso productivo.

Reparen el pasado pero, si la estructura no es rediseñada, se repetirán las mismas crisis. Y el rediseño no será nunca producto del estado de confianza sino del de animación. No hay rediseño posible sin consensos de largo plazo que brinden horizonte. El PRO tiene que aprenderlo. El tiempo no sobra.

(*) Profesor Titular Consulto FCE-UBA.

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