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El empleo se transforma frente al avance tecnológico

Al tiempo que se crean y se destruyen puestos, el mercado de trabajo exige nuevas competencias.

03 junio de 2016

“Lucio, cada gol que vos hacés son cuatro goles en contra para nosotros”. Quien habla es Miguel Angel Ponte, secretario de Empleo de la Nación y Lucio es Lucio Castro, secretario de Trasformación Productiva. El problema en discusión no es nuevo: viene del Siglo XVIII, cuando la industrialización provocó el primer reemplazo masivo de trabajo humano y el primer gran desplazamiento. Lo cierto es que, según números del Foro de Empleabilidad y Emprendimiento de la Universidad Europea de Madrid, los avances tecnológicos provocarán que más de la mitad de los chicos que hoy cursan la escuela primaria dediquen su vida profesional a empleos que todavía no existen, al mismo tiempo que se destruirán millones de puestos de trabajo. Las formas de trabajar y las competencias exigidas también mutarán, en un proceso que ya está en marcha.

En diálogo con El Economista, Ponte consideró que “la exclusión, es decir, la no falta de toda la población para generar la riqueza es un fenómeno progresivo en el mundo que no tiene solución teórica”, y agregó que “lo que hay que ir buscando es cómo hacer que estas personas que quedan excluidas participen en la riqueza”. Según el secretario de Empleo, las dos grandes variables de la productividad tecnológica son la automatización industrial y la informática, por lo que, si bien los avances caerán con más fuerza en determinados sectores, su impacto será expansivo a todas las ramas de la actividad económica.

Santiago Bilinkis, emprendedor y tecnólogo, recuerda que el fenómenos del desempleo tecnológico no es nuevo. Primero las máquinas reemplazaron el trabajo físico, provocando una fuerte migración del campo a la ciudad; después pasaron a reemplazar el trabajo repetitivo, desplazando a la gente de la fábrica a la oficina. “De usar las piernas pasamos a las manos y de las manos a la cabeza”, resume. Ahora entramos en un fenómeno enteramente nuevo: las computadoras están empezando a hacer trabajo cognitivo. “No creo que existan tareas que en algún momento las computadoras no vayan a poder hacer”, advierte.

Diego Luzuriaga, director de la Escuela de Postgrado del ITBA, destaca que hacia el futuro tendrán más oportunidades las profesiones que permiten crear la infraestructura de los nuevos modelos de negocio, basados en plataformas, en colaboración y en convergencia tecnológica. Entre ellas las ingenierías, la informática, la bioingeniería y las ciencias aplicadas como la biotecnología, la nanotecnología o las neurociencias. También resalta las profesiones que generan el uso de estos nuevos modelos: los científicos de datos, los expertos en analytics, los expertos en innovación aplicada, especialistas en trabajo colaborativo y “expertos de recursos humanos que sepan crear incentivos y pertenencia a generaciones con una cultura laboral basada en la libertad”.

Además de los empleos del futuro, surge con fuerza el tema de las nuevas formas de trabajar. “Cada vez son trabajos más globales, todo empieza a ser más compartido, hay un esquema de trabajo distinto en términos de colaboración. Es un trabajo mucho más virtual, donde los jefes empiezan a estar de manera más remota. Hay, también, un nuevo rol para el jefe, que se transforma en un líder con un enfoque mucho más de acompañamiento, de escucha, de tratar de sacar lo mejor”, explica Matías Ghidini, gerente general de la consultora en recursos humanos Ghidini Rodil.

Un problema central es que, al tiempo que hay gente que se queda sin trabajo, los empresarios tienen problemas para cubrir determinadas vacantes: hay un vacío de talentos.

Para Ghidini uno de los problemas vigentes es que, en el empleo y en la educación, nuestro país nunca hizo un planeamiento estratégico de los recursos humanos. “Lo que sucede acá es que recurrentemente, conforme cambia el gobierno, cambian las políticas económicas, cambia el modelo productivo y la gente que necesitás para trabajar”. Como ejemplo, señala que los '90, cuando hubo una fuerte desaparición de los sindicatos, fue una década donde no se desarrollaron profesionales de relaciones laborales, profesionales clave por estos días. Ahora, agrega, faltan ingenieros y especialistas en sistemas, más que abogados o psicólogos.

Para Andrés Hatum, profesor PhD de la Escuela de Negocios de la Universidad Torcuato Di Tella, hoy el paradigma que está quedando obsoleto es el del directivo y profesional generalista, frente al del superexperto. La pregunta es cómo es posible lograr tal grado de especialización, con el modelo de estudios más amplios que todavía predomina. Para Hatum la clave es “la capacidad de concentrarse y desarrollar las habilidades propias”. “El psicólogo Anders Ericsson ha demostrado que el proceso de práctica constante y práctica profunda de una disciplina es lo que permite convertirse en especialista. ¿Qué significa esto en la práctica? 10.000 horas de trabajo. Diez años de ejercitación constante de una actividad logran que alguien se convierta en experto”, detalla.

En el mismo sentido, Diego Luzuriaga considera que un título de grado ya no asegura nada per ser, sino que el profesional va creando su propio destino. “La riqueza de sus experiencias, la diversidad de sus elecciones y los desafíos que acepte abren abanicos infinitos ?asegura?. De esta manera, el título se convierte en una actitud frente al mundo y no en un mero papel”.

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