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La Casa Rosada tiene su GPS y cambia de rumbo

08 junio de 2016

El Gobierno parecer ser fiel al sello electoral que lo ungió ganador en el balotaje del 22 de noviembre pasado: Cambiemos. Y cambia. Nada raro pues muchos gobiernos del mundo cambian y constantemente. Sin embargo, aquí solemos tener gobiernos que se aferran a sus “verdades” aun cuando se amontona la evidencia de que el camino elegido desemboca en una calle sin salida. Curiosamente, tiempo después, siguen aferrados a esos testamentos (por ejemplo, Domingo Cavallo y su exótica convertibilidad) o a un modelo que ya no era lo que fue (por ejemplo, el modelo de Néstor, ya extraviado para 2008-2009).

La novedad, ahora, es que el Gobierno cambia, y rápido si consideramos que asumió hace menos de un semestre. Podríamos llamarlo pragmatismo, o simplemente política. Nos referimos al mini Plan Marshall que pergeña el equipo económico. ¿Quién se hubiera imaginado que inyectaría $75.000 millones adicionales por año al circuito y pagaría la deuda de la sociedad para con sus jubilados? Hay otros ejemplos también, como el ambicioso paquete para las pymes de un Gobierno que, supuestamente, solo vela por las grandes corporaciones trasnacionales o la devolución del IVA a los sectores más desprotegidos del mercado. ¿No gobernaba solo para los ricos? Derriba mitos, y sorprende a los politólogos, por ejemplo, devolviendo 15% de la masa precoparticipable a las provincias. ¿Un presidente argentino que descentraliza?

Hay algunos que se sorprenden y otros dicen, en cambio, que el Presidente ya lo hizo cuando fue jefe de Gobierno. “Quizás Macri sea más keynesiano de lo que todos pensamos”, dice Félix Piacentini. “Una cosa es un Estado presente, y otra un Estado grande y bobo”, dicen en la Casa Rosada.

Quienes ven al Presidente como un ajustador serial se equivocan. Eso no implica, sin embargo, que todo florecerá, y menos aún en el inminente segundo semestre. El oficialismo debe medir mejor sus palabras. Pero muestra a un Gobierno que, mientras desactiva la pesada herencia, se adapta, cambia, recalcula, desanda sus pasos y dice, cuando cabe, “nos equivocamos”. Es un bicho nuevo. Por ahora, las encuestas lo avalan?para sorpresa de muchos. ¿Será que reconocen ciertas características ficticias en los años precedentes?

El aval no es al rumbo per se (los argentinos somos más bien bilardistas) sino a esas características antes mencionadas: la sociedad pretende un Gobierno más transparente y que reconozca los problemas, y todavía mantiene sus expectativas altas más allá de que este haya sido el semestre más complicado e incierto, desde lo económico, en más de una década para las familias argentinas.

Capacidad de cambio en el Gobierno y expectativas altas en la sociedad son un maridaje óptimo y una buena base. La responsabilidad de no dilapidar esa conjunción de factores es del primero. No debe dejar de cambiar hasta encontrar la pócima más o menos justa (no existen los ideales) y que calce con las grandes mayorías ni dejar que esas elevadas expectativas se desanclen pues los desafíos que enfrenta el país son enormes.

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